Los hot points del diseño europeo
<P>Una mirada fresca desde París, Milán y Helsinki que explora los barrios que inspiran un nuevo renacimiento cultural en Europa, desde el arte y el diseño hasta la moda y los muebles. Tres destinos muy distintos pero con un punto en común: cada ciudad es perfecta para descubrir el talento europeo más renovado. </P> <P>
Living La Vida Moda
El vibrante distrito de Brera, en Milán, ofrece una virginal alternativa a las grandes calles de las súper marcas. Durante ciertas épocas del año, resulta difícil diferenciar a las modelos de los estilistas, compradores y transeúntes. Todos llevan carteras, cámaras y un estilo cuidadosamente calculado, como sus cortes de pelo. Las abrillantadas y adoquinadas calles de Brera atraen a los mismos caros tacones europeos que caminan por las aceras del Notting Hill de Londres, la elegante plaza de Sablon en Bruselas o la avenida Kurfürstendamn en Berlín.
En un café de Brera, Ludovico Loffreda pasa las imágenes en su smartphone. Acaba de convertirse en diseñador de una marca internacional de ropa de hombre, Gil Sander, pero aun así le queda tiempo para su propia colección, en la que emplea divertidas imágenes de su cara en estilo pop art. Ludovico sólo tiene 24 años y su futuro en la moda es más brillante que el mármol del Duomo de Milán. Se detiene en una imagen para mostrar la lencería que diseñó para la supermodelo danesa Helena Christensen, por la que fue merecedor de un premio. "¿Por qué son tan importantes Milán y Brera? Las escuelas de moda aquí refuerzan la relación con las grandes compañías y la gente viene por eso", cuenta. "En mi escuela había estudiantes de Polonia, España, Japón, Corea del Sur… París está bien para la costura, pero Milán es mejor para aprender el negocio".
Pero no todo es moda en Brera. En abril de 2012, más de 330.000 personas llegaron a la ciudad para asistir a la feria de diseño más grande del mundo, el Salone Internazionale del Mobile. "La feria persigue que se experimenten los diseños, no que se vean online", dice Sergio Riga, propietario del establecimiento Dilmos. "Se trata de conectar con la gente y conocer a los jóvenes diseñadores cara a cara". Algunas de las nuevas adquisiciones de la tienda de diseñadores jóvenes incluyen el trabajo de Adrien Petrucci, de 24 años. El interior de su armario descompuesto está diseñado con virutas de madera y la pieza tiene el honor de estar colocada junto a las sillas de Philippe Starck y a la mesa-prisma de Giulia Battisi.
A cinco minutos se encuentra el showroom de un ícono de los muebles italianos, Edra. En él me recibe el director de arte de la compañía, Massimo Morozzi, de 70 años. "Tengo un problema" dice sonriendo el hombre que creó coches concepto para una compañía japonesa de autos y cuyos diseños se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. "Me interesan más las nuevas técnicas que el acabado del producto. ¿Ves esta mesa de palisandro, los destellos blancos? Son partes de la madera que normalmente se tiran. Con ellas hemos creado algo único".
Si se dedica más tiempo a este barrio, se pueden encontrar tiendas que venden sillas antiguas tapizadas en modernas telas brillantes, outlets independientes que venden moda de toda Europa a buen precio, galerías que muestran el trabajo artístico de Alemania, Italia, Francia y Holanda e, incluso, una perfumería a medida que vende esencias que fueron creadas para Catalina de Médicis.
Cerca de Brera se encuentra la Trienal de Milán, el primer museo dedicado al diseño italiano. "El diseño va de la mano del cambio social, lo sigue y lo influye", dice la directora, Silvana Annicchiarico. "Por eso cambiamos las exposiciones por completo todos los años, porque el diseño está en constante movimiento. Es nuestro trabajo contar la historia".
Arte con alma
El distrito parisino de Belleville es lo último dentro del movimiento artístico de la capital francesa y el paraíso de los hipsters. Siendo fuertemente independiente del barrio bohemio de Christianshavn, en Copenhague, y ofreciendo un individualismo que no estaría fuera de lugar en el barrio de artistas de Užupis, en Vilna, Belleville es el arquetipo de barrio europeo creativo, que se aburguesa poco a poco, pero que conserva un punto muy enérgico.
En un patio escondido de Belleville, Catherine Arnaud convierte 300 kilos de alabastro en frágiles aros que parecen tan luminosos como el coral de mar. En la puerta de al lado, Suzel Galia corta, taladra y pule los coloridos de una piedra hasta convertirlos en las formas orgánicas que han labrado su reputación internacional. "Soy capaz de hacer mucho ruido en medio de esta paz", dice.
Esta afluencia de nuevos artistas es el último capítulo en la historia de Belleville de arrendatarios de bajos ingresos y pasado revolucionario, dice Lois Pommier, coordinador de Ateliers d'Artistes de Belleville. La organización fue creada en 1990 para apoyar a los artistas independientes a través de tours, eventos y campañas para proteger sus espacios de desarrollo. "Hace diez años había 100 artistas aquí, ahora hay 300", dice.
