Las vueltas de un trompo por la capital

<P>En Cerro Navia, Andrés Acevedo fabrica estas piezas igual que hace 60 años, desafiando a las importaciones chinas. </P>




NO HAY un cartel en la puerta de entrada de esta casa de calle Gabriela Mistral. Tampoco se oyen los tornos que, entre julio y septiembre, no paran de funcionar para darles forma a los trompos de Andrés Acevedo.

Son de los pocos que van quedando con este tipo de manufactura. "Mejor terminada que la de los chinos, que vienen con astillas", dice el fabricante de estas piezas de madera que se venden, principalmente, en las cercanías del persa de Estación Central y en tiendas de Recoleta, donde los trompos grandes cuestan $ 450, los medianos $ 260 y los más pequeños $ 100.

Acevedo trabaja con su hermano y usa casi el mismo proceso y utensilios que utilizó su padre y su abuelo, quien confeccionó el torno hace 70 años. "Lo único que cambiamos fue la punta de esta pieza. Antes era un clavo que cortábamos con guillotina y que quedaba áspero. Ahora es una punta que no hay que cortar", dice el artesano.

Durante estos meses Acevedo llega a fabricar cerca de 1.500 unidades diarias, porque para Fiestas Patrias no sólo le piden más las tiendas de siempre, sino que también las empresas, que los usan como publicidad estampándoles su marca.

Menos de dos minutos se demora en el proceso, incluida las dos líneas color rojo y azul que pinta solo apoyando el pincel mientras el trompo da vueltas. Eso, gracias al torno. "Sin él, habría que cortar la madera con serrucho y nos demoraríamos demasiado", explica Acevedo.

Hace 40 años, Andrés era un asiduo jugador de Púe, que consistía en que el trompo moviera una moneda puesta sobre el suelo hasta una meta. "El Púe no lo he visto más, pero sí la Troya, que es ésa en que uno dibuja un círculo sobre la tierra, se lanzan varios trompos adentro y gana el que logra sacar del círculo a todos", explica Acevedo.

No sólo cambiaron los juegos y la época en que se saca esta pieza a la calle (hace 30 años era durante el invierno y ahora en septiembre), sino que también la procedencia. Hace una década su producción se la llevaba una sola gran empresa, pero hoy ésta prefiere los productos orientales. "La cantidad que yo producía en tres meses les costaba $ 20 millones y la de los chinos, $ 12 millones", cuenta.

Pero el fabricante de trompos no se angustia y asegura que si bien hay meses duros, trabajo no le falta, sobre todo durante estos meses. "Este es un negocio familiar que no se va a acabar", asegura, mientras muestra otro de sus productos estrella, el emboque, los que para estas fiestas patrias afirma haber vendido más que los trompos. "Lo más importante es que todavía no me lo copian los chinos", remata.

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