Los enigmas de un afinador y restaurador de pianos

<P>Más de cien pianos tuvo Casa Mrksa, donde desde hace 35 años se restauran estos instrumentos. Su fundador llegó desde Croacia en los años 50 con este extraño oficio que hoy cultiva su nieto. </P>




Cruzar el umbral de la casona de Argomedo 71 es sumergirse en un mundo desconocido. Lustrosos, elegantes, de cola o verticales, los pianos son la especialidad de la Casa Mrksa y de quienes trabajan repartidos en los tres pisos de este taller, capaz de recomponer cualquier desperfecto surgido en alguna de las 12 mil piezas que componen cada uno de estos instrumentos.

Sus clientes suelen ser amantes de lo clásico, que llegan buscando ayuda para restaurar esa joya que recibieron como herencia, pero que ya no se ve ni suena como antes. La Casa Mrksa es un "hospital" donde entran pianos alicaídos y destemplados, para salir imponentes y armónicos.

Lovro Mrksa es quien hoy lleva adelante este "romántico negocio", tal como él lo describe. Fue su padre, un inmigrante croata, quien llegó a Santiago con su mujer en 1951 con el raro oficio de constructor de pianos. Era común ver a Nikola montado en una Lambretta. Cruzaba la ciudad hasta donde lo llamaran para arreglar y afinar. Eran tiempos en que el transporte de los pianos se hacía en una carreta tirada por bueyes.

"Esta casa donde estamos hoy la adquirió mi padre en 1973, cuando era más fácil comprarse casa que auto. Justo había un extranjero que buscaba un Steinway, y como mi papá importaba pianos, con esa venta la pagó. O sea, esta casa costó un piano", cuenta Lovro. Su relato resulta creíble teniendo en cuenta que hay algunos teclados clásicos que pueden costar más de cien millones de pesos dependiendo de la marca, la madera de su estructura y la calidad de sonido que emita.

¿Quienes tienen piano hoy en Santiago? "Esto no es una moda", señala Lovro convencido, "el piano es algo que queda en la familia, una tradición. Y ha vuelto. Porque tocarlo puede ser una terapia para los niños, sirve para unir a la familia. La música entrega valores distintos, y si los papás pueden darles a los chicos algo que los va a acompañar siempre, es maravilloso".

Sobre herencia, él sabe bien: de su padre heredó el negocio. De hecho, su hijo Nikola llegó hace poco tiempo a Chile, después de pasar cuatro años en una academia alemana estudiando el mismo oficio de su abuelo: constructor de pianos. Y es el único que ostenta ese título en nuestro país.

Un piano de concierto tiene 88 teclas: 52 son blancas y 36 negras. Un dato que es casi una anécdota para Rubén Toro, pintor de pianos que hace ocho años está encargado de dejar la cubierta de los instrumentos, sin importar su antigüedad, como si vinieran recién saliendo de la fábrica.

"Rubén lo que más tiene es paciencia", explica él mismo sobre su trabajo, porque para que la madera del piano quede tan negra como la noche, sin rayas ni marcas, se deben dar al menos 200 manos de laca. Aquí la brocha está prohibida, y es la muñequilla -algo parecido a un suave huaipe- la herramienta que usa Rubén para aplicar el color con una delicadeza que hace pensar que se está acariciando un tesoro.

El proceso completo puede tardar hasta un mes, porque cada capa debe secarse de manera natural evitando que la pintura se arrugue o se englobe por el apuro. "En verano la cosa anda más rápido, pero en invierno es muy lento. Este es un oficio a la antigua. Ya casi no hay jóvenes que quieran aprender la técnica de barniz, porque al menos se necesitan tres años de práctica para atreverse a pintar un piano", dice mirando un ejemplar de cola con tallados en la tapa que está a medio raspar. El sabe de lo que habla y asegura que una pintura hecha de esta forma, dura entre 50 y 100 años.

Mrksa cuenta que ha llegado a tener más de 150 pianos en su taller. Por eso el ambiente tiene un aire de fantasía y solemnidad que cautivó al equipo realizador de la película chilena Fuga -protagonizada por Benjamín Vicuña-, quienes ocuparon el lugar para filmar la trama.

Vicuña no es la única visita ilustre que ha rondado este lugar. Nikola, el padre de Lovro, fue técnico del gran Claudio Arrau, acompañándolo incluso en giras a otras ciudades. Así como él, destacados concertistas han llegado donde los Mrksa para pedir prestado un piano y ensayar apenas se bajan del avión. Alfredo Perl y Mahani Teave saben que en este rincón de la capital pueden elegir el piano que les gusta. Todo, mientras en el taller los maestros siguen trabajando con un concierto clásico sonando de fondo.

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