Los días más difíciles de un histórico del laguismo
<P>Eugenio Lahera, estrecho colaborador del ex Presidente Ricardo Lagos desde los años 80 y uno de sus asesores más cercanos cuando llegó a La Moneda, sufre de una extraña enfermedad neurodegenerativa.</P>
Eugenio Lahera, uno de los principales asesores del ex Presidente Ricardo Lagos en La Moneda, viajó a Estados Unidos en septiembre de 2006. Apenas seis meses antes había terminado el gobierno. Durante toda la administración, junto a Ernesto Ottone, había sido parte del grupo de asesores presidenciales que ganó fama por su influencia y hermetismo desde el Segundo Piso del Palacio. Fuera del Ejecutivo, Lahera había retomado su vida académica y decidió radicarse durante un semestre en Nueva Jersey para dictar clases en Princeton. Fue el último viaje que pudo realizar solo, sin la ayuda de su esposa y de sus dos hijos: durante su estada en la universidad, el síndrome vertiginoso que padecía desde los tiempos de La Moneda comenzó a agravarse y a mutar. En marzo de 2008 supo que sufría una extraña enfermedad neurodegenerativa que, cada vez en mayor medida, le iba a impedir tener una vida autónoma y normal.
"Al comienzo, los médicos pensaron que podía ser cáncer. Pero tras cientos de exámenes, se descartó la presencia de un tumor. Casi por descarte se le diagnosticó una atrofia multisistémica que, en su caso, se origina en el cerebelo, que es el encargado de regular el equilibrio. Viajamos al hospital Johns Hopkins de Baltimore, al Marqués de Valdecilla en Santander y al Centro Internacional de Restauración Neurológica de La Habana y hubo total coincidencia", relata Alicia Frohmann, esposa de Eugenio Lahera, ex directora de ProChile y actual consultora de la Cepal.
De acuerdo con la biblioteca de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, la enfermedad provoca un daño gradual y generalizado al sistema nervioso, que controla funciones tan importantes como la frecuencia cardíaca y la presión arterial. "No existe una cura ni tampoco una forma conocida para evitar que empeore", indica el organismo. La esposa de Lahera dice que, como no es un trastorno frecuente, para los laboratorios es poco rentable desarrollar medicamentos: "Los especialistas me han dicho que la atrofia multisistémica podrá ser tratada cuando se extienda el uso de terapias con células madre. El problema de las neuronas es que no se regeneran".
Intelectual de la centroizquierda, escritor de decenas de libros, artículos y documentos, Eugenio Lahera Parada tiene 63 años. Apenas sale de su casa de La Reina, donde en verano acostumbra a capear el calor en la terraza, junto a un gran pino. Lo trasladan en silla de ruedas, ya que no puede caminar. No puede quedarse solo y tiene graves problemas de memoria, por lo que no siempre reconoce a las visitas. Habla con bastante dificultad, bajo, lentamente, aunque se da a entender ante su familia. Le cuesta seguir las conversaciones y, sobre todo, escucha. Alicia Frohmann relata que "lo más duro de este tiempo ha sido ver que la persona que uno quiere está mal, sufriendo, limitado y deprimido. Eso da mucha tristeza...".
El padre de Lahera tenía una zapatería y su madre era hija de medianos agricultores del sur. Estudió en el colegio San Ignacio, y al ingresar a Derecho, en la Universidad de Chile, se convirtió en la primera generación de su familia en acceder a la educación superior.
Lahera acostumbraba a decir que, salvo durante el gobierno de Pinochet, siempre había trabajado en La Moneda. Apenas salió de Derecho, en 1970, ingresó a trabajar a la Cancillería, que en ese tiempo tenía sede en el Palacio. Junto a Enrique Correa, a quien acompañó en la fundación del Mapu, trabajó para los ex cancilleres Orlando Letelier y Clodomiro Almeyda, hasta el 11 de septiembre de 1973. Lahera se radicó en Buenos Aires en marzo de 1974, donde conoció a Alicia Frohmann y vivió el golpe de Estado transandino. Fue cuando decidieron trasladarse a Estados Unidos, donde ambos cursaron estudios de posgrado en Princeton. El se doctoró en Políticas Públicas en 1979, el mismo año en que decidieron regresar a Chile, para que naciera su primera hija.
