Libro revela cómo enfrentar el chantaje emocional de los hijos
<P>En su libro"Stop the screaming" (Para de gritar), el sicólogo norteamericano Carl Pickhardt da cuenta de cómo los adolescentes dejaron en el pasado las discusiones sin sentido con sus padres. Ahora elaboran estrategias de acuerdo a la personalidad de éstos para chantajearlos y conseguir lo que quieren.</P>
"Cuando no me dan permiso para algo me encierro en mi pieza y no le hablo a mi mamá en varios días. Hasta que ella insiste en entrar para pedirme disculpas y decir que no fue su intención hacerme sufrir ni que yo lo pase mal por su culpa. Después de eso, sé que se acabó el problema con el permiso", cuenta Karen (16).
Esta situación tan trivial en muchas familias refleja fielmente lo que plantea el sicólogo norteamericano Carl Pickhardt, autor de más de 25 libros sobre la relación entre padres e hijos. Para su libro Stop the screaming entrevistó a más de 1.000 padres y adolescentes estadounidenses y concluyó que hay un cambio en la táctica que emplean los jóvenes para conseguir lo que quieren.
Antes no llevaban consigo más que el argumento del "derecho a salir" en cambio ahora estudian minuciosamente a sus padres. Así preparan la forma de actuar y hablar según la personalidad de cada progenitor: lo ignoran, lo critican o lo adulan. Y consiguen así el deseo de turno. "Los papás quedan agobiados con este desgaste emocional y se sienten vulnerables", explica Pickhardt. "Todos los adolescentes utilizan la manipulación", complementa el sicólogo infanto-juvenil del Hospital Clínico de la Universidad de Chile Ladislao Lira. "No la usan sólo para ganar ellos, sino también para poner a prueba a los padres y evaluar su capacidad de consecuencia, tolerancia de la frustración y contención".
En la adolescencia, la independencia de los padres es vital. Eso les da "un liderazgo especial entre los amigos, porque alcanzan el mayor anhelo adolescente: hacer lo que quieren o probar todas las experiencias", dice Pickhardt.
¿Significa que la manipulación es su estrategia base para alcanzar cosas? "No", responde Pickhartd a La Tercera, y explica que todo es parte de un proceso de descubrimiento de cómo se mueve el mundo y los chicos en él durante la adolescencia. El problema es cuando creen que la extorsión emocional es la única manera de llegar a un fin. "Eso en su vida adulta les hace daño e incluso podrían llegar a ser violentos sicológicamente con sus parejas", afirma. A la relación con los padres tampoco le va mejor cuando la manipulación es el centro. Un ejemplo. Ricardo Lorca recuerda la facilidad para manipular que tenían sus dos hijos cuando eran adolescentes. Su desconfianza llegaba a tal punto que cuando llegaba a la casa y sus hijos lo abrazaban "no podía actuar agradecido, porque pensaba ¿Qué querrán ahora?". La idea de la manipulación siempre estaba en su cabeza.
Lo que deben hacer los padres
Pickhardt señala que los padres deben impedir que su vulnerabilidad emocional influya en las decisiones respecto de su hijo. Un camino para que eso ocurra es que se adelanten al "escáner" que hacen los adolescentes y compartan, por ejemplo, sus miedos con la familia. Miedo al fracaso, a que no los quieran o que no los respeten. "Así le quitan argumentos al hijo para que pueda chantajearlos emocionalmente", dice Pickhardt.
Tampoco es aconsejable que sean los padres quienes chantajeen al hijo y, por ejemplo, lo dejen castigado si no cuenta en qué pasos anda. La clave es predicar con el ejemplo, pues usar el chantaje para resolver un conflicto puede ser resultado de incomunicación familiar.
Pickhardt advierte que si los hijos se acercan a los padres sólo para chantajearlos en la búsqueda de un permiso es un signo de algún mal funcionamiento familiar. Por eso, los padres deben ser flexibles: sentarse en la cama y decirle: "Tu pataleta no va a cambiar mi actitud, pero estoy abierto a escuchar lo que te pasa".
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