Los fantasmas de Fukushima




Lo que había ahí eran don rieles que parecían perderse y desaparecer, sin llevar a ninguna parte, porque la tierra y las plantas se los habían comido. A los costados se veían casas, un barrio residencial y la civilización abandonada que servía para creer que antes ahí, en Namie, prefectura de Fukushima, vivieron más de 223 mil personas. Porque ahora no quedaba nadie.

El golpe vino el 11 de marzo de 2011, cuando un terremoto de magnitud 9.0 sacudió la costa noreste japonesa, donde estaba la central nuclear de Fukushima, con olas posteriores de hasta 15 metros que superaron las barreras de contención, dando como resultado el peor accidente nuclear desde Chernobyl. Esa vez, después de la lluvia radiactiva, se liberó suficiente radiación como para que se evacuara a todos en un radio de hasta 20 km de la central, ubicada en la ciudad de Okuma. En esa zona está Namie.

Habían pasado dos años de eso cuando Tomás Munita llegó a fotografiar lo que quedó después de la tragedia, en septiembre de 2013, cuando la población ya había arrancado. Del día en que sacó esta foto, recuerda "el calor, que el Geiger counter -que se usa para medir la radiación- subía y bajaba constantemente. Sólo se veía a la policía patrullando las calles y, en ocasiones, alguien que iba a su casa en busca de algún objeto que debía luego escanear para ver si lo podía sacar de la zona de exclusión".

La soledad de Namie, el desuso de la ciudad completa, se podía ver en detalles. Como que la limpieza del lugar había sido postergada sin fecha concreta, que un 30% de sus antiguos habitantes, según una encuesta del Ministerio de Medioambiente, había renunciado a la posibilidad de volver y que si se entra a la sede de la municipalidad se pueden ver que los calendarios no avanzaron después de marzo de 2011.

A Munita le llamó la atención que Namie "parecía congelado en el tiempo. Como la gente tuvo que evacuar, la vegetación comenzó a comerse el lugar. Y como tienen un clima cálido y húmedo, las enredaderas comenzaron a crecer en los estacionamientos, trepando por los muros de las casas con plantas de varios metros de altura. Era como la oportunidad de ver qué pasaría con una ciudad si de un minuto a otro te llevaras a la gente". S

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