Las múltiples facetas de George Orwell

<P>"La primera prueba de cualquier obra de arte es su pervivencia", decía George Orwell. Siguiendo esa misma medida, se puede decir que los artículos del escritor inglés reunidos en <I>El león y el unicornio y otros ensayos</I> (sobre literatura y política, experiencias personales y gastronomía) están más vivos que nunca.</P>




Desde Blest Gana a Donoso, hay una arraigada tradición en la narrativa local de observar al país como una isla, de la cual es necesario escapar para ser escritor y no morir en el intento. Pero leyendo a George Orwell (1903-1950) se cae en la cuenta de la falacia de dicho predicamento. Nacido en la India, pero inglés de punta a cabo (es decir, insular auténtico), el autor de 1984 afirmaba que abandonar la tierra natal supone para el novelista "trasladar las propias raíces a un terreno menos profundo… El efecto que tiene es arrancarle del contacto con la vida".

Aunque detestaba el discurso patriotero, Orwell adoraba Gran Bretaña y probablemente ningún libro exprese mejor esa dualidad que El león y el unicornio y otros ensayos, un magnífico volumen recientemente editado en español, que recopila algunos de sus más brillantes textos de no ficción. De todos los escritores ingleses del siglo pasado, el autor de Rebelión en la granja es uno de los que mejor ha sobrevivido al transcurso del tiempo y hoy sus apuntes y novelas siguen tan actuales como el primer día.

La crónica que da título a la colección, que alude a los animales totémicos del escudo de armas de Inglaterra, es una reflexión sobre los peligros del nacionalismo, sin menoscabar lo que hace único y entrañable a un país. Orwell jamás cae en simplificaciones, y en este texto critica al pacifismo que no toma partido frente a Hitler, pero también al ánimo chovinista que usa la clase dirigente para llevar a las masas a la guerra. "Según escribo estas líneas, seres humanos sumamente civilizados me sobrevuelan intentando matarme", escribe. "No sienten ninguna enemistad personal hacia mí, ni yo hacia ellos… La mayoría, no me cabe duda, son hombres de corazón amable, respetuosos con las leyes, que nunca soñarían con cometer un asesinato en su vida privada".

El novelista acusa a la elite de su país de llevar una vida de privilegios, apartada de la realidad. Aborrece su indolencia, su estupidez, su incapacidad. Tampoco cree en el internacionalismo proletario, pues lo considera nada más que una artimaña del poder soviético. El carácter de una nación -sostiene- se mide por cosas banales: "los españoles son crueles con los animales, los italianos no saben hacer nada si no es con un ruido ensordecedor, los chinos son adictos al juego. Es obvio que estas cosas no tienen en sí mismas ninguna importancia. No obstante, no hay nada que no obedezca a una causa, e incluso el hecho de que los ingleses tengan los dientes cariados bien puede decirnos algo acerca de la realidad de la vida en Inglaterra".

Como una máquina de rayos x, el diagnóstico de Orwell va al hueso y descubre lo que nadie ve. Aunque el futuro le parece sombrío, afirma que los intelectuales que aspiren a una Inglaterra germanizada o rusificada, se verán decepcionados.

El crítico

Orwell no sólo destaca cuando habla de política; también cuando aborda temas literarios. En El vientre de la ballena (1940) analiza el estado de la narrativa en lengua inglesa a partir del caso de Henry Miller, a quien elogia por su novela Trópico de cáncer, prohibida en su momento por pornográfica. Señala que la literatura de su país se ha movido como un péndulo desde la mirada pasiva al compromiso político. Y que la irrupción de Miller en EEUU viene a demostrar que las nuevas generaciones no tienen interés en la contingencia, porque su ideal es vivir como Jonás -el personaje bíblico- dentro de un mamífero marino, protegidos de toda circunstancia ajena.

Además de resaltar la figura de Joyce (ahí está la famosa frase: "lo realmente llamativo de Ulises es lo tópico de todos sus materiales") el escritor se burla de los miembros de su generación seducidos por el comunismo, al que describe como una nueva religión o "el patriotismo de los desarraigados". Sobre todo cuestiona a los intelectuales que, desde el escritorio, defienden los crímenes cometidos por Moscú: "Se da el caso de que he visto cadáveres de bastante hombres asesinados: el terror, el odio, el llanto desgarrador de los familiares, las autopsias, la sangre, el mal olor. Para mí, el asesinato es algo que hay que evitar a toda costa".

El lado gourmet

Aparte de reflexiones literarias y políticas, El león y el unicornio y otros ensayos incluye textos misceláneos, entre ellos una nota autobiográfica, en la que se define así: "Me gustan la cocina inglesa y la cerveza inglesa, los vinos tintos franceses, los vinos blancos españoles, el té indio, el tabaco fuerte, el fuego de carbón, la luz de las velas y los sillones cómodos. Me desagradan las grandes ciudades, el ruido, los automóviles, la radio, la comida enlatada, la calefacción central y el inmobiliario moderno". Otras crónicas también dan cuenta de su faceta gourmet. En Una buena taza de té entrega las 11 recomendaciones para disfrutar la bebida caliente y en La Luna bajo el agua describe la mejor taberna del planeta. Impagables.

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