Las raíces del mal
<P>En su monumental obra <I>Sangre y rabia</I>, el historiador británico Michael Burleigh desmenuza más de un siglo de movimientos terroristas. A la hora de explicar el fenómeno, sus dardos apuntan al "multiculturalismo", concepto tan en boga en Europa y particularmente en Inglaterra.</P>
Tras la retirada de las tropas rusas, en 1989, Afganistán se sumió en una cruenta guerra civil entre las facciones yihadistas que buscaban controlar el país. Paradojalmente, una de sus primeras víctimas fue uno de los ideólogos de la lucha contra los invasores soviéticos. Junto a dos de sus hijos, el palestino Abdullah Azzam fue asesinado por una bomba mientras se dirigía a una mezquita. El autor del atentado había sido uno de sus discípulos: el egipcio Aymán al Zawahirí, famoso por ser el lugarteniente de Osama bin Laden en Al Qaeda.
Azzam y su abrupto final es una de las cientos de historias incluidas en Sangre y rabia: una historia cultural del terrorismo. Escrito por el historiador británico Michael Burleigh, ganador del premio Samuel Johnson por su libro El Tercer Reich, el texto es una síntesis acabada sobre esta amenaza que ha asolado al mundo desde el siglo XIX.
La suerte de Azzam ilustra el sinsentido de la violencia ejercida por los movimientos terroristas. Desde los "fenianos" en Irlanda y los anarquistas rusos del siglo XIX, pasando por los independentistas argelinos del FLN o los palestinos de la OLP, hasta grupos como las Brigadas Rojas de Italia y la Facción del Ejército Rojo de Alemania, todos comparten ese trazo en común. Según el autor (quien se define "conservador, realista, escéptico frente a los neo-cons"), no importan las causas que esgriman estos grupos. Lo cierto es que todos tienen el propósito de crear "un clima de miedo que compense su carencia de poder político". Y quienes se dejan seducir por los cantos de sirena del terror "padecen de desequilibrio moral".
La demencia de la fuerza bruta es la que invariablemente corrompe lo que pretende pasar como idealismo político. Esa es la huella que ha acompañado a todos los movimientos terroristas. No extraña que Burleigh les dedique gran parte de las más de las 600 páginas a mostrar hasta el más nimio detalle del historial de asesinatos, atentados explosivos, ataques suicidas y otras tantas formas de horror a las que han echado mano terroristas de diverso signo.
El núcleo de la obra está en el último capítulo, cuando retrata al terrorismo de inspiración islámica moderno, desde su aparición en Egipto, en la década del 50, hasta los ataques de Al Qaeda en EEUU y la ocupación de Irak. Burleigh descarga su "rabia" sobre las variables culturales que han permitido que estos grupos florezcan en las principales ciudades europeas. Es en esos lugares donde el terrorismo "yihadista-salafista" ha encontrado un caldo de cultivo inigualable.
Los dardos de Burleigh apuntan a un concepto creado por la "izquierda liberal" y que ha inspirado a gobiernos de izquierda y derecha. Se trata del "multiculturalismo", concepto que postula que se debe dejar hacer y discriminar positivamente a todo "grupo diferente", por el mero hecho de haber adoptado "una narración en la que (éste) aparece como víctima, envolviéndose en el mito de la pureza moral".
A ello se agregan los escasos esfuerzos de estas minorías por integrarse a las sociedades que las acogen. Es todo lo contrario al "cosmopolitismo" que aún caracteriza a la sociedad estadounidense y en el que la regla es la mezcla "de sus distintas comunidades étnicas".
Académicos, abogados de derechos humanos, políticos y defensores variopintos de los "derechos de las minorías" serían los responsables de la proliferación de esta amenaza yihadista, la que no sólo se nutre en las barriadas de Peshawar, en Pakistán, sino también de modo creciente en los suburbios de París y Londres.
Para Burleigh, esta amenaza es quizás la mayor que haya enfrentado Occidente en su historia. Pero existen caminos de salida. Paradojalmente, las soluciones que propone no se alejan de las que han sido planteadas por moderados de diverso cuño.
Una muestra más del realismo de este autor que, por ejemplo, critica con dureza la conducción estadounidense en la guerra contra el Terror. Mal que mal, "el fundamentalismo musulmán no es inherentemente más amenazante que su equivalente cristiano, judío y secular".
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