Los estudiantes: Los dueños de las calles




El 29 de agosto, las federaciones de estudiantes de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad Católica de Valparaíso, ambas controladas por el movimiento gremial, publicaron un documento titulado "Hacia una nueva institucionalidad a través de la renuncia de Allende". Como todos los textos de ese grupo en esos años, había sido revisado por Jaime Guzmán. Declaraba que "sólo bajo la dirección unitaria de nuestras Fuerzas Armadas, Chile puede reunir a sus mejores hombres en la misión de proponer la nueva institucionalidad que el país necesita para restablecer su democracia".

Aunque las actividades de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (Feuc) lograron "cada vez más convocatoria", dice su ex presidente Javier Leturia, la coordinación con la Federación de Estudiantes Secundarios (Feses), que encabezaba el DC Miguel Salazar, era bastante informal. Tampoco estaban enterados de los planes del golpe más allá de los rumores. "Lo más concreto que supimos fue cuando una vez alguien llegó con el aviso de que si los militares salían, nosotros teníamos que hacernos a un lado".

El movimiento estudiantil estaba partido en dos. En 1969, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la más antigua y mayor del país, había elegido presidente al comunista Alejandro Rojas, conquistando un bastión clave para la izquierda. En la noche del 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende pidió celebrar su victoria en la sede de la Fech, en la Alameda. Desde uno de los balcones del segundo piso le dijo a una multitud histórica: "He querido hablar al pueblo desde los balcones de la Fech porque los estudiantes han sido vanguardia en esta lucha".

Rojas fue reelegido presidente en los años 1970, 1971 y 1972, y en marzo de 1973 se convirtió en uno de los 25 diputados de la nueva bancada del PC. Sus rivales lo llamaban "el estudiante eterno" -cursaba Odontología- y también "la Pasionaria Rojas", porque era tan intenso como la española Dolores Ibárruri (una vez interrumpió una conferencia de prensa del rector Edgardo Boeninger bailando cueca sobre el escritorio). La Fech de Rojas fue una defensora leal y movilizada de la UP. "La Fech contra el imperialismo yanqui"; "Fidel, Fidel, ¿qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él?"; "A los momios, pala, a los fachos, bala", eran algunas de sus consignas favoritas.

Nunca antes en la historia de Chile los estudiantes habían tenido un papel tan activo en la política. Los proyectos del gobierno se discutían en la calle, entre pancartas, pedradas y guitarreos. No todo fue violencia ni todo fue una comparsa de marchas amables, pero los excesos se fueron incrementando a medida que la situación del país se polarizaba.

El debut en las calles de los estudiantes secundarios fue responsabilidad de la Feses, que agrupaba a 70 liceos fiscales de Santiago. Cuando asumió Allende fue bastante moderada, pero en 1972 comenzó a llamar a paros en rechazo a la designación por criterios políticos de nuevos directores de establecimientos. Otras federaciones de regiones siguieron su ejemplo.

En 1973, los estudiantes secundarios y universitarios pasaron más tiempo en la calle que en las salas. El trasfondo fue una gran causa: la Escuela Nacional Unificada (ENU), uno de los proyectos más polémicos de la UP. Las bases de esta gran reforma se fijaron en el Congreso Nacional de Educación de 1971, convocado por la CUT, el ministerio y el gremio docente. Consistía, en lo grueso, en una democratización del sistema; la creación de un programa común para la educación parvularia, básica y media, y una mayor intervención estatal en los colegios privados.

El proyecto final que se conoció en abril de 1973 fue apoyado con fuerza por los partidos de la UP y rechazado con igual vigor por la oposición, la parte del movimiento estudiantil que la acompañaba y, al fin, por la Iglesia Católica, que pidió al Presidente su retiro. El senador DC Patricio Aylwin fue uno de los primeros en calificar al plan como "manifiestamente destinado a servir de instrumento al objetivo político partidista de concientizar a los niños y jóvenes chilenos dentro del ideario marxista-leninista que inspira a los partidos gobernantes". La Conferencia Episcopal lo sentenció con una carta firmada por el obispo Carlos Oviedo, que declaró su oposición "al fondo del proyecto, por su contenido, que no respeta valores humanos cristianos fundamentales, sin perjuicio de sus méritos pedagógicos en cuestión". Luego, el contraalmirante Ismael Huerta aseguró que los oficiales de las Fuerzas Armadas consideraban la ENU como un intento por concientizar a los jóvenes.

La polémica sorprendió a la Feses en una situación particular. En las elecciones de noviembre de 1972, dos listas se atribuyeron el triunfo: la del socialista Camilo Escalona y la del DC Miguel Salazar. En esos comicios, la juventud del PN llevó de candidato al dirigente Andrés Allamand, que un año antes, a instancias de Sergio Onofre Jarpa, se había retirado del colegio Saint George e ingresado al Liceo Lastarria sólo para participar en la Feses. Su compañero de lista era Francisco Vidal. "La derecha nunca había tenido preocupación por los estudiantes secundarios. Cuando Allamand hizo este gesto, fue una especie de ídolo para todos", recuerda Roberto Palumbo, dirigente de la JN en esa época.

