Las librerías que renuevan la ruta del libro en Santiago
<P>Mientras en España cae la venta, en Chile los libreros se expanden: Metales Pesados, Ulises y Qué Leo inauguran nuevas sedes. </P>
"Catorce mil títulos chilenos", dice al empezar, con evidente orgullo. Y luego, para que no queden dudas, Carmen Gloria Arce repite la cifra: "14 mil". La directora ejecutiva de la Asociación de Editores de Chile habla de Lea Más, la primera librería del organismo. Ubicada en el Centro Gabriela Mistral (GAM), en esos 170 metros cuadrados con vista a la Alameda hay algo más que una librería: hay una apuesta radical por el libro chileno. Con raras excepciones, la tienda tiene a la venta sólo libros producidos por editoriales y autores locales. Ni qué decirlo: comercialmente es una aventura inédita. "Es algo más que un negocio", dice Arce.
Abierta en enero pasado, aunque aún en marcha blanca, Lea Más es la última incorporación al mapa librero de Santiago. Un mapa que se mueve pese a los riesgos económicos de vender libros: a falta de cifras locales, las recién evacuadas en España piden estar atentos: en 2010, la venta de libros cayó en un 7%. Al margen de los vaivenes de las dos grandes cadenas, Feria Chilena del Libro y Antártica, las más pequeñas, con curadurías personales y esquivas al best seller, se mueven con optimismo: Ulises, Metales Pesados y Qué Leo abren nuevas sedes, Prosa & Política consolida su vocación especializada y La Ciudad Letrada crea una Escuela de Lectores.
El nuevo mapa
Una mañana cualquiera: el escritor argentino Alan Pauls y los historiadores Gabriel Salazar y Manuel Vicuña se topan en Metales Pesados. Es el público que atiende la librería de José Miguel de la Barra, centrada en la literatura contemporánea y las artes visuales. Abierta en 2003, junto a Ulises fueron pioneros en la actualización de las librerías de la ciudad: "El 70% de nuestros libros son importados", dice Sergio Parra, alma de la tienda.
La librería de Parra está creciendo: en diciembre pasado, Metales Pesados abrió una sede en Valparaíso, en la Casa E, del Cerro Alegre. Compitió con Editores de Chile por el espacio en el GAM, pero al final encontró otro nuevo lugar en Santiago: se asoció con la Universidad Alberto Hurtado y levantará una nueva sucursal en la sede de la casa de estudios en Alameda, a la salida del Metro Los Héroes. "Hay lectores, pero hay que saber administrar una librería", dice Parra, que reconoce a pares en Prosa & Política y Takk. Esta última está en el epicentro librero santiaguino: los alrededores del Drugstore, en Providencia.
Adentro de esta galería están Nueva Altamira, Feria Chilena del Libro, Contrapunto y Donoso. Afuera, Catalonia y Qué Leo. Al costado de Andrés de Fuenzalida, Ulises muestra su exclusivo catálogo, donde no hay autoayuda ni best seller y, al menos, el 30% es importado. Con una década de vida, Ulises ha escalado como ninguna otra hacia el oriente: tienen sucursales en el Mall Parque Arauco y en Avenida Los Trapenses, en Lo Barnechea.
En 2010 Ulises bajó: abrieron una tienda en el bohemio barrio Lastarria, acaso la más deslumbrante de las librerías de la ciudad. Tiene dos pisos, grandes estanterías y una mesa para sentarse a hojear libros. "Al principio se nos hizo más complicado comercialmente, para nadie fue fácil el 2010, pero terminamos bien. Ya tenemos un grupo de clientes", dice Víctor Fernández, a cargo de la sede donde el 13 de abril servirá de escenario para lanzar Animales domésticos, el nuevo volumen de cuentos de Alejandra Costamagna.
A pocas cuadras de Lastarria, en la esquina nororiente de Portugal con Diagonal Paraguay, está La Ciudad Letrada. "Pretendíamos ser una librería de barrio, pero terminamos siendo una librería de barrio virtual", dice su dueño, Marco Antonio Coloma. A 15 meses de su apertura, no recibe mucho público, pero mete ruido en Facebook y Twitter.
Hacen remates de libros en su página web, les dan descuentos a sus amigos en Facebook y, desde Twitter, crearon un lazo con su público: desde marzo echaron a andar la Escuela de Lectores, talleres de conversación en el GAM en torno a temas como la ciencia ficción, la novela chilena, nueva poesía y el erotismo.
Qué Leo también está en las redes sociales. En lugar de invertir en publicidad, cada mes hace un fuerte descuento en sus libros: vía Twitter avisan que cierto día tendrán 30% o 40% más bajos los precios. "Es un gran impulso promocional", dice Juan Carlos Fau, el dueño.
De vocación masiva, Qué Leo no tiene miedo en mezclar bestseller con Joan Didion u Orlando Figes. "No creemos que los libros hacen mejor a la gente. La gente compra libros porque lo pasa la raja", dice Fau, que sabe algo más: no hay tantos compradores. Por eso, Qué Leo no aspira a ser una cadena. Sí vende franquicias: hace pocos meses se cerró una en el Patio Bellavista (pocos compradores), pero en 2011 abrirá otra en el Apumanque.
"Una librería no es gran negocio", apoya Berta Concha, mujer con varias décadas en el negocio del libro y dueña de Prosa & Política, brazo público de la distribuidora Liberalia. En el mapa librero, la tienda es la única especializada en filosofía y ciencias sociales. Con una cuidada oferta de literatura y novelas gráficas, la tienda está enclavada en el barrio cívico y ahí está su público: abogados, académicos y no pocos hombres clave para las políticas públicas del país. El plan de Concha es serio: distribuir en Chile los últimos avances del conocimiento. No importa que no sea un negocio. "Hacen falta más librerías", dice un par de veces. Hay algunas más, claro: la del Fondo de Cultura Económica, en el Paseo Bulnes, es cómoda y muy completa, Clepsidra hace patria como la única de Ñuñoa, y en una salida de los Dos Caracoles hacia Nueva de Lyon, Quimera opera como si no existiera el IVA: todos los libros valen 20% menos.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.