Localidades en torno a Fukushima se vuelven pueblos fantasmas por crisis nuclear
<P> Miles de personas tuvieron que dejar sus hogares tras el accidente en la planta. Desde entonces, el área alrededor del reactor está restringida.</P>
La casa ha pertenecido a la familia de Tsuneyasu Satoh por generaciones. Atardece y él llega en forma secreta a verla por última vez. Usa una gorra de béisbol y gafas con marco negro, como si tratara de ocultar la dura expresión de su rostro. Él y su esposa, Sakoyo, no tienen mucho tiempo, y saben que tendrán que dejar muchas de sus pertenencias en la vieja casa.
Cuando los Satoh debieron huir de su hogar en la ciudad de Odaka a mediados de marzo, no se les permitió llevar nada consigo. Buses de gobierno y soldados vinieron a recogerlos. Su casa había sobrevivido por siglos, resistiendo terremotos y el tsunami reciente. Pero después del incendio del edificio que rodeaba al reactor número 1 en la planta nuclear de Fukushima Daiichi, tuvieron que dejar la casa.
Ahora, cuatro semanas después de la evacuación, han regresado en secreto a Odaka -ubicada en los 20 kilómetros de la zona de restricción circundante a la planta- para llenar su camioneta Nissan.
Antes del accidente, 13.400 personas vivían en Odaka. Hoy es un pueblo fantasma, tan tranquilo que uno puede oír las alas de los cuervos volando en lo alto. Como un último signo de vida en esta ciudad muerta, los semáforos a lo largo de la calle principal siguen funcionando. Decenas de miles de japonenes que alguna vez vivieron en la zona de peligro alrededor del reactor dañado se encuentran en la misma situación. Tuvieron que renunciar de improviso a todas sus posesiones significativas.
Las casas de madera marrón oscura de Odaka fueron construidas muy juntas. Algunos residentes clausuraron los postigos antes de irse, pero la mayoría simplemente cerró la puerta de entrada. Un zapato negro de mujer yace en una intersección de la calle. Un taxi fue abandonado frente a la estación de trenes y a través de la ventana rota de la estación una cortina rosa se agita con la brisa.
En el radio de 20 kilómetros a distancia del reactor, un total de nueve ciudades debieron ser abandonadas, incluyendo Namie, Futaba y Tomioka. Se evacuó a decenas de miles de personas y ahora viven en refugios de emergencia fuera de la zona de peligro. Algunos ya han rentado departamentos lejos del área. Nadie sabe cuándo se podrá volver a habitar en la zona de evacuación.
Tsuneyasu Satoh examinó con detención los informes sobre los niveles de radiación antes de aventurarse a regresar a su casa. "Es seguro aquí", dice. Su esposa usa una máscara. Satoh trabajó en la planta nuclear y tiene un aparato personal para monitorear la radiación. "No tienen nada bajo control", dice, refiriéndose a Tepco. "Se seguirá emitiendo tanto material radioactivo que realmente no será posible vivir aquí en dos años". La gente sólo podrá volver a sentirse segura aquí cuando los reactores hayan sido sellados con concreto, dice Satoh.
"No sirve ser sentimental"
Emiko Morikawa, de 45 años, está muy desmoralizada por las semanas en los refugios de emergencia. Se encuentra sentada con su hija de 18 años y su madre de 82 en el suelo de un gimnasio en Minamisoma, la ciudad más grande cerca de la zona de evacuación. Emiko era bibliotecaria en Namie, una ciudad a sólo 10 kilómetros de la planta eléctrica. Soldados con máscaras y trajes antirradiación llegaron a buscarla la tarde del 12 de marzo. "Nos entró el pánico cuando los vimos", relata. Los soldados les dijeron a las Morikawa que tenían cuatro o cinco horas para empacar antes de que un bus pasara a recogerlas. "No se me ocurrió que nunca regresaríamos".
Aunque Minamisoma no es como los pueblos fantasmas de la zona de restricción, muchos vecinos parecen estar en completo abandono. No se ven niños en las calles y las cortinas están cerradas en la mayoría de las tiendas. Las autoridades recomiendan permanecer en los vehículos al salir de casa, con chaquetas y máscaras, y no salir si llueve. Los dos hospitales de la ciudad están cerrados y los militares proveen a los habitantes de comida y medicina. De las 71 mil personas que normalmente viven en Minamisoma, 50 mil han huido.
El alcalde Katsunobu Sakurai, un hombre calvo de 50 y tantos años, de grandes anteojos y sonrisa amistosa, vivía en la zona de restricción y se mudó a la alcaldía. Cree que la zona de evacuación representa un problema mayor para Minamisoma que la radiación en sí misma. "Es un obstáculo para la reconstrucción. No hay buenas razones para su permanencia". Los niveles oficiales de radiactividad en Minamisoma son relativamente bajos, cerca de 0,7 microsieverts por hora, pero no se está explicando adecuadamente a la gente qué significan todas estas lecturas y cuán peligrosa es realmente la radiactividad.
El lunes pasado, además, las autoridades japonesas anunciaron que estaban expandiendo la zona de evacuación alrededor de Fukushima debido a los altos niveles de radiación. Al menos el gobierno está permitiendo a los residentes de la zona de restricción regresar a recoger sus efectos personales .
Tsuneyasu Satoh acaba su trabajo y deja la casa en la que creció. "Hoy es mi último día aquí", dice. El piano aún está en la sala. Tendrá que dejarlo. "No sirve ser sentimental", dice. "Pero fui muy feliz aquí".
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