Las historias tras los últimos días de Enacar
<P><span style="text-transform:uppercase">[carbon]</span> El desempleo es parte de la realidad que se vive en Lota, en la Región del Biobío. En abril comenzó el fin del proceso de cierre de su industria minera. </P>
ES pasado el mediodía del viernes en las deterioradas estructuras que albergan lo que quedó del antiguo pique Carlos, perteneciente a la Empresa Nacional del Carbón (Enacar) y un grupo de trabajadores acarrea sacos de cemento y materiales a un costado del lugar. Con ellos construirán viviendas sociales en la comuna de Lota, ubicada en la Región del Biobío.
Las faenas son observadas de cerca por el vigilante Adán Sánchez, quien lleva poco más de dos meses a cargo de la seguridad del recinto. El antiguo yacimiento, en el que aún se aprecia la desgastada torre por la que los mineros descendían en jaulas a una profundidad de 500 metros para lograr extraer el carbón, hoy solo es utilizado como lugar de acopio de materiales. Una realidad distinta a la que el mismo Sánchez conoció entre 1980 y 1996 cuando era uno más de los mineros que encontraron en la explotación del carbón, su única fuente laboral. "Me da nostalgia caminar por acá, ver las máquinas que aún están y pensar que en esos años por acá pasaron más de 18 mil trabajadores", cuenta el vigilante.
En abril, el directorio de Enacar aprobó la constitución de una comisión liquidadora que concretó finalmente la disolución de la empresa estatal. Esto es interpretado como la última etapa del proceso iniciado exactamente hace 16 años cuando, durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se concretó el cierre de los yacimientos lotinos debido al déficit operacional.
La ciudad, que por décadas se convirtió en la cara visible del éxito de la industria minera, lidera el ranking nacional de desempleo con una tasa de 11,9% según la última medición de Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Al recorrer la ciudad se ven adultos mayores sentados en las principales plazas o en las esquinas. La mayoría de ellos son ex mineros que sobreviven con pensiones de gracia o que trabajaron en los programas de empleos de emergencia.
"Con el cierre de Enacar se produjo la disgregación de las familias. Los hijos y la gente empezaron a irse en búsqueda de oportunidades. Hoy el pueblo de Lota está cada vez más viejo", dice Jorge Orellana, presidente del Frente Amplio de Trabajadores Mineros que agrupa a los ex trabajadores de Enacar.
Orellana, de 54 años y padre de tres hijas, se dedicó a la extracción del mineral entre 1985 y 1997, año del cierre del yacimiento de Lota, oficio al que también se dedicaron su padre y abuelo.
Después del cierre, trabajó en programas de pavimentación, los que dejó en 2009 cuando a los ex mineros que tenían sobre los 45 años se les otorgó una pensión de gracia que bordea los $ 226 mil.
Son más de 2.000 trabajadores en la misma situación de Orellana, sin embargo 63 de ellos dejaron de recibir el beneficio por haber cumplido los 65 años, edad de jubilación. "Ver llegar a un viejo de 65 años que le quitaron la pensión y que ahora reciba $ 90 mil o una viuda que llegue con $ 45 mil, es dramático", dice.
El minero Enrique Ramos, cuenta que la preocupación del cierre de Enacar surge porque "necesitamos las oficinas abiertas para los trámites de las becas que se nos daban a nivel educacional para nuestros hijos". Según Ramos "todos los años hay que renovar los trámites, como también de aquellos mineros que aparecen beneficiados por accidentes del trabajo. Entonces, a ellos se les reevalúa cada cierto tiempo y todos estos trámites los hacemos en esa oficina que queda al lado del teatro de Lota".
Por esto, los ex mineros aseguran que darán su "última lucha". Dicen que hace un año le pidieron al gobierno que las pensiones sean vitalicias y no han tenido respuesta. En las próximas semanas, anunciaron, llegarán a La Moneda para solicitar respuestas.
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