Llueve sobre mojado
EN LA política conviven los éxitos y las frustraciones. Sin embargo, hay momentos donde todo pareciera difícil, cuesta arriba y, como si fuera poco, los específicos factores de contexto pueden agravar un escenario que ya de suyo era complejo. Esa es la sensación en torno a la candidatura de la derecha en general y de Evelyn Matthei en particular.
Enfrenta, en primer lugar, a un fenómeno electoral como es el caso de Michelle Bachelet. Lo digo por experiencia propia, ya que fui un cercano colaborador de la campaña de Claudio Orrego y me tocó vivir y constatar, por no decir sufrir, la cuasi religiosa devoción que un gran porcentaje de ciudadanos profesa por la figura de la ex presidenta. Se trata de una cuestión especialmente compleja para la candidata del oficialismo, ya que han resultado infructuosos los esfuerzos por llevar el derrotero de la campaña hacia los aspectos más técnicos de las políticas públicas, donde los grandes activos de la administración de Piñera -me refiero al crecimiento económico y la generación de empleo- parecieran ser simples datos de la causa, sin mayor significación del punto de vista político. Por el contrario, las emociones parecen monopolizar el espacio público, donde la empatía y la capacidad para conectar con el otro, la confianza o la credibilidad, son las cuestiones que más directamente influyen en los ciudadanos, factores todos donde Bachelet resulta prácticamente imbatible.
Segundo, no pudo haberse dado un peor escenario para las aspiraciones electorales de la derecha. Pese a que se me acusó de exagerado, cuando no tendencioso, hace varias semanas publiqué una columna donde alertaba del efecto devastador que tendría la recordación de los 40 años del golpe militar para la candidatura de Matthei. Pese a que abundaban livianas y ridículas reflexiones sobre las similitudes entre ambas (mujeres, rubias o su mutua vinculación con Alemania), la más popular de todas, “las hijas de General”, terminaría por establecer un brutal contraste donde se exacerbarían las bondades que una representa y las miserias de lo que la otra simboliza. Todavía no entramos a septiembre, y basta echar un vistazo a la televisión abierta para constatar cómo hace un par de semanas el horror de los crímenes de la dictadura, y sus actuales repercusiones, se han reinstalado en la discusión de muchos hogares en nuestro país.
Por último, y en tercer lugar, es demasiado evidente el desgano y la falta de convicción que muchos dirigentes de la derecha tienen por su abanderada. Ya no se trata simplemente de que adviertan las dificultades de la tarea o que la mayoría de ellos confiese que la derrota es el más probable desenlace. Lo que ahora observamos, con Allamand y Ossandón de protagonistas estelares, es la evidente desvinculación y desinterés por la suerte de la campaña presidencial, donde algunos sólo les preocupa la correlación de fuerzas en el Parlamento y, en el caso de otros, incluso han llegado al extremo de insinuar que no les desagradaría el estrepitoso fracaso de la UDI y su flamante candidata.
Soy un adversario político de Matthei y justamente por todo lo que antes he descrito, es que valoro y respeto lo que está haciendo.
Jorge Navarrete
Abogado
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.