Las aflicciones del Padre Hurtado
<P>El hospital emplazado en la comuna de San Ramón, y que atiende, además, a pacientes de La Pintana y La Granja, es uno de los centros médicos del país que registran más ingresos por heridos de bala. Agresiones de los parientes de las víctimas ponen en jaque la seguridad de los trabajadores, quienes piden mayores medidas de resguardo en el interior del recinto y en sus alrededores.</P>
22 horas del lunes 13 de abril. El ruido de las sirenas acercándose pone en alerta al personal del Hospital Padre Hurtado. Al interior del recinto de San Ramón, el equipo médico ya ha sido avisado y se prepara para la emergencia. Con un ulular casi ensordecedor y las balizas iluminando de azul y rojo las penumbras, una ambulancia arriba a la Urgencia del centro médico. Ante la expectación de una decena de pacientes que espera su turno de atención, los paramédicos descienden con celeridad del vehículo de emergencia y bajan una camilla, en la que yace un hombre de 24 años, con mortales heridas de bala…
21.20 horas. Un Volvo deportivo, de color negro, se desplaza a exceso de velocidad en dirección al oriente por Américo Vespucio Sur, en San Ramón. Su conductor, José Luis Vergara, de 24 años, realiza una huida frenética, tratando de dejar atrás a un Toyota Yaris blanco, que lo persigue hace algunos minutos. Sabe que su vida corre peligro. Pese a sus arriesgadas maniobras al volante, sus perseguidores le dan caza. Abren fuego de forma indiscriminada contra su automóvil, en lo que la policía indaga como un presunto ajuste de cuentas. Cerca de 30 balas impactan la carrocería y vidrios del Volvo, cuya carrera termina en las inmediaciones de la Estación San Ramón de la Línea 4A del Metro. Pese a la magnitud del ataque, Vergara logra salir del automóvil. Corre gravemente herido hacia uno de los accesos del tren subterráneo. Ahí, es acorralado por sus atacantes…
22.05 horas. Los médicos ni siquiera alcanzaron a actuar. José Luis Vergara, quien presentaba antecedentes penales por robo con sorpresa y homicidio, es ingresado a la sala de reanimación, pero declarado muerto en los minutos siguientes. Sus múltiples heridas de bala hicieron imposible cualquier intento por salvarlo. En el exterior, sus familiares y amigos comienzan a llenar de a poco la sala de espera de Urgencia. En medio de su desesperación, demandan una rápida atención para José Luis, agreden verbalmente y amenazan a los guardias y funcionarios del recinto, mientras algunos patean las mamparas de vidrio de la sala de espera, intentando, sin éxito, romperlas. Sin embargo, son controlados por personal de Carabineros, que se encontraba apostado en el lugar. Aún desconocen que su pariente falleció. A lo lejos, varios disparos se escuchan desde las poblaciones vecinas.
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El caso de José Luis Vergara es uno de los 51 procedimientos médicos producto de heridos de bala que se han registrado este año -hasta la fecha- en el Hospital Padre Hurtado, emplazado en el paradero 18 de Santa Rosa. Un recinto que fue creado en 1998 para atender a pacientes de La Granja, San Ramón y La Pintana, comunas de la zona sur de Santiago que registran, en conjunto, una población cercana a los 450 mil habitantes.
Según Carabineros, en 2014, el recinto registró 183 atenciones por este motivo (un promedio de 15 mensuales), lo que lo convierte -junto a otros, como el Sótero del Río, en Puente Alto, y del Pino, en San Bernardo- en uno de los centros médicos de la capital -y del país- que reciben a más personas con este tipo de lesiones. La cifra incluye tanto a delincuentes como a pobladores que se convierten en víctimas de la violencia que se registra en la zona, la que se agudiza durante los fines de semana. Según una encuesta de Paz Ciudadana-Adimark de 2014, en el sector suroriente de la capital la victimización alcanza el 47,9%. Es decir, casi la mitad de los habitantes ha sido víctimas de algún delito.
