Lo que ayer no te curaba, hoy te mataría
<P>Sacar sangre para aliviar los dolores. Mercurio para distintas aflicciones. Heroína para la tos. Siglos atrás, las probabilidades para comprobar los efectos de un medicamento eran nulas... o casi. Entonces, había que arriesgarse. Acá, algunos ejemplos de cómo se utilizaban fórmulas y técnicas que hoy nadie probaría.</P>
LOS DESCUBRIMIENTOS de la medicina se basan en el principio de ensayo y error. Con mayor razón si pensamos en años pasados. Por eso, más de alguno de nuestros abuelos se topó con un médico que más que aciertos tuvo errores. Es que, en su momento, tratamientos que parecían la solución a enfermedades, con el tiempo no sólo se descubrió que no servían para nada, sino que en algunos casos tenían efectos nocivos para la salud. El diario español La Vanguardia recopiló algunos de los tratamientos con efectos secundarios más emblemáticos. Ahora se los contamos.
1. La sangría para los dolores
Dejar salir unos litros de sangre del cuerpo fue la solución propuesta por Galeno en el siglo I. La teoría decía que si la persona sufría dolencias en alguna parte de su cuerpo, significaba que estaba llena de sangre, flema y bilis amarilla y negra. Por eso, la técnica era punzar una determinada zona del cuerpo y sacar litros de sangre "tóxica" para restablecer el equilibrio del organismo. Esta pericia fue la base de la medicina hasta el siglo XV. Las cantidades de sangre que se dejaban correr eran relativas: dependían de las condiciones astrológicas, la estación del año y la localización geográfica del enfermo.
2. El "milagroso" jarabe para la tos
En 1849, Charlotte Winslow creó Shooting Syrup, un popular jarabe que constaba de derivados de la morfina, cannabis, heroína, opio y cloroformo. Lo más sorprendente es que se recetaba a los niños para calmar la tos. La fórmula aparentemente provocaba algunos efectos deseados, como la reducción de la frecuencia cardíaca y un estado seudo hipnótico en los niños. Su eficacia fue recién puesta en duda en 1911 por la asociación de médicos de Estados Unidos, pero en países como Inglaterra fue retirado del mercado recién 20 años después. Este "milagroso" jarabe estuvo casi 80 años circulando por el mundo.
3. Electricidad en vez de viagra
En el siglo XIX se vendían cinturones para hombres que producían una minuciosa carga eléctrica. El aparato funcionaba mientras la persona dormía y garantizaba la eliminación de las disfunciones sexuales, además de otorgar beneficios para el estómago. En la actualidad, no se pensaría en utilizar una descarga eléctrica en esa zona. Sin embargo, hoy día las descargas eléctricas de bajo voltaje sí se utilizan para curar inflamaciones en articulaciones.
4. Bayer no se salva
La marca alemana Bayer, famosa por la Aspirina, no se salvó de los desaciertos de la medicina. A comienzos del siglo XX comercializó un medicamento llamado Heroin, que contenía la sustancia diacetylmorfina, nombre científico de la droga. Fue un éxito de ventas porque, en ese entonces, la tuberculosis y la neumonía eran afecciones bastante comunes y el remedio combatía la tos. En 1900, la revista Boston Medical and Surgery declaró que el fármaco no tenía consecuencias hipnóticas y tampoco era adictivo. Sólo años más tarde se descubrió que estas tabletas tenían efectos nocivos en el sistema nervioso central y que era doblemente más adictiva que la morfina.
5. Radium para los dientes
En algún momento se creía que la radiación tenía efectos positivos en las personas. Este "activismo para prolongar la vida", como era conocido, fue utilizado en el siglo XX para curar el cáncer de estómago y la ceguera en los niños, lo que desató la popularidad en estos tratamientos. Se crearon remedios como el Radithor contra los tumores e incluso se creó una pasta de dientes llamada Doramad, con la que se creía que, gracias a la radiactividad, las defensas de los dientes y las encías aumentaban. También se incluyó en cremas de belleza. Pero años más tarde se comprobaron sus efectos cancerígenos en el cuerpo. De hecho, en 1934, su descubridora, Marie Curie, murió luego de su prolongada exposición a la radiación.
6. Electroshock
Los italianos Ugo Cerletti y Lucio Bini descubrieron en 1938 el electroshock, luego de que Cerletti presenciara en un matadero cómo los carniceros paralizaban a los chanchos. Al aplicar el método en sus pacientes, estos perdían la memoria por un momento y, al recuperarla, los trastornos mentales mejoraban. Al menos, eso creían los especialistas, que defendían el proceso explicando que el shock cambiaba la manera en cómo el cerebro procesaba la serotonina y la dopamina (sustancias que influyen en los estados de ánimo de las personas). Otros decían que la convulsión funcionaba como antidepresivo. En los 40 se realizaba este procedimiento sin relajantes, lo que producía espasmos musculares. En la actualidad, la OMS no desmiente que este procedimiento tenga cierta eficacia, sin embargo, solo se puede utilizar en casos extremos, bajo el consentimiento del paciente y consciente de los daños colaterales.
7. Martillando el cerebro
El portugués Egas Moniz, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1949, propuso una extraña solución para enfermedades del cerebro, como la depresión o la esquizofrenia: una cirugía para cortar circuitos cerebrales, a pesar del riesgo de perder ciertas facultades. Moniz estaba seguro de que los problemas cerebrales se debían a fallas de algunas células neuronales y lo que hacía era una doble perforación en el cráneo para entrar en la zona de la corteza prefrontal (zona encargada del razonamiento). Tras el procedimiento, los enfermos de esquizofrenia, depresiones o trastornos síquicos quedaban "desactivados", parecidos a un zombi. Y es que en esta época, los conocimientos sobre el cerebro eran pobres. Solo el 5% de los intentos fuer exitoso, pero las consecuencias eran desgarradoras. Más tarde, el doctor estadounidense Walter Freeman encontró un procedimiento más rápido y barato: martillar con un picahielo en la cabeza hasta encontrar el lóbulo prefrontal. Los efectos eran evidentes (aunque no en ese tiempo): el paciente perdía la capacidad de razonamiento. Esta técnica fue muy utilizada después de la Segunda Guerra Mundial y se realizó por última vez en 1967. La llegada del medicamento clorpromazina en los años 50 hizo desaparecer estas crudas operaciones.
8. Soluciones para las náuseas
En 1953, a las mujeres que sentían náuseas durante los primeros meses de embarazo se les recetaba Talidomida. Eso, hasta el 63 cuando se descubrió que sus efectos secundarios eran horrorosos. Los fetos nacían sin extremidades o fallecían. ¿Qué pasó? Las pruebas para medir la efectividad del medicamento se realizaron incorrectamente. En todo el mundo, 15.000 niños se vieron afectados con este remedio contra las náuseas.
9. Mercurio para todo
Uno de los mitos sobre la muerte de Mozart tiene relación con la ingesta de mercurio: se supone que lo tomaba porque había contraído sífilis, que en ese tiempo se curaba con ese elemento químico. Pero ese era solo uno de sus usos. También se utilizaba para sanar heridas y para combatir la estitiquez. Además, se creía que podía servir para eliminar las bacterias en la piel. Nada de eso tiene asidero hoy en día. Es más, lo que ahora sabemos es que el mercurio tiene un efecto tóxico e incluso la OMS advierte que alrededor del 80% del vapor de mercurio que se inhala en ambientes contaminados pasa a la sangre a través de los pulmones, lo que puede ser mortal.
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