Lo bueno, lo malo y lo feo del 2011
<P>Sebastián Edwards presenta una clasificación de los hechos más relevantes del 2011 en lo económico, más una selección personal en lo político, artístico y cultural.</P>
Un amigo me pidió que hiciera un balance del año económico; una especie de "lo bueno, lo malo y lo feo" de las finanzas globales. Otro me sugirió que otorgara algunos "premios", tal como lo hace David Brooks cada diciembre. Al terminar el año, el conocido periodista, columnista del New York Times, elige los mejores artículos publicados en revistas de opinión y escribe una breve reseña sobre ellos. Son galardones simbólicos, pero que poco a poco han ido ganando en prestigio y seguidores.
Ambas ideas me parecen buenas. Después de todo, al llegar las fiestas es saludable detenerse un segundo y reflexionar sobre lo que ha pasado en el mundo. También es bueno festejar los logros de escritores y artistas. Pero, claro, no sé cómo bautizar a estos premios. Brooks llama a los suyos los Sidney Awards, en recuerdo del filósofo Sidney Hooks. Quizás los nuevos premios míos debieran llamarse los Premios Riquelme, en honor al gran educador Sergio Riquelme, quien durante años fuera rector del Instituto Nacional. Lo que sí tengo claro es que estos galardones serán más amplios que los de Brooks, y cubrirán una serie de áreas del quehacer intelectual y artístico.
Lo bueno
Este año esta es una categoría delgada. Porque la verdad es que "lo bueno" brilló por su ausencia. En lo económico, quizás lo más rescatable sea la actitud proactiva de Ben Bernanke y de la Reserva Federal. Con nervios de acero, y sin importarle las críticas recibidas desde las trincheras republicanas, el barbado economista ha manejado la política monetaria con una enorme habilidad. De hecho, el que los EEUU estén empezando a levantar cabeza -mientras Europa sigue sumida en una especie de caos fiscal y financiero- se debe a la política inteligente de la Fed.
El nombramiento de Christine Lagarde como directora gerenta del Fondo Monetario Internacional es otro desarrollo positivo. Ya era tiempo de que una mujer dirigiera el organismo internacional. Y, lo más importante, es que la abogada francesa es enormemente capaz y entiende los aspectos más sofisticados de las finanzas globales.
Creo que la elección de Mariano Rajoy en España también puede calificarse como algo "bueno". No tanto por la personalidad del nuevo presidente del gobierno español, sino porque en contraste con Grecia e Italia, hoy en día gobernados por tecnócratas que nadie eligió, España no ha interrumpido el sistema representativo. Esto le da una enorme ventaja a la Madre Patria para resolver sus problemas fiscales y de productividad. Un gobierno elegido tiene la legitimidad que, invariablemente, les falta a los tecnócratas, por más capaces que sean. Y tener legitimidad será muy importante a la hora de lograr aprobación para las duras medidas de ajuste necesarias para sobrevivir.
Lo malo
Podría escribir páginas sobre esta categoría. Pero no cabe duda que lo peor del año ha sido la falta de liderazgo político en la mayoría de los países avanzados. Porque digamos (nuevamente) las cosas como son: el problema europeo es esencialmente político. Si Sarkozy y Merkel hubieran tenido la visión, audacia y valentía para tomar las decisiones adecuadas a principios del año, nos hubiéramos ahorrado muchos dolores de cabeza.
El haber insistido, durante tantos meses, que Grecia iba a cumplir con sus compromisos crediticios fue una insensatez que terminó minando la credibilidad del sistema. Hasta el más primerizo de los contables sabía que esto no era posible y que los griegos tenían forzosamente que reestructurar su deuda soberana (ahora se habla de una pérdida de hasta el 60%). Al negar lo obvio, los líderes del Viejo Continente quedaron como "ilusos" o, aún peor, como mentirosos. Es por ello que, meses más tarde, nadie les creyó cuando dijeron que harían todo lo necesario para salvar a Italia y España.