La mayor cantidad de lesiones por disparos de arma de fuego que ingresa a este recinto se registra en la comuna de La Pintana, con 111 casos en 2014 y 25 en lo que va de 2015. En el listado de heridos de bala, a La Pintana le siguen desde muy atrás las comunas de La Granja, con 29 casos en 2014 y otros 13 durante este año; San Ramón, con 24 y seis, respectivamente, y El Bosque, con 19 y siete.
Estos procedimientos, en los que generalmente resultan heridas personas con antecedentes policiales, generan gran intranquilidad en los funcionarios y pacientes del hospital. Los ingresos producto de balaceras, generalmente van acompañados de la llegada al recinto médico de bandas completas, amigos de los heridos e iracundos familiares, que usualmente actúan con violencia, amedrentando a los funcionarios del recinto en demanda de una rápida atención y realizando daños materiales en el lugar. Aunque el recinto cuenta con seguridad privada, en muchas ocasiones no da abasto para hacer frente a una furiosa multitud que sobrepasa sus capacidades.
"Aquí hay noches tranquilas y otras que son un infierno", afirma un sargento de la Tenencia Lo Castillo, de la comuna de La Pintana, una de las poblaciones más conflictivas que se emplazan en las cercanías. El funcionario policial se encuentra en el recinto, en el marco de un procedimiento de constatación de lesiones de una joven embarazada, aprehendida tras participar en un robo. Mientras espera el papeleo, el uniformado destaca la complejidad de la zona donde se erige el centro médico: "Nos encontramos en un punto crítico de la zona sur de Santiago. Estamos rodeados de poblaciones conflictivas".
El sargento hace referencia a poblaciones como San Gregorio y Yungay, en La Granja; La Bandera, en San Ramón, y Pablo de Rokha y Santo Tomás, en La Pintana, además de la mencionada El Castillo. Todas comparten un denominador común: están afectadas por el narcotráfico y bandas rivales que se disputan los territorios, generando inseguridad en la población -cuya mayoría es gente esforzada de escasos recursos-, debido a los constantes enfrentamientos armados que protagonizan delincuentes y narcotraficantes. De hecho, minutos después de las declaraciones del sargento, varias ráfagas de armas automáticas se escuchan en las cercanías del hospital. Sin embargo, los funcionarios y pacientes en la sala de espera de la Urgencia parecen no tomarlas demasiado en serio. Tras la balacera, sólo un grupo de auxiliares discute brevemente el hecho, pero lo olvidan pronto, para seguir con sus labores cotidianas. Los ruidos de disparos parecen ser cosa de todas las noches. Algo casi sin importancia para gente que acostumbra a vivir o trabajar en un ambiente intranquilo y, muchas veces, inhóspito.
Lo que realmente aproblema a los trabajadores y a los usuarios del hospital es esta violencia que genera el entorno de las víctimas, que muchas veces termina con algún funcionario del centro médico como víctima de agresiones verbales o físicas.
"Las personas de las comunas cercanas prefieren venir a la Urgencia durante el día y la evitan, en la medida de lo posible, durante la noche", señala Leonardo Gutiérrez, presidente de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fenats) del hospital.
Un funcionario de Carabineros apostado en el recinto señala que la mayoría de los ingresos por heridas de bala se produce los fines de semana, principalmente entre las 23.00 y la 1.00. "Y después de las 5.00, cuando salen de las discotecas", agrega.
Los trabajadores reconocen que la seguridad del hospital ha mejorado tras un protocolo firmado en 2014 con Carabineros, mediante el cual existe una comunicación directa entre el recinto y la policía, la cual envía a una mayor dotación a resguardar el perímetro en las ocasiones en que llegan personas con heridas de bala, para evitar que la situación se salga de control. Sin embargo, demandan un mayor resguardo. "Aquí necesitamos a personal de Fuerzas Especiales", señala una trabajadora.
Asimismo, destacan que la seguridad ha aumentado sólo hacia el interior del edificio, ya que al traspasar las rejas perimetrales, la zona se convierte en terreno de nadie. Muchos de los trabajadores del hospital han sido objeto de asaltos en las cercanías del recinto. Afirman que es deber de la Municipalidad de San Ramón mejorar las condiciones de seguridad, principalmente las luminarias que, paradójicamente, en este caso brillan por su ausencia. Según los miembros de la federación de trabajadores, han intentado plantear esto al municipio, pero aseguran no haber sido escuchados.
