Llega la mejor biografía de Patricia Highsmith
<P>La obra de Joan Schenkar detalla las manías de la famosa autora de novelas de misterio, entre ellas la serie del asesino Tom Ripley. </P>
Si usted ha leído con atención cualquiera de estos libros, Extraños en un tren, El talento de Mr. Ripley, Mar de fondo o Ese dulce mal, ha obtenido la nacionalidad del llamado Territorio Highsmith, afirma Joan Schenkar, autora de Patricia Highsmith: Biografía definitiva. Son las novelas más perturbadoras del siglo XX. "No veía el mundo como lo hacían los demás y desarrolló un mundo alternativo: el Territorio Highsmith", escribe Schenkar.
El Territorio Highsmith empezó a configurarse el mismo día de su nacimiento, el 19 de enero de 1921 en Fort Worth (Texas), en la casa de su abuela. Hacía nueve días que su madre, Mary Coates, se había divorciado de su padre biológico, Jay Bernard Plangman. Este había presionado a Mary para que abortara y ella accedió a regañadientes. Bebió trementina y no pasó nada. Decidió dejar al marido y tener al bebé.
Mary Coates solía bromear: "Nació fuera del matrimonio", pero "era legítima". O "es curioso que te encante el olor de aguarrás". Patricia desarrolló una relación de amor/odio con su madre que duraría toda la vida. Tres semanas después del nacimiento, Mary se fue a Chicago para trabajar. La niña se quedó más de seis años con su abuela y tuvo siempre un sentimiento de abandono.
"Desde muy pequeña aprendí a vivir con un intenso odio que me hacía tener sentimientos asesinos", escribió.
También contribuyó su homosexualidad. Escribió que a los 12 años sentía que era un chico en un cuerpo de chica.
Su afición al alcohol se inició al final de la adolescencia y se agudizó en la veintena. Bebía desde que se levantaba hasta que se acostaba. Vodka, ginebra y cerveza por la mañana y whisky el resto del día. Bebía, dijo, para canalizar la energía creativa que le fluía con una fuerza aterradora. Nunca tenía resaca.
Leía desde los cuatro años y entre los 10 y los 14 leyó Crimen y castigo, de Dostoievski, Los falsificadores de moneda, de André Gide, y La mente humana, de Karl Augustus Menninger, que fue fundamental en su obra. La década de los cuarenta fue una locura para Highsmith. Acudía a todas las fiestas, le bullían las ideas, saltaba de amor en amor, le encantaba romper parejas y entre el éxtasis y la depresión era cuando mejor escribía. Era atractiva para los hombres y seductora para las mujeres.
Highsmith dejó un legado de 8.000 páginas en el que destacan sus 38 cuadernos, que son un semillero de ideas para sus novelas y relatos. Schenkar (Seattle, Washington, 1952) los ha consultado exhaustivamente y aporta otro material proporcionado por amigos, familiares, amantes, fotógrafos y cineastas. "El largo testimonio es mucho más revelador que cualquier cosa que haya dicho o escrito".
Aquí aparecen sus obsesiones: sus reflexiones sobre Jesucristo y las dudas sobre sí misma. "Me preocupa la sensación de ser varias personas (...) No me sorprendería en absoluto si en mi madurez me volviera esquizofrénica". Estos pensamientos se reflejan en su obra. Muchos de sus personajes cuando llegan a un punto máximo de tensión cambian de identidad, como Tom Ripley, que asesina a Dickie Greenleaf y adopta su personalidad en El talento de Mr. Ripley.
Quizás el gran amor de su vida fue Caroline Bestermann, que tenía un matrimonio estable y vivía en Londres. La conoció en 1962 y se enamoró ciegamente. "Se derrite en mis brazos como si Vulcano la hubiera fundido expresamente para ello", escribió en su diario.
También tuvo relaciones con hombres: con el fotógrafo Rolf Tietgens, "una experiencia no del todo exitosa"; con el escritor Arthur Koestler que tampoco funcionó, y con el escritor Marc Brandel, al que conoció en una colonia de artistas de Nueva York.
Highsmith apenas comía, aunque bebía mucha leche (en sus últimos tiempos sólo se alimentaba de cerveza y mantqeuilla de maní), era una fumadora empedernida y anotaba cuidadosamente todos los detalles de sus enfermedades. Murió en Locarno (Suiza), en febrero de 1995, a causa de dos enfermedades simultáneas: anemia aplásica y cáncer.
Cuando tenía 26 años escribió un premonitorio brindis de Año Nuevo: "Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que nunca me den descanso".
Amores y obsesiones
"Ningún escritor revelaría jamás su vida secreta, sería como desnudarse en público", anotó Patricia Highsmith en 1990. Pero su infancia, su vida, sus obsesiones y sus amores se cuelan en sus novelas y relatos.
Por ejemplo, Highsmith estaba asomada a una de las ventanas de su habitación en el hotel Albergo Miramare de Positano, cuando vio a un hombre joven que paseaba solitario por la playa, con unos pantalones cortos y una toalla al hombro. Fue el primer germen de El talento de Mr. Ripley. Empezó a tomar notas a finales de marzo de 1954. Escribió: "Lo que predije que haría algún día, lo estoy haciendo ya, en este mismo libro: mostrar el triunfo indiscutible del mal sobre el bien y recrearme con ello. Haré que mis lectores también se recreen".
Highsmith cuenta en sus cuadernos cómo descubrió los caracoles: se fijó en dos de ellos fundidos en un largo coito en un mercado de Nueva York. Compró seis como mascotas. Según otra versión, vio a dos caracoles besándose. Cuando vivía en Gran Bretaña tenía 300. Sus preferidos eran Edgar y Hortense. El psicópata Vic van Allen hereda esta afición en Mar de fondo y también tiene un Edgar y una Hortense. Sobre el relato El observador de caracoles, escribió: "Mi agente me ha dicho por carta que mi relato sobre caracoles, que a mí me encanta, es demasiado asqueroso para enseñárselo a los editores".
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