Las dos familias que dan vida al motocross chileno
<P>Los hermanos Quintanilla han sido animadores y múltiples campeones. Los dos menores son favoritos para la temporada que parte.</P>
Hoy parte un nuevo Nacional de motocross, una actividad que tiene otra particularidad: ha estado monopolizada en los últimos años por dos familias de pilotos, los Israel y los Quintanilla.
El mayor de los Quintanilla, Rodrigo, ya tiene 30 años, hoy no es profesional, pero corrió hasta la serie 125 expertos. Sus pasos fueron seguidos por sus hermanos Luciano (28), varias veces campeón chileno; Andrés (24), ahora dedicado al boxeo; Pablo (23) y Leonardo (18). Los dos últimos metidos de lleno y profesionalmente en el motociclismo. Por el otro lado está Jeremías Israel, que ya tiene 29 años, espejo de sus hermanos Vicente y Benjamín (mellizos, de 24) y ahora del pequeño Nicolás (6).
Todos comenzaron pequeños, aunque con historias muy diferentes.
Claudio Israel era un hombre "tuerca" por excelencia. Con una historia competitiva en las motos y el automovilismo, inculcó en su hijo mayor el amor por los fierros. Ya en la primera carrera le vio condiciones, pero nunca se imaginó que "iba a ser tan audaz, que iba a llegar a la AMA de Estados Unidos".
Muy distinta es la historia de los hijos de Arturo Quintanilla, quien asegura que "nunca me he subido a una moto. No sé andar y les tengo miedo". El empresario les compró motos de cuatro ruedas a sus, por entonces, cuatro hijos, para dar paseos por las playas de Santo Domingo, donde vivían. Pero nunca pensó que se pasarían a las dos ruedas. Para mostrarles de qué se trataba, los llevó a una competencia en San Felipe, a la que llegaron tarde, pero la carrera que vieron, con Francisco "Chaleco" López en la grilla, les bastó para enamorarse de las motos.
¿Qué opciones tenían los Israel de dedicarse a otra cosa? Vicente Israel indica que pocas: "A mi viejo le gustaba todo el mundo tuerca, nos compró motos y nos llevaba a las carreras. Todo fue por él, si a él le hubiese gustado otra cosa, seríamos otra cosa. Aprendimos antes a andar en moto que en bicicleta. No tuve otra opción de deporte", asegura. Los Quintanilla podrían haber elegido cualquier cosa, pero coinciden en que hacer motociclismo en familia es lo que los hizo perseverar. "Para nosotros, con Leonardo, esto es algo profesional. Va de gira toda la familia en torno al tema de las carreras", explica Pablo Quintanilla.
Viajar, competir y entrenar como clan es lo más valorado por los pilotos. Luciano Quintanilla cree que "es una gran ventaja respecto de los otros pilotos, que esté toda la familia detrás, el apoyo que nos dan los papás, los hermanos, los tíos. No es lo mismo entrenar solos que ir a la par con tus hermanos". Jeremías Israel ha vivido las dos experiencias. "Viví afuera, me dio esa noción de poder entender lo que es no tener a nadie alrededor, como es el común de los Israel, que estamos siempre juntos. A mí me gusta más, sobre todo en esta etapa de mi carrera".
Vicente Israel dice que "Jeremías era mi ídolo". "Jere" cree que eso "es probable, aunque nunca lo hemos conversado. Durante toda la etapa en Estados Unidos ellos fueron creciendo y aprendiendo. Fue una motivación, como ahora se han dado vuelta los papeles y ellos son mi motivación para seguir en el deporte. Sigo por ellos".
Escuela de vida
En lo que los padres coinciden es en que el deporte ha unido a la familia y los ha encauzado. Según Arturo Quintanilla, "gracias a esto son cabros sanos, serios, que llevan lo aprendido en el deporte a la vida profesional: la adversidad, las motos que se paran, se quiebran... A salir adelante". Su hijo Luciano asiente: "De chicos nos puso un entrenador y tres veces a la semana íbamos al gimnasio. Desde que empezamos, mi papá nos dijo que había que hacer las cosas bien a la primera".
Claudio Israel dice que "siempre pensé en que este deporte, donde hay que estar siempre preparándose para el riesgo físico me iba a ayudar a guiarlos por el buen camino. Aunque también hay una sensación de que se es tres veces más vulnerable".
Y esto no para. Nicolás Israel tiene seis años y rejuvenece a su padre. "Volveré a partir desde las inferiores", dice Claudio Israel. Y está feliz.
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