Las feromonas: ¿el gran mito?

<P>Especialista desmiente la existencia de un componente mágico en nuestras hormonas que sea capaz de atraer al sexo opuesto.</P>




No cabe la menor duda. Para el gusano de la seda es mucho mas sencillo de lo que puede resultar para usted o para el del lado. Porque cuando la hembra de esta especie, ya convertida en una bella mariposa, quiere atraer a algún macho, simplemente esparce una sustancia química desde sus glándulas abdominales y éste cae "rendido a sus pies". O a sus alas, para ser exactos.

Ese es el poder de las llamadas feromonas, sustancias secretadas por el organismo y que en el reino animal cumplen la función de atraer a miembros del sexo opuesto. Las mismas que durante décadas los científicos han hipotetizado que se encuentran en el sudor humano y que, de algún modo, a través del olfato seríamos capaces de percibirlas en presencia del sexo opuesto. La industria del perfume, incluso, asegura tener muchos productos elaborados con esta mágica sustancia.

Pero no tan rápido. Hasta ahora nadie ha probado de manera científica que en efecto, el ser humano produzca feromonas con el potencial de "engatusar" a alguien, o al menos, no todavía. Esa es la advertencia del científico Richard Doty en su libro El gran mito de las feromonas, donde presenta evidencia que resta importancia al papel que juegan estos químicos en la seducción. Y algo sabe del tema este experto estadounidense, quien como director del Centro de Investigación para el Olor y el Sabor de la U. de Pensilvania ha dirigido varios estudios sobre el tema.

Una de las principales nociones que se han trabajado para encontrar esta "elusiva" esencia son sustancias secretadas por el órgano sexual femenino, en el caso de las hembras y por el sudor, en el caso de los machos. En las hembras, por ejemplo, este elemento habría sido hallado en los 50 por investigaciones en primates. Richard Michaels, siquiatra y primatólogo británico, descubrió este componente en los macacos de la India, cuyas hembras, según sus estudios iniciales, atraen a los machos gracias a este verdadero "don" hormonal.

Doty explica que la industria del perfume ha desarrollado varios productos en base a este hallazgo, aislando la hormona femenina en cuestión e incorporándola a sus fragancias tope de línea. "Pero no es más que un mito", asegura el experto. En una de las investigaciones citadas en su libro, científicos utilizaron a estos mismos macacos y consiguieron aislar a la feromona, bloqueando otras influencias hormonales que pudiesen atraer a los machos. Luego encerraron a varios especímenes en una jaula, para ver si esta feromona mágica podía, por sí sola, atraer a los primates. ¿Y? Nada.

Doty realizó estos estudios en seres humanos, utilizando la esencia mediante mascarillas impregnadas en varones que debían observar fotos de contenido erótico. Pero de nuevo, nada. Y la historia no termina ni en este estudio ni en el componente investigado. Los hombres también secretan feromonas a través del sudor, específicamente, una sustancia llamada "androstenediona".

En la década de los 90, muchos científicos se lanzaron a la caza de este componente, que haría que las mujeres consideraran sexy a cualquier hombre. Incluso, se realizó un experimento, muy mediático, donde cientos de mujeres debían olfatear poleras masculinas impregnadas en sudor con olor a "macho". Y sí, efectivamente ellas encontraron más agradable el aroma de unas poleras versus otras, pero el análisis de los resultados probó que el componente mágico tenía poco que ver: las mujeres elegían, coincidentemente, el olor de los hombres que tenían un sistema inmune más fortalecido.

Richard Doty concluye que las feromonas podrían tener algún efecto, pero no por sí solas, sino en conjunción con una serie de otros factores hormonales, que de manera inconsciente indican a los seres humanos que la pareja ante su presencia posee genes fuertes y una salud a toda prueba. En otras palabras, lo necesario para dar a luz hijos sanos y fuertes.

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