Las 60 paradas del Club Gil Letelier
<P>Un cacho perdido, autoridades que se mancharon con chicha y caballos que casi se comieron plantas de la tribuna. La agrupación de huasos acumula estas anécdotas y más. </P>
Cuando los 70 jinetes, las 20 parejas de cuequeros y los tres carruajes del Club de Huasos Gil Letelier entren a la elipse del Parque O'Higgins, la tradicional agrupación volverá a marcar un hito en su historia. Desde 1952 a la fecha, durante seis décadas consecutivas y sin ausentarse ni una vez, han desfilado en la Parada Militar cada 19 de septiembre, como un símbolo de las tradiciones nacionales en el homenaje al Día de las Glorias del Ejército.
Todo comenzó el día 14 de marzo del 52, en un restaurante de calle Irarrázaval, en Ñuñoa. Un grupo de hombres que ya había participado en varias paradas militares se reunió y decidió formar un club de huasos, al cual bautizaron con el nombre de Ricardo Letelier. "Gil", porque al jinete y criador de caballos que impulsó el rodeo como competencia le decían así por haber nacido el día en que se celebra ese santoral.
Además, decidieron mantener una usanza que había comenzado en 1948: entregar chicha en cacho al Presidente de la República de turno.
Durante 17 años, todo se mantuvo igual, pero bastó una modificación sencilla para hacer un importante cambio. "En 1969, por primera vez, ingresó un grupo folclórico en un carruaje y en él venían mujeres", rememora Morales.
Cabalgaban como siempre, ordenados, emponchados y engalanados, cuando el presidente de la asociación de la época le dio un codazo a uno de los huasos cuando se acercaban al Presidente de la República. Le dijo que se bajara y bailara, y así lo hizo. El encomendado a tal misión pescó a una de las muchachas del carro de folcloristas e improvisaron "una patita".
"No teníamos nada preparado", recuerda el protagonista de la historia, Humberto Muñoz, quien llegó al club en 1956, sin ser huaso, sin saber de los bailes tradicionales y sin tener particularmente arraigadas las costumbres campesinas. Hoy, es el segundo integrante de mayor antigüedad del grupo.
Esa vez pensaron que los iban a retar, que no los dejarían participar más, pero el Presidente Eduardo Frei Montalva los descolocó. "Nos dijo que nos había salido bonito, que nos habíamos salido del libreto de manera picarona y que ojalá lo volviéramos a hacer", cuenta Muñoz.
Fue la primera vez que un huaso bailaba en la revista militar y desde entonces la tradición se mantiene.
Varias son las anécdotas que han ocurrido justo en el momento en que se entrega la chicha en cacho. Como cuando Humberto Muñoz -quien se ha apeado 11 veces de su caballo para llenar la rústica "copa" y ponerla en manos de los mandatarios- se dirigió hacia la tribuna, donde lo esperaba el ex Presidente Lagos. "Mi caballo se quiso comer las plantas que estaban cerca del palco y me dio un tremendo tirón. Por suerte, agarré bien el cacho, pero fue un susto grande", recuerda con vergüenza de sólo pensar en haber manchado al ex jefe de Estado. Después del incidente, de hecho, los huasos pidieron a la organización no poner elementos que pudieran servir de comida a los animales.
Varios incidentes más han ocurrido. Durante los primeros años, relata Muñoz, hubo caballos que pasaron corriendo desbocados, sin jinete e imparables. "Recuerdo una vez también en que al dictador paraguayo Alfredo Stroessner, que estaba de visita en Santiago, se le dio vuelta la chicha sobre su traje. Lo mismo le pasó al ex director general de Carabineros, Alberto Cienfuegos, pero sobre su uniforme de gala", describe Muñoz.
Durante el gobierno de Salvador Allende, los huasos tuvieron un gesto particular. "Hasta el día de hoy conservamos en nuestros archivos la inscripción de Aceituna, una yegua corralera que se le regaló en 1972 al presidente. Fue por acuerdo de los miembros del club", revela.
En esa misma ocasión, en medio de la ceremonia, se vivió un tenso momento: uno de los cachos se perdió entre los invitados. Era el par hermano del presidencial, que sigue vigente hasta hoy. Nunca más apareció.
Según lo que ha investigado Morales, el único mandatario chileno que no sucumbió a la chicha fue Jorge Alessandri. Se le preparaba un cacho especial con agua mineral. Era abstemio. "Los brindis se coordinan con la presidencia y ellos habían avisado que él no tomaba, así que se le servía agua. No era algo público", cuenta morales.
Costumbres más particulares tenía Augusto Pinochet. Como no le gustaba que su cacho lo tomara nadie más, lo usaba y se lo quedaba hasta que terminaba la ceremonia. Nadie más tomaba del mismo de él.
Morales también quiso entrar a la historia y para eso se propuso hacer bailar a la primera Presidenta de la República. Pero no le resultó. "Nunca se supo que en 2007 le pedí a la ex Presidenta Bachelet que bailara una cueca. Me dijo amablemente que quería hacerlo, pero que se excusaba porque estaba con la banda presidencial y el protocolo se lo impedía". De lo contrario, revela Morales, ella lo habría hecho feliz.
Este año no sabe qué le deparará la ceremonia, pero de una cosa está seguro: esperan cumplir un centenario siendo los encargados de llevar las tradiciones populares a la ceremonia militar de cada 19 de septiembre.
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