Las historias tras los poblados divididos por la construcción del proyecto termoeléctrico

<P>Principales detractores son de Punta de Choros y caleta Los Choros, quienes temían impactos.</P>




En 2005, Elena Ahumada y su esposo Paulino Castillo estaban orgullosos de Rayo, su caballo, que pastaba en los jardines de Chungungo, un poblado a 110 kilómetros al norte de La Serena. El animal estaba bien cuidado y sus dueños y los vecinos de éstos vivían de la extracción de locos y algas marinas.

Rayo ya no está. Sus dueños lo cambiaron por dos taca-taca, que arrendaron a una feria de entretenciones. Pero, la falta de turistas obligó a Elena a innovar: compró dos camas elásticas. También le fue mal y hoy debe varios pagos. Ahora administra un almacén, desabastecido, mientras su marido trabaja esporádicamente en la construcción.

"Este pueblo solía tener más de 500 habitantes. Hoy, uno no ve más que unas pocas mujeres y algunos de sus hijos menores. Los otros se fueron a otras ciudades a probar suerte. La mayoría de las casas de Chungungo está abandonada. Hace años que se terminó el loco, y no es culpa de la termoeléctrica", dice ella.

Para estos vecinos de Chungungo, la abortada central Barrancones era una esperanza de fuentes laborales y no ocultan su frustración por lo ocurrido en la semana.

Una opinión que comparten habitantes de caleta Hornos. Ambas localidades forman parte de la comuna de La Higuera, y por estos días se contraponen con otros dos poblados de la zona: Punta de Choros y Los Choros, donde se concentró la oposición al proyecto termoeléctrico. Ahí, celebran que la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt ya no se verá afectada por la instalación de la planta.

Punta de Choros y Los Choros se ubican 22 kilómetros al norte del sitio donde se proyectaba la planta Barrancones. Chungungo y caleta Hornos, quedan justo al sur.

Historias paralelas

Caleta Los Choros y Punta de Choros viven realidades positivas: empresas de turismo que han evolucionado al excursionismo y la pesca deportiva, una caleta bien organizada e, incluso, proyectos para industrializar localmente los recursos del mar, caracterizan a estos poblados.

Allí vive el ciudadano holandés Jan van Dijk, un profesor de idiomas que hace décadas llegó al sector y que terminó nacionalizándose y casándose con una chilena. Le gusta la decisión del Presidente Piñera: "Soy, como dijo la funcionaria de Corema, un hippie de mierda", dice entre risas.

Punta de Choros, emblema del rechazo al proyecto, está ubicada 18 km al poniente de la Ruta 5. Ahí, el dirigente pescador Domingo Carvajal relata cómo su comunidad de 150 pescadores logró "seguir las reglas y cuidar desde los 90 el loco. Venían lanchones industriales ilegales y nos enfrentábamos. Salían pescadores a la mar y los deteníamos, hoy gracias a ese orden comunitario contamos con más de un millón cien mil kilos para extraer al año".

El dirigente, cuyo hogar, ropas y manos exudan un intenso aroma a mariscos frescos, añade que hoy pueden encontrar compradores asiáticos dispuestos a pagar más de $ 5.500 por el kilo. "Si hubiese prosperado la planta, quién iba a venir a pagar eso?". Carvajal asegura que en "caleta Hornos y Chungungo no fueron previsores. Dejaban que les robaran en sus narices el recurso y hoy no tienen ni para ellos. Así es fácil dejar que una empresa grande venga a ofrecer educación y trabajo a costa de los demás".

¿Y ahora qué?

"Nosotros teníamos un área de manejo con cuota de extracción de loco cercana a las 100 mil unidades anuales, pero en todo el año pasado sacamos menos de 60 mil. ¿Cómo no íbamos a querer la planta?", pregunta Elena.

Durante 2009, Elena y Clara, su hermana, participaron de un proyecto de capacitación en cocina industrial financiado por la firma titular del proyecto. Esperaban ganarse la vida alimentando a los operarios de la industria. "Ahora tendré que dejar esta zona e ir a buscar trabajo quién sabe dónde, tal como hizo mi esposo y mis dos hijos mayores", dice Clara.

"Estas comunidades suman entre todas 30% de la cuota de extracción de Punta de Choros. Aquí la gente no sabe qué hacer y nuestra única salida era trabajar para la planta termoeléctrica. Ellos levantaron proyectos de capacitación para dar cientos de trabajos. La idea era levantar estos poblados", alega Cristián Cortés, dirigente de los pescadores de caleta Hornos.

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