Los Bunkers: la vida en México de la banda chilena con mayor proyección internacional
<P> Aunque cada uno está con su pareja, viven a escasas cuadras y han convertido la sede de la YMCA en su punto de encuentro.</P>
Diez años. Ese es el lapso que ha pasado entre que Los Bunkers grabaron su debut, en un sello independiente de Providencia que ya no existe, y su paulatina consolidación en México como la banda chilena con mayor proyección internacional. Una década también transcurrió desde la tarde de febrero de 2000, en que el quinteto llegó desde Concepción a Santiago, hasta su actual vida en el DF, donde hoy cada uno tiene su residencia por separado.
"Igual son 10 años. Si lo pienso, ha sido todo rápido. De vivir con mi familia a esto", reflexiona el guitarrista Mauricio Durán, mientras observa el actual departamento que ocupa en el DF: un piso en altura con un living comedor atestado de revistas de música, un extenso mueble con cerca de dos mil discos, cuadros con la estética de Stone Roses, figuras de The Beatles, posavasos de The Beatles e imágenes de The Beatles. En medio de todo, y para no perder el instinto melómano, se mueve inquieta una pequeña y oscura perra de nombre Aretha, como la propia Aretha Franklin, la máxima divinidad femenina del soul. A un costado, una terraza que se alza sobre una de las avenidas más colosales de la ciudad y que está enclavada en la colonia Anzures, sector residencial dominado por familias de clase media alta y población adulta, y que se levanta ajeno a la intensidad de Ciudad de México.
Porque así la banda ha decidido vivir el mayor capítulo de su trayectoria: con cierta serenidad, cambiando el talante y la complicidad de pandilla penquista que marcaron sus primeros años, por una madurez donde cada uno ha optado por su vida familiar. Todos viven con sus respectivas parejas. El cantante Alvaro López y el baterista Mauricio Basualto tienen pequeños hijos que hoy crecen allá. Todos viven a escasas cuadras, salvo el bajista Gonzalo López, quien reside en la colonia Roma, área de moda en el DF, sumergida en la vida bohemia y nocturna, y de estilizado parecido con el barrio Bellas Artes chileno.
"Somos más de descansar y de estar con la familia. De salir a caminar ferias para buscar libros o discos, o de repente cada uno por su parte se arranca un fin de semana a la playa", enumera el vocalista. Basualto sigue: "Tratamos de vernos harto y hemos buscado nuestros propios puntos de encuentro".
Y ese sitio de encuentro no es ni estudio ni un antro atestado de vinilos. Es una de las sedes de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), donde diariamente van a nadar, a hacer máquinas y a relajarse en un sauna. "Nos sirve también para dejar de hablar de trabajo y soltarnos un poco. Hemos establecido una rutina de: YMCA, ensayo en el estudio y luego cada uno para su casa", comenta Basualto en torno a una hoja de ruta que hoy los tiene en la etapa final de mezcla de su álbum de covers de Silvio Rodríguez, que estrenará su primer single en septiembre, bajo el alero de la multinacional Universal, que hace dos años los fichó como "artistas prioritarios".
Pero en 2006, la primera vez que el grupo viajó a México para participar en el festival Vive Latino, las toallas del sauna del YMCA aún estaban lejos. El quinteto se quedó en algunos hoteles establecidos por la organización para, un par de temporadas después, y ante las visitas que se hicieron frecuentes, recalar en un hotel más económico llamado Mallorca. "El 'Menorca' le decíamos, porque no era de lo mejor", rememora el baterista. Cuando en 2008 llegaron para quedarse de manera definitiva, arrendaron dos departamentos para vivir en comunidad y al estilo Friends, según grafican ellos mismos: "Dos apartamentos enfrentados por un pasillo, donde el centro de operaciones era un taca-taca y una tele con DVD", agrega ahora Mauricio Durán. Sólo hace un año cada uno de los músicos ha logrado vivir en su propio reducto, aprovechando de manera más estable las bondades de la urbe mexicana.
"Aquí siento lo mismo que experimenté cuando me fui de Conce a Santiago: la sensación de que me vine para no volver nunca más", confiesa Basualto, el más entusiasta con la actual existencia de los hombres de Miño en el país norteamericano. "Me hacía falta salir de Santiago, que me tenía un poco cansado. Estaba aburrido del dëjà vu, de ver siempre a la misma gente. Allá no me sentía motivado artísticamente. Hay algo que en Chile ya no me agradaba. Con este nuevo disco, por primera vez, me he sentido realizado como baterista. Además, aquí me gusta el clima, la amabilidad de la gente y la comida", sigue el músico, dando pie a que el resto de sus camaradas nombre sus taquerías imperdibles del sector: El faraón, El califa y El caminero.
"Todos nos hemos llevado más o menos bien con la comida", acota el otro guitarrista, Francisco Durán. Es que la sensación de gratitud con México es compartida, aunque con matices. Francisco Durán: "Me gusta el hecho de caminar y encontrarte con una vida cultural en cada rincón. No sé si diría que nunca más voy a volver a Chile, pero aquí nos hemos sentido más anónimos. Somos siempre los más jóvenes de cada gira".
Esta nueva etiqueta les ha permitido establecer lazos de cercanía con bandas mexicanas y también con créditos locales que el último tiempo han liderado una avanzada por el circuito mexicano, como Pedropiedra y Manuel García, o como Jorge González, quien vivió allá hasta 2009. "Acá, en una gira, te topas con músicos y no con humoristas tipo Felo", dice Francisco Durán, en comparación con Chile.
"Por eso quiero que mis hijos crezcan acá. Ni siquiera hemos tenido problemas en torno al mito de peligro que la rodea. Yo, al menos, quiero seguir viviendo en esta ciudad", cierra Basualto, en un deseo compartido de manera implícita por el resto de sus compañeros.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.