Incidentes
En 2012, tres años después de la apertura de la Urgencia de adultos del Hospital Padre Hurtado, y mucho antes de la existencia del protocolo que hoy les otorga un mayor resguardo policial, se registró uno de los incidentes más recordados por el personal del recinto. Afirman que, tras una balacera entre bandas de traficantes rivales, dos hombres -padre e hijo-, pertenecientes a uno de los bandos en disputa, fueron ingresados con múltiples heridas a la Urgencia y derivados luego a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Los funcionarios rememoran que miembros de la banda rival ofrecieron una recompensa por la muerte de ambos internos. "Incluso, pegaron carteles en las afueras del hospital ofreciendo plata", señala Gutiérrez. "Empezaron a ingresar personas con armas, andaban hasta en los techos", agrega. En esa ocasión, recuerda, hasta hubo delincuentes que se disfrazaron de médicos, buscando burlar la seguridad. Sin embargo, todos los intentos fueron en vano. Un episodio similar se registró al año siguiente, y el que más está presente en los trabajadores y en los carabineros que realizan rondas por el sector: fue en octubre 2013, cuando miembros de dos familias rivales se enfrentaron a tiros en la población Santo Tomás, en La Pintana. En esa zona, operaban reconocidas bandas de narcotraficantes, como "Los Guarenes" y "Los Phillips", las que, supuestamente, fueron desbaratadas en 2007, pero cuyos miembros continúan teniendo presencia en la zona hasta la fecha. Esa balacera de 2013 dejó un fallecido en un bando, y dos heridos de gravedad, en el otro. Todos fueron trasladados al Hospital Padre Hurtado. Hasta el lugar llegaron familiares del asesinado, quienes intentaron un "ajuste de cuentas" al interior del recinto. Dos adultos arribaron al establecimiento con un arma de fuego oculta en un bolso, con la intención de dar muerte a los dos miembros de la banda rival que se hallaban internados. Tras amenazar a un guardia, lograron ingresar, pero el funcionario de seguridad alcanzó a dar aviso a los carabineros que custodiaban a los heridos. Finalmente, el dúo armado fue capturado por personal policial cuando se encontraba escondido al interior de un baño.
Aunque en ninguno de estos casos los atacantes lograron su cometido, el temor, como es natural, se apoderó de los trabajadores del recinto, por lo que solicitaron ayuda a las autoridades. Tras una intervención de la Fiscalía Metropolitana, se acordó el protocolo de acción con Carabineros. Asimismo, se instalaron medidas de seguridad adicionales, como pasos restringidos a zonas críticas del hospital, a través de tarjetas magnéticas y teclados de claves numéricas para permitir el ingreso.
Aparte de estos episodios, el hospital ha sido objeto de asaltos en diversas dependencias, incluyendo el robo, en dos oportunidades a la caja de la Urgencia pediátrica. Asimismo, se han denunciado constantes robos de vehículos desde los estacionamientos interiores. "Antes se robaban tres autos por mes. Les venían a sacar fotos, los ofrecían, y si alguien mostraba interés, se los robaban", afirma un trabajador del recinto. También, balas locas impactan de vez en cuando en el hospital. Hasta el momento, no hay víctimas que lamentar.
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Es de madrugada. Otra madrugada más en el Hospital Padre Hurtado. El carabinero de guardia sólo espera que no sea como aquella en que José Luis Vergara ingresó baleado para encontrar poco después la muerte. Durante la noche han arribado cuatro ambulancias a la Urgencia. Una cantidad de movimiento que podría alarmar a cualquiera, pero que, paradójicamente, ofrece un panorama alentador para el policía de turno: todos son pacientes de la tercera edad que han ingresado producto de enfermedades crónicas o descompensaciones. "Hasta el momento no hay ingreso por lesiones producto de riñas. Ojalá no me traiga mala suerte", comenta el carabinero.
Al rato aparecerán los primeros rayos de sol. Por esta vez, la guardia del Padre Hurtado terminará sin sobresaltos.
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