La liviandad con la que Berlusconi enfrentó los problemas fiscales italianos es otro de los acontecimientos lamentables del año. Una política de avestruz, acompañada de arrogancia y venalidad. Peor no podía ser.
Pero lo malo no está restringido al Viejo Continente. Hubo, y sigue habiendo, mucho de eso en los EEUU. En particular, la incapacidad del Congreso de encontrar una solución a los desequilibrios fiscales fue un espectáculo lamentable que concluyó con la pérdida de la calificación AAA. Lo peor es que esta tozudez política continúa hasta el día de hoy.
Lo feo
El escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn, entonces director gerente del FMI, lidera la lista de lo feo. El episodio destapó lo que para muchos era un secreto a voces: en el FMI se trataba mal a las mujeres y el acoso sexual era un hecho común. Pero lo más preocupante es que aún no sabemos toda la verdad. En un largo artículo en el Financial Times se rumorea que DSK fue víctima de una conspiración organizada por sus rivales políticos. Acontecimientos dignos de un thriller político.
El proceso de sucesión en Corea del Norte luego de la muerte del dictador Kim Jong Il supera lo feo y, quizás, debiera clasificarse de suceso horrible. El que lo reemplace su hijo de 28 años es, desde ya, malo. Pero el que éste (Kim Jong Un) prometa seguir con las políticas de hambruna y opresión de su padre es alarmante, por decir lo menos.
Los Premios Riquelme
Si bien mi balance de "lo bueno, lo malo y lo feo" está restringido a la esfera de la economía global, los Premios Riquelme -que se inauguran en esta columna y que espero repetir año tras año- son amplios y cubren tanto a Chile como al resto del mundo.
El Premio Riquelme a "muestras artísticas" va al Centro Cultural Palacio La Moneda, por organizar una exposición preciosa con motivo del centenario de Roberto Sebastián Matta. Una muestra de calidad, curada al más alto nivel, que recorre con precisión una trayectoria tan rica como alucinante.
Dos Premios Riquelme para libros publicados en Chile: el primero para Zurita, del poeta Raúl Zurita. Una obra monumental en la que en casi 800 páginas se presentan tres largos poemas que hablan de los acontecimientos de septiembre de 1973. Son poemas poderosos e inquietantes que nos recuerdan por qué Zurita es uno de los grandes de la poesía chilena.
El segundo Premio Riquelme es para el ensayo La tristeza de los tigres y los misterios de Raúl Ruiz, de Verónica Cortinez y Manfred Engelbert, publicado hace tan sólo unos días. Un libro erudito, profundo y necesario, que analiza con maestría y perspectiva la obra del más importante cineasta chileno. El que se haya publicado a sólo semanas del fallecimiento de Ruiz le agrega valor y actualidad.
El galardón Riquelme de música clásica va para el conductor y compositor finlandés Esa Pekka Salonen, por haber rescatado del olvido la ópera Orango, de Dimitri Shostakovich. El preámbulo de esta obra asombrosa tuvo su premier mundial a fines de noviembre en el Disney Hall de Los Angeles -ese edificio envolvente y mágico diseñado por Frank Ghery.
También dos Premios Riquelme para libros publicados fuera de Chile. El primero, para la novela El ruido de las cosas al caer, del colombiano Juan Gabriel Vásquez, un libro dulce que narra las historias de un hombre que, por soledad y amor, cae en las redes del narcotráfico.
El segundo, para The marrige plot, la nueva novela del estadounidense Jeffrey Eugenides (autor del celebrado Middlesex). Un libro que captura las inquietudes, obsesiones y miedos de la generación de los 1980, y que narra con compasión la tristeza de la bipolaridad.
Finalmente, un premio a un premio: el Premio Cervantes se lleva un galardón especial, por haber honrado a Nicanor Parra. Un acto que viene a remediar una injusticia, porque nadie puede negar que Parra lo merecía desde hace muchísimo tiempo. Basta con revisar la lista de premiados para notar que nuestro poeta debiera haber recibido este honor a lo menos 15 años atrás.
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