Las huellas de los anarquistas chilenos en el exterior

<p>La detención en España de dos ex imputados en el caso bombas reabrió el debate por las supuestas conexiones que unen a los anarquistas chilenos con sus pares en el extranjero. </p>




l viernes 15, una treintena de encapuchados se instaló en las dos salidas del Campus Juan Gómez Milla de la Universidad de Chile, en Ñuñoa, sede recurrente de movilizaciones y protestas. Apenas cayó la noche, los encapuchados comenzaron a lanzar piedras y bombas molotov contra la policía, desatando un enfrentamiento que se extendería entre las calles Grecia e Ignacio Carrera Pinto.

Tras una hora y media de disturbios, la normalidad volvió al barrio universitario. Pero sólo al día siguiente la policía entendería las razones del ataque express: un comunicado que comenzó a circular por diversos canales de movimientos anarquistas daba cuenta de lo que se definió como “una acción de solidaridad internacional por los compañeros apresados en España”.

La circular aludía a la situación de Francisco Solar Domínguez y Mónica Caballero Sepúlveda, los dos chilenos que fueron detenidos el 13 de noviembre, en Barcelona, junto a otras tres personas, por su presunta responsabilidad en la colocación y activación de un artefacto explosivo en el altar mayor de la Basílica del Pilar de Zaragoza, el pasado 2 de octubre.

El Ministerio del Interior de España dijo que sus informes de inteligencia sindican a los detenidos como miembros de grupos anarquistas, “muy bien organizados y con conexiones internacionales responsables de múltiples acciones terroristas”.

Esta información copó de inmediato los principales sitios web anarquistas en español e inglés, en los que se llamó a ejercer diversas acciones de apoyo internacional. En Chile, al enfrentamiento en Ñuñoa se sumó otra acción de protesta el sábado 16, a las afueras de la embajada española, en Providencia. Así, cerca de las 13 horas, una veintena de personas se instaló en los alrededores de la sede diplomática para protestar por la detención de Solar y Caballero, con cánticos y carteles.

En la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) montaron un seguimiento permanente a estas actividades, tanto dentro del país como en el extranjero. Los primeros reportes dan cuentan que, además de Chile, hubo actividad en Grecia y México en torno a lo que estaba ocurriendo en Barcelona. Ante esto, de acuerdo con fuentes del organismo, la agencia elaboró un informe reservado para La Moneda. En el documento se hace, además, una descripción detallada de las operaciones de Solar y Caballero en Barcelona, a partir de información obtenida personalmente por el director de la ANI, Gonzalo Yuseff, quien estuvo durante 15 días en Europa. El ex fiscal conocía muy de cerca a los imputados, ya que el Ministerio Público los individualizó como dos de las 14 personas que colocaban bombas en Santiago, antes de que la justicia los absolviera, en 2011, en el marco del bullado caso bombas.

En el escrito, la ANI recomienda levantar alertas de seguridad en sedes diplomáticas y empresas chilenas en el extranjero, por riesgos a eventuales ataques en Grecia, Italia y España, además de otros países, como México y Argentina, donde “existen colectivos anarquistas” que mantendrían nexos con Chile.

La eventualidad de contactos fue advertida por las autoridades hispanas al embajador de Chile en España, Sergio Romero, quien se reunió con el ministro del Interior de ese país, Jorge Fernández, para informarse de las operaciones de la policía y la situación de los chilenos detenidos. Según Romero, el gobierno español evidenció preocupación por los nexos chilenos con las orgánicas anarquistas en España e Italia (ver entrevista).

Las muestras de respaldo a Solar y Caballero en Barcelona no son el único atisbo de la eventual conexión de chilenos con grupos anarquistas en el extranjero.

Antes de ellos, los casos de Luciano Pitronello, alias “El Tortuga”, y Mauricio Morales también despertaron muestras de solidaridad y apoyo fuera de Chile. Pitronello, por ejemplo, quien cumple seis años de libertad vigilada por colocar una bomba en junio de 2011, fue el foco de atención de estos grupos en varios países.