Lahera comenzó a trabajar con Lagos en 1983. Juntos fundaron ese año la consultora Inesocial, que nunca disolvieron. Desde ese momento se convirtió en un laguista histórico y, durante 25 años, en uno de sus principales colaboradores. Lo acompañó en la época de la Alianza Democrática, la creación del PPD, el plebiscito, el cambio de gobierno y la Fundación Chile XXI. Lo apoyó con trabajos, publicaciones y el desarrollo de conceptos e ideas.
La relación entre ambos se mantuvo intacta entre 1990 y 1999, mientras Lahera se desempeñó en la Secretaría General de Gobierno durante las administraciones de Patricio Aylwin y Eduardo Frei. En 2000, cuando Lagos llegó a La Moneda, a nadie le extrañó que lo convocara para liderar uno de sus dos equipos de asesores. "Se prepararon muchos años para llegar al gobierno", indica Frohmann. Ernesto Ottone era el jefe del grupo de análisis estratégico, mientras que Eugenio Lahera comandaba el de políticas públicas y escribía muchos de los discursos diarios del Presidente.
Aunque Lahera ha perdido el interés por casi todo, "todavía sigue mucho lo que hace Lagos. Lo que escribe, publica y dice", relata su esposa. "A mediados del año pasado, vino a verlo y a regalarle uno de sus últimos libros. Eugenio se puso ansioso y lo único que quería era hablar de trabajo, de lo que había que hacer. Ricardo quedó un poco desconcertado...".
El origen de la atrofia multisistémica es desconocido. La familia de Lahera fue informada de que la enfermedad no se produce por causas genéticas ni por traumas, como accidentes y golpes. Con probabilidad, se les ha señalado, puede tratarse de un problema viral. "Es lo que dicen los médicos cuando no saben muy bien de dónde viene, ya que es algo que no se puede rastrear". Aunque no le consta, piensa que le bajaron las defensas y que hay un vínculo entre el estrés y la enfermedad.
Las primeras consecuencias de la atrofia fueron los problemas de movilidad. Aunque los músculos estaban en perfectas condiciones, Lahera tenía una sensación de mareo permanente y falta de equilibrio. Luego tuvo dificultades para realizar actividades automáticas, como caminar. Durante 2008, por ejemplo, apenas podía subir las escalinatas de la Fundación Democracia y Desarrollo, de Ricardo Lagos, donde Lahera coordinaba la elaboración del libro Cien años de luces y sombras, que se preparaba para el Bicentenario. Durante ese período, sin embargo, no dejó de hacer clases en Economía e Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile. "Hasta que, a fines de 2008, ya no pudo continuar", señala su esposa. "Tenía problemas de voz, dicción y volumen... Yo trataba de convencerlo de por qué no hacía power point, pero tuvo que dejarlo. Eso lo lamentó mucho. De hecho, no echa de menos ni la política ni los años de La Moneda, sino, sobre todo, dar clases".
Cuando el habla comenzó a fallar todavía podía escribir en el computador. Hoy, aunque ya le es imposible teclear, toma un lápiz y en ocasiones escribe. Tal como lo hacía cuando estaba sano, intenta confeccionar listas con asuntos pendientes. Alicia Frohmann, con el fin de estimularlo, le regala nuevos libros, procura que vea las noticias y le lleva los diarios nacionales y extranjeros, como The Economist. Aunque era un gran lector, hoy en día lee unas líneas y se cansa. La semana pasada, por ejemplo, le imprimió el acuerdo entre la DC y RN y lo comentaron. "Pero tiene serios problemas de memoria", detalla la esposa. "Conversamos, lee o le cuentan algo, y se le olvida de inmediato. La gente en un momento dado, cuando está muy enferma, comienza a tomar distancia de la realidad".
Seis días de la semana Lahera se somete a terapias de fonoaudiología y kinesiterapia, para intentar frenar las consecuencias de la atrofia. Desde que la enfermedad comenzó a trastrocar la normalidad de su rutina, ha pasado a tener una vida anónima y retirada. En algún momento, relata su mujer, resintió la soledad. "El otro día lo vino a ver Manuel Antonio Garretón, con el que siempre hemos tenido una buena relación. Ha venido Ricardo (Lagos), el equipo que trabajaba con Eugenio en el Segundo Piso de La Moneda. Hay algunos amigos que se acuerdan de él. La mayoría, probablemente, no...".
Ni ella ni los doctores saben a ciencia cierta con qué ritmo se seguirá desarrollando la atrofia multisistémica. El pronóstico, sin embargo, habla de un creciente deterioro. La familia ha procurado que Eugenio Lahera sepa exactamente cuál es su estado de salud.
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