Llegan las memorias del director de El Exorcista a 40 años del filme

<P>El cineasta William Friedkin lanzó, a sus 77 años, el libro <I>The Friedkin Connection</I>. </P>




William Friedkin (Chicago, 1935) ha sabido del éxito arrollador y del fracaso incontestable. Ha estado al borde de la muerte en un par de ocasiones, se ha casado cuatro veces, ha dirigido un par de hits planetarios y también varias cintas que poca gente vio y que aún menos gente recuerda. Y ahí sigue.

Próximo a los 78 años, presentó en Venecia Killer Joe (2011), un thriller áspero y amoral celebrado como su mejor filme en un cuarto de siglo. Y ahora publica sus memorias: en más de 500 páginas, el realizador de El exorcista pasa revista a una trayectoria pródiga en altibajos.

El volumen puede decepcionar a quien busque intrigas de alcoba o confesiones brutales (aún si algo hay). En lo general, pone su vida en orden cronológico, dando realce a sus logros y, con mucha frecuencia, aleccionando al lector. Contándole cómo se hacen las películas, cómo aprendió a hacerlas, qué dificultades enfrentó y que sacó en limpio.

Como Icaro

"Cuando alguien te llame arrogante, no lo niegues. Sonríe y di, amablemente: Sí, supongo que lo soy". La cita es de Elia Kazan, y Friedkin la instala en el epígrafe de su libro como quien se pone el parche antes de la herida. Epítome de la celebridad caída en desgracia, agrega dramaturgia a su propia vida. Habla de sus padres judíos ucranianos, de su aprendizaje informal del cine y de la docena de óperas que ha llevado a la pantalla.

Dice que nunca leyó un libro en su época escolar y que acostumbraba robar tiendas junto a su pandilla. "Es un milagro que no terminara en la cárcel o en las calles", anota, y habla de sus experiencias en la TV de Chicago y cómo consiguió realizar un documental sobre un ciudadano negro condenado a muerte (The people vs Paul Crump, 1962). Su primera película, Antes de eso, cuenta candorosamente la impresión que le produjo Ciudadano Kane: dice haberla visto cinco veces el mismo día, tras lo cual decidió ser cineasta.

El hombre sabía lo que anhelaba, pero la industria no quería mucho con él: para 1970 había hecho cuatro largos que no llamaron mucho la atención. Hasta que "el dios de las películas", como dice, se fijó en él. Le ofrecieron hacer Contacto en Francia (1971) y aunque todo pareció en contra (ningún estudio quería hacerla, él no deseaba trabajar con Gene Hackman ni éste con él), la cinta hizo época: ganó cinco Oscar, incluyendo mejor película y mejor director.

Como si ahora fuese infalible, acto seguido vino El exorcista (1973). Gente como Stanley Kubrick y Mike Nichols tenían mejor derecho, pero se bajaron. Y Friedkin se sobrepuso a negativas como la de Jane Fonda a oficiar de madre de la chica poseída, obstinándose en grabar las primeras escenas en Irak, donde él y su equipo estuvieron 5 días como rehenes. El caso es que el filme se convirtió, aparte de clásico del terror, en un éxito comercial sin precedentes. Era como si nada pudiera salir mal.

Dice Friedkin que fue más obsesivo que sus propios personajes. Y eso explicaría su insistencia en hacer un remake de la cinta francesa El salario del miedo, localmente llamada Carga maldita (1977). Se convirtió en su propio productor, se excedió en tiempo y presupuesto, insistió en rodar en Ecuador y rechazó a Steve McQueen cuando éste le pidió un papel o un cargo para su esposa, Ali McGraw. "Un close up de McQueen vale más que el más bello de los paisajes", cuenta hoy, arrepentido de su tozudez. Y comenta acerca del colosal fracaso en boleterías: "Mi repentino éxito en Hollywood me había convencido que era el centro del universo (…). Había volado muy cerca del sol y mis alas se derritieron".

Su carrera entró en un declive. Pero pudo ser peor: contra los ceños fruncidos de muchos en Hollywood, su matrimonio con la productora Sherry Lansing, que llegó a presidir Paramount, le dio la opción de fracasar repetidamente en la taquilla y seguir trabajando. En el libro, Friedkin apenas toca este aspecto y agrega que, entre otros, fue el propio guionista del thriller Jade, la piel del deseo (1995) quien lo pidió como director.

"Puedes tener estantes llenos de trofeos, aparecen en incontables listas de críticos y ser homenajeado en festivales de todo el mundo", escribe Friedkin, "pero igual tienes que reunirte con un joven ejecutivo que nunca ha producido, escrito ni dirigido. Y venderte nuevamente". Por estos días, agrega, las reuniones son menos. Pero no se pierde la fe: "Aún no he hecho mi Ciudadano Kane, pero queda trabajo por hacer (…). Quizá fracase de nuevo, pero la próxima vez fracasaré mejor".

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