Las "catacumbas" del Instituto Nacional
<P><span style="text-transform:uppercase">[bicentenario] </span>En 2013 el colegio cumple 200 años y los ex alumnos esperan terminar las obras de su aula magna, gracias a un fondo del Gobierno Regional que se aprobaría a fin de mes. </P>
CASI con culpa, el rector del Instituto Nacional, Luis Toro, dice que desde que el actual edificio fue ocupado en julio de 1963, bajo el gobierno de Jorge Alessandri, nunca se terminó de construir. A 10 metros bajo su oficina, a mitad de cuadra de calle Arturo Prat, quedó inconcluso el proyecto de teatro multifuncional, aula magna o las "catacumbas" como llaman los institutanos a las míticas ruinas.
Es un enorme zócalo subterráneo que bien parece una estación de Metro. Gigante, enorme, con capacidad para 800 personas sentadas. Tiene empinadas escaleras, como las de un castillo de película de terror. Es firme como un bunker y frío como una caverna. Contemplaba foso para la orquesta, telón deslizable, platea y dos tribunas. "El escenario tiene 15 metros de alto. Podría actuar hasta un circo", dice el rector.
Pocos conocen las "catacumbas". Ningún profesor ha bajado y pocos alumnos. Sólo auxiliares depositan ahí desechos.
Es tal la cantidad de basura que parece que las ocupara alguien con "síndrome de Diógenes". Llevando una cocina dada de baja, por las escaleras sin baranda, el 30 de julio de 1998 murió el auxiliar Luis González. Cayó a un foso. Un oscuro hoyo seis metros. Desde entonces están cerradas bajo siete llaves.
Para los alumnos son un potente mito. En 2008 salieron a la luz, cuando los estudiantes del Nacional realizaron una serie de protestas por la deficiente instalación sanitaria y eléctrica que no había recibido ninguna mantención en 45 años. Pero cuando en febrero de 2009 se obtuvo del gobierno dinero extra para las reparaciones, no se les consideró una obra urgente.
El Centro de ex Alumnos tomó el guante. Se propusieron terminar el aula magna como obra del bicentenario del colegio que se celebrará el 10 de agosto de 2013.
Este año presentaron un proyecto al Gobierno Regional y a fin de mes se espera que se resuelvan los $ 3.500 millones que se requieren para terminar la obra.
Jaime Venegas (41), el presidente de los ex alumnos, que se formó en los raros y estrechos pupitres fijos del Nacional y ahora tiene un amplio escritorio de gerente de un banco en la torre Titanium, mira con buenos ojos la posibilidad: "Si aprueban las platas, es probable que podamos inaugurarla en agosto de 2013".
El 30 de julio se reúne el Gore y todos se comen las uñas, porque el monto puede escabullirse como ocurrió hace 49 años, en 1963.
En un comienzo estaban los dineros para terminar el edificio. El presupuesto para la nueva sede del Instituto Nacional salió de una pequeña tajada que el presidente del Senado, Angel Faivovich (institutano), propuso en 1959 sacarle a los montos asignados para organizar el mundial de fútbol de 1962. El gobierno lo aprobó de inmediato, porque Jorge Alessandri era institutano, también el presidente de la Corte Suprema y una decena de sus ministros.
Marcos Saravia es un ex alumno que estudió entre 1963 y 1970. Entró a 5° preparatoria en la sede antigua y egresó de 4° humanidades del edificio actual, así es que vio la construcción completa. "A fines de 1963 demolieron la mitad del inmueble antiguo, que era de adobe (levantado en 1843) mientras a los 1.500 alumnos nos amontonaban por el ala hacia Arturo Prat", recuerda.
Ahí celebraron los 150 años. "En marzo de 1964, Eduardo Frei Montalva recién asumiendo la presidencia, inauguró la primera mitad hacia San Diego. Era un chiche. Todo nuevo, con casilleros en los pasillos, pero como eran insuficientes las salas, expulsaron a 15 alumnos por curso. Perdimos a muchos compañeros", cuenta Saravia.
La mitad restante -donde está el aula magna- se empezó a construir en 1965. "Ya no teníamos los padrinos de antes: Frei Montalva era del Instituto Luis Campino", agrega. Así es que los estudiantes convivieron por años con maestros y carretillas.
De ahí ni hablar. Y aunque el tema se debatió en el Parlamento "nunca más estuvieron los dineros para terminarlo", apunta este ex alumno. En 1975, los militares ordenaron terminar rápido las salas y el gimnasio, y se clausuró el aula magna en obra gruesa. Tal cual está, hasta ahora. Abandonada, casi casi lista.
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