El caso fue traumático: el extintor cargado con un kilo de pólvora negra le explotó en las manos antes de que terminara de depositarlo en el frontis de un banco y resultó con el 32% de su cuerpo quemado, perdió la mano derecha, tres dedos de la izquierda y parte de la visión en un ojo.

El accidente de Pitronello fue comentado, por ejemplo, en Indonesia, donde se creó el comando Luciano Tortuga. El grupo -declarado anarquista- se adjudicó diversos ataques a bancos en ese país durante el proceso judicial que condenó al joven estudiante. Su caso, además, ha desatado muestras de apoyo en Grecia y México.

Parecido es el caso de Mauricio Morales, quien falleció en 2009, luego de que explotara la bomba que trasladaba por Santiago Centro. Bajo su nombre se articularon en Sudamérica algunos grupos y su muerte motivó la redacción de una serie de documentos en español e inglés para retratar al movimiento anarquista.

“La muerte de Morales fue reivindicada en diversas partes del mundo. Desde ese entonces, el anarquismo chileno cobró relevancia en las redes internacionales”, dice Erik Marín, psicólogo que intervino en las pesquisas del caso bombas.

Según fuentes de inteligencia, a partir de la muerte de Morales comenzaron a revelarse conexiones de grupos anarquistas chilenos con sus símiles de Argentina, México, Brasil y Uruguay. Los vínculos con Europa, sin embargo, sólo fueron advertidos a partir de la operación “Salamandra”, encabezada por el ex fiscal Alejandro Peña, quien detuvo a 14 personas por los más de 148 bombazos en Santiago, en el marco de esa investigación.

Nombres como el de los comandos Células de Fuego, Liberación Total, Bandera Negra Internacional y la Nueva Guerrilla Urbana, de origen extranjero, comenzaron a hacerse habituales entre los anarquistas chilenos, quienes los contactaban a través de redes sociales y sitios web. “También, anarquistas extranjeros viajaron siempre a Chile con el propósito de intercambiar información y generar mejores vínculos por las dificultades (seguimientos) de las comunicaciones”, explica Marín.

Los contactos a través de las redes sociales quedaron evidenciados una vez más en el apoyo internacional que recibieron de inmediato Francisco Solar y Mónica Caballero, tras conocerse su detención en Barcelona y su vinculación al comando denominado Mateo Morral.

El grupo al que pertenecen los chilenos detenidos se cobija bajo la Federación Anarquista Internacional (FAI) o el Frente Revolucionario Internacional (FRI) que, de acuerdo con la policía española, nació hace un año tras la unión de dos agrupaciones radicales: la Cruz Negra Anarquista y el Bloque Negro.

Morral fue el anarquista que atentó contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en 1906.

La presencia de los dos chilenos no es excepcional en el grupo, que está integrado principalmente por jóvenes madrileños y extranjeros. Según la investigación que lleva la justicia española, los miembros del comando Mateo Morral van rotando e incluso, pueden pertenecer a varias células de manera simultánea para que la policía no detecte un padrón de organización.

Las muestras de apoyo que recibieron Solar y Caballero tampoco escapan al tipo de comportamiento de estos grupos. Desde la ANI sostienen que los anarquistas tienen un ritual de acompañar y apoyar a los “compañeros” encarcelados.

Ello, pese a que no se conocen entre ellos o, en algunos casos, ni siquiera compartan idioma. Y es que lo que los une es una indiferencia radical por el sistema económico, social y político actual, al que se oponen a través de manifestaciones callejeras, enfrentamientos con policías o incluso, colocación de bombas en lugares previamente escogidos, como la banca y la Iglesia.

Quienes adhieren a estos grupos, en su mayoría, son jóvenes de clase media y alta, estudiantes universitarios o profesionales que estaban en proceso de radicalización. El mismo perfil que, según las pesquisas de inteligencia, coincide con las personalidades de Solar y Caballero, razón por la que -según Erik Marín- “no cabe duda que desde su llegada a territorio español estuvieron bajo la atenta mirada de los equipos especiales. Ellos tienen un amplia experiencia de seguimiento, dado lo ocurrido en Atocha y la ETA”, experiencia que terminó sellando el destino de los jóvenes chilenos en España.

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