Las difusas fronteras del arte global
<P>¿Qué tiene que ver la Coca-Cola y Benetton con el arte contemporáneo? Para el uruguayo Luis Camnitzer estos productos son reflejo de un mundo global que ha desafiado el rol crítico del arte. En Chile se publica un libro de ensayos que reúne 40 años de trabajo.</P>
Soy artista conceptual, soy extranjero, tengo problemas con la globalización y, como todo el mundo, vivo en una geografía y busco mi salud mental". Desde esta honesta autodefinición, el artista uruguayo Luis Camnitzer se despacha una serie de reflexiones sobre cómo ha cambiado el mundo y con él, la producción artística. Si son pocos los libros sobre arte actual escritos no por teóricos sino por sus propios protagonistas, más raros aún es encontrar publicaciones donde el artista no habla sobre su obra, sino sobre temas como colonialismo, globalización y qué tiene el arte que decir en este nuevo escenario. Mucho de esto contiene la selección de ponencias y ensayos escritos por Camnitzer desde fines de los 60 hasta hoy, reunidos en el volumen De la Coca-Cola al arte boludo, donde el artista aliña sus reflexiones con un lenguaje accesible y una pizca de ironía.
Camnitzer escribe desde una mirada bastante singular: un artista que escapa en los 60 de la dictadura uruguaya y aterriza en Nueva York, donde funda, en 1965, junto a Liliana Porter, el taller New York Graphic Workshop. Luego se convierte en profesor emérito de la Universidad del Estado de Nueva York y exhibe en la Documenta de Kassel, el MoMA, la Tate Modern de Londres y otros espacios del circuito internacional. El éxito, sin embargo, le trae una contradicción: el desarraigo de venir de la periferia y ser reconocido en el centro.
La dicotomía comercio-arte, que pocos artistas abordan con sinceridad, ocupa el cuarto ensayo, en el que el artista confiesa el riesgo de vender su trabajo: "Nunca sabría realmente si esa nueva obra, en caso de seguir por el camino de la obra vendida, sería hecha para repetir la venta o porque la investigación merecía ser continuada". Y como reconoce que el dilema no tiene solución, dice haberse escudado en una estructura moral que llama "cinismo ético": "La esencia de esta posición se basa en la idea de que prostituirse a sabiendas es mejor que prostituirse inconscientemente. En el primer caso es estrategia, en el segundo es corrupción".
La masificación del consumo, las campañas artísticas de publicidad e incluso los juguetes se convierten, bajo la pluma de Camnitzer, en íconos de esta cultura global que ha borrado el esquema centro-periferia para dar paso a una especie de "mayonesa" o "emulsión de centros dispersos" difícil de abordar desde el arte. En este difuso escenario, el autor advierte que si el espectador de antes respondía y retroalimentaba ese arte subversivo, ahora "la comunidad formada por los que beben la misma Coca-Cola, o el mismo vodka, no tiene información para darnos ni exige nuestra responsabilidad".
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