Mientras el sector de Escalona apoyó la ENU, el otro bando, apoyado por la Juventud Nacional, construyó una dura oposición contra la reforma. El primer gran paro fue el 17 de abril y contó con el respaldo de la Federación Unica de Estudiantes de Colegios Particulares, que dirigía José Manuel Correa, y la Confederación de Estudiantes de Colegios Particulares, encabezada por Osvaldo Artaza. A la paralización adhirieron cerca de 200 mil estudiantes de todo Chile. Los de Santiago (unos 50 mil) se movilizaron en masa por la Alameda: "¡Allende, escucha: la ENU se va a la chucha!".

El 26 de abril, Escalona se reunió en el Teatro Caupolicán con los estudiantes de izquierda para apoyar al gobierno. El líder socialista condenó a "esa gente que se opone a cualquier tipo de cambios... que se niega al diálogo de cualquier manera, usando la ENU para oponer a los trabajadores al gobierno popular".

Ese mismo día hubo otra concentración opositora que culminó con una lluvia de piedras hacia el Ministerio de Educación. "El ministro Tapia es un miserable, porque trata de engañar a los estudiantes", proclamó Salazar frente a la Biblioteca Nacional. Otros estudiantes de los liceos Lastarria, María Auxiliadora y de colegios del sector oriente levantaron inéditas barricadas en Apoquindo y Providencia.

Con todo, el grupo estudiantil más activo en contra de la ENU (y de la UP) fue el Movimiento Gremial de la Universidad Católica, que nació como reacción al proceso de Reforma Universitaria, cuyo momento culminante fue la toma de la Casa Central en agosto de 1967. Su líder y fundador era Jaime Guzmán, presidente del centro de alumnos de Derecho, seguido, entre otros, por Jovino Novoa, Hernán Larraín, Ernesto Illanes, Felipe Lamarca y Raúl Lecaros. Los gremialistas tenían un rumbo separado del PN. Eran antipartidos y proclamaban la autonomía de los cuerpos intermedios, cuya expresión eran "los gremios".

En 1969 conquistaron la Feuc con Ernesto Illanes y la retuvieron durante toda la UP. En el paro de octubre de 1972, la Casa Central de la universidad se convirtió en sede de las reuniones de los gremios. Guzmán y Eduardo Boetsch, líder del movimiento alessandrista, redactaron ahí el "Pliego de Chile".

La Feuc gremialista participó en varios hitos opositores importantes, como la campaña para que Canal 13 llegara a todo Chile, la que rechazaba la intervención de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones ("¡La papelera, no!") y la huelga de los mineros de El Teniente en abril de 1973. Para entonces, su presidente era Leturia, un estudiante de Filosofía que había ganado con un mensaje que llamaba a "asegurar la derrota del marxismo en la UC".

A mediados de junio, un grupo de mineros que marchó desde Rancagua se instaló en la Casa Central de la Católica. "Llegaron en un día de lluvia y la DC quiso ofrecerles su sede de la Alameda, pero a partir de conversaciones con nuestros dirigentes salió la idea de que era mejor no estar en un partido. Así fue como les abrimos las puertas", recuerda Leturia. El rector Fernando Castillo Velasco no pudo oponerse. "Se encontró con hechos consumados", dice Leturia. "Pero como un homenaje a él, puedo decir que en una manifestación declaró que aunque era un democratacristiano de izquierda, estaba con nosotros".

El combate contra la ENU fue sin tregua. La Feuc declaró que bajo esta reforma se buscaba "transformar la educación en un gran aparato proselitista y de control de conciencias". Los argumentos de su campaña "No a la ENU" aparecieron en El Mercurio y en un libro titulado ENU: el control de las conciencias. Este y la mayoría de los panfletos, documentos y manifiestos del movimiento gremial eran obras de Guzmán. "Lo redactaba casi todo. Le gustaba conversar sus propuestas, pero la pluma era de él", afirma Leturia.

Con los estudiantes de las dos principales universidades enfrentados (las siguientes, la Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Concepción estaban en manos de la izquierda), el movimiento estudiantil replicaba la fractura que atravesaba el país. Ambos grupos sentían que su futuro estaba amenazado.

El 11 de septiembre, los gremialistas tenían organizada una nueva marcha junto a los secundarios. Cuando se enteraron del golpe, Leturia, Alberto Hardenssen, su vicepresidente, y Carlos Bombal, presidente del centro de alumnos de Derecho, fueron en auto hasta la Casa Central: "Las calles ya estaban desiertas. Luego nos juntamos con otro grupo en el departamento de Jaime Guzmán, a esperar. El quería ver el asunto consolidado y no estaba tan eufórico como nosotros". En la UTE, donde Allende iba a anunciar su llamado a plebiscito, permanecieron el mismo día cerca de 600 estudiantes, académicos y funcionarios, con la sede tomada en defensa del gobierno.

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