Las comunidades Castillo Velasco 2.0
<P>En 2004, el arquitecto Fernando Castillo Velasco y su hijo retomaron la construcción de este tipo de casas, en que sus dueños comparten grandes espacios comunes. </P>
NACIERON como tesis universitaria y se transformaron en un ícono entre las construcciones residenciales de Santiago. En 1972, Fernando Castillo Velasco era rector de la UC y, para ayudar a su hijo Cristián y a su sobrino Eduardo, quienes preparaban su egreso de Arquitectura, se le ocurrió invitar a varios académicos, que estaban comenzando sus vidas de casados, a "construir sus casas en comunidad, en un terreno que era de mi familia, y compartir grandes espacios comunes, interactuar y hacer amistad", cuenta este premio Nacional de Arquitectura.
Esa tesis se convirtió en la Quinta Michita, en calle Simón Bolívar. Un conjunto de 25 casas, en que viven o vivieron, entre otros, José Joaquín Brunner y Manuel Antonio Garretón.
Las comunidades se popularizaron luego entre los chilenos que, como Castillo Velasco, vivían en el exilio y que adscribieron a su idea: construir pocas casas, ampliables y acordes a las necesidades de cada familia, en un terreno común. Cada propietario participa del proyecto, privilegiando los espacios comunes (piscina, áreas verdes, juegos infantiles) por sobre los de uso exclusivo. Sin cercos duros, para que los niños transiten por toda la propiedad.
"En los 70 y 80 hice entre 40 y 50 comunidades para quienes planificaban su regreso a Chile y querían vivir bajo esta modalidad una vez estando aquí. Entre ellos, Ricardo Lagos Escobar", acota el destacado arquitecto.
En los 90, los proyectos se detuvieron cuando él asumió como alcalde de La Reina (1992-1994 y 1996-2004) y, en 1994, como intendente metropolitano. Al culminar su último período alcaldicio, formó la oficina Apinku junto a su hijo Cristián. Hasta ahora han completado cuatro nuevos proyectos y están comenzando la construcción de Los Almendros, en Huechuraba. Además, se preparan para ejecutar un sexto conjunto, camino a Farellones.
Padre e hijo coinciden en que la razón de este resurgimiento de las comunidades corresponde a que algunos matrimonios jóvenes las valorizan, porque "reemplazan la vida de barrio que casi ya no existe, con esa red de relaciones de buenos vecinos".
En cada proyecto, las familias participantes codiseñan sus casas y los lugares de encuentro. "Es un proceso lento, de un par de años, y en él la gente va mejorando mucho la arquitectura. No son expertos, pero saben cómo quieren vivir", acota el ex alcalde.
Eso es lo que rescata Gabriel Chadwick (31), casado hace dos años, padre de dos niños y partícipe del proyecto Los Almendros. "Don Fernando es muy receptivo de las ideas que uno plantea. Con mi familia queremos una casa ecológica y pedimos paneles solares, pero también separar las aguas grises para regar con ellas. Al final, esa idea se va a aplicar a todo el proyecto", cuenta.
Castillo Velasco añade que a parejas como ésta les gusta que sus hijos se críen con los de otros en los espacios comunes. "Algunos creen que al ceder derechos para uso común se pierde, pero al final ven que se ganan espacios para los niños, para la cultura y la amistad", dice Castillo Velasco.
Ximena de Luca (45) obtuvo una familia. Hace cinco años llegó a vivir a la comunidad Las Palmas por insistencia de su marido. Ella no estaba convencida; pensaba que eran "al lote, medio hippies".
A poco andar sufrió la trágica muerte, en un accidente, de su esposo y de su hijo mayor, y quedó sola en esa casa, junto a su hija de actuales ocho años. En ese momento su visión cambió: "Si no hubiera sido por esta comunidad, no sé cómo habría resistido. Ellos han sido mi apoyo y contención. La comunidad es mi familia y, a pesar de que la casa me queda grande, jamás me iría".
Los terrenos para edificar las comunidades surgen de diferentes formas: algunos interesados son propietarios de los suelos y se juntan con amigos o familiares para desarrollar ahí un conjunto. Otras veces, un grupo se acerca a Alpinku para solicitar que les ubique el terreno y le construya sus casas. En ocasiones ha sido la propia oficina arquitectónica la que ha encontrado algún predio para edificar ahí. Hoy es una tarea difícil, porque los terrenos en Santiago escasean y han subido mucho su valor. Cristián Castillo indica que si antes pagaban 0,2 UF por m2, hoy cancelan 6 UF.
En los 70 y 80, para construir una de estas comunidades aplicaban la misma normativa que se emplea para los edificios. "En el fondo", explica Castillo hijo, "era como si construyéramos un edificio acostado en el suelo, en un terreno de uso común, pero con derechos de uso de suelo exclusivos para las casas".
Actualmente, se han adecuado a las normas para condominios, pero dejando mayor superficie para espacios comunes. "En la comunidad Las Palmas (de calle Escritor Subercaseaux, cerca de Alvaro Casanova) hicimos 12 casas. Al lado, en un terreno igual, una inmobiliaria construyó 25, eliminando un bosque preexistente precioso, que nosotros, en cambio, mantuvimos".
Hoy están entusiasmados con crear una comunidad para un grupo de abuelos que se les acercó. "Es un nicho importante en que la protección mutua adquiere relevancia. Esperamos encontrar pronto un terreno para realizar este nuevo proyecto", finaliza Cristián Velasco.
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