Entre los que abren sus puertas se encuentran el pintor Philippe Barnier y el artista catalán del carbón, Carlos López, quien llegó a Belleville hace 20 años. "¿Por qué aquí? Los alquileres son asequibles y me gustaba poder sentir la naturaleza del parque y las calles". La diseñadora de accesorios Hélène Eber-Specher pasó un tiempo en Tokio, Japón, donde hizo su primer bolso a partir de un quimono. Belleville es ahora su hogar. "Me encanta la sensación de pueblo que se respira. No se siente como París".
Una tendencia que está cobrando fuerza es la Bienal de Belleville. "Desde 2010 nuestro objetivo ha sido mostrar el talento internacional y local", dice la encargada Patrice Joly. "Hemos puesto el barrio en el mapa creativo internacional. La Bienal de Venecia costó 10 millones de euros, pero lo hicimos por cincuenta mil. Belleville puede no tener mucho dinero, pero le hemos puesto mucha pasión".
Capital Creativa
El Distrito del Diseño en Helsinki sirve como introducción perfecta al diseño finlandés contemporáneo y clásico, mientras que el barrio de Kallio exhibe estilos vanguardistas del futuro. "En Finlandia, el buen diseño siempre ha sido una forma de vida", dice Aino Vepsäläinen, director de proyectos en el Foro de Diseño de Finlandia. "La forma sigue a la funcionalidad. El objetivo del diseño es simplemente hacer que productos y servicios hagan su mejor trabajo. El diseño no es un lujo en Finlandia. Es para todos".
"Helsinki puede dar una primera impresión un tanto fría, pero pronto se descubre una ciudad llena de gente de mente abierta cargada de nuevas ideas", dice Linda Bergroth, ganadora del premio a la joven diseñadora del año de 2012. Muchos de estos creativos se encuentran en el corazón del Distrito del Diseño, un barrio de 25 calles que se ha convertido en un punto caliente para los diseñadores más innovadores. Comenzó en 2005 con 50 miembros, pero ahora está lleno de más de 200 tiendas, talleres y galerías.
Las calles del Distrito del Diseño son el coto de caza perfecto para los diseños clásicos del mañana, no importa si se trata del arte de corcheteras de Sasha Huber, de los zapatos salpicados en pintura de Minna Parikka o de las joyas de la burbuja Anna Heino. "Creo que una de las razones por las que tenemos una tradición vibrante en el diseño es que tenemos una larga historia de artesanías y nos sentimos inspirados por la naturaleza que nos rodea", dice Heino.
Sin embargo, Metsola ha elegido las calles del barrio de Kallio para ubicar su taller y tienda. "Se siente algo genuino aquí", dice su vecina Anna Jaakkola, que personaliza bicicletas. "Sí, la vida en la calle es colorida", afirma sonriendo el artista gráfico Teemu Keisteri, "pero Kallio es un buen punto de partida para mi trabajo".
Muy cerca se encuentra el laberinto de la creatividad cooperativa conocido como Made in Kallio. En sus talleres se acomodan joyeros, impresores, diseñadores de calzado, fabricantes de bicicletas, expertos gráficos, fotógrafos y camarógrafos. "Los clientes pueden disfrutar de un nivel de interacción poco común aquí", dice el cofundador Jon Sundell. "Pueden ver los productos y también pasar tiempo con las personas que los produjeron. Añadimos una nueva dimensión de la creatividad a la ciudad".
EL CALAFATE tiene un modernísimo aeropuerto internacional. Tiene callecitas limpias y ordenadas, muchas tiendas de souvenires, de famosa ropa deportiva y outdoor, una docena de restaurantes, bares, pizzerías, heladerías y parrillas -algunos de gran calidad-, varios hoteles que suman 7.500 camas, un casino de juegos, un nuevo museo de los juguetes y cerca de 12.000 habitantes, muchos, si se piensa que hace una década no era ni la cuarta parte. El Calafate es, más o menos, eso y tiene una sola gran razón de ser: está a un paso del Parque Nacional de los Glaciares y de su más importante estrella, el glaciar Perito Moreno.
Este pintoresco poblado en medio de las pampas argentinas de Santa Cruz, que se hizo famoso más allá de sus fronteras por ser parte de la zona donde nació el kirchnerismo, donde la Señora K se pasea cuando viene a su casa de descanso y donde junto al fallecido ex presidente, forjó una buena parte de su fortuna. De hecho, acá Cristina tiene repartidos algunos de sus lujosos cinco estrellas. Pero es la escasa distancia que El Calafate tiene respecto al glaciar -50 km- lo que hace que cada año miles de turistas de los más lejanos rincones lleguen hasta acá y lo usen como centro neurálgico para sus excursiones. Es un hecho que la crisis económica europea ha golpeado fuerte y, tal como El Calafate surgió y creció una década atrás gracias a la llegada de españoles, franceses y alemanes, hoy sus habitantes están resintiendo la escasa llegada de estos visitantes. Por ello, tanto los locales como autoridades turísticas están mirando al barrio, intentando atraer viajeros del continente para que se aventuren a conocer uno de los pocos glaciares que sigue creciendo en vez de disminuir (aunque algunos afirman que se mantiene en equilibrio porque junto con crecer, se derrite también).
Dejamos las comodidades del céntrico hotel Kosten Aike (kostenaike.com.ar) y, muy pronto también, las calles del pueblo para acercarnos al Perito Moreno. Primero recorremos la nueva costanera que bordea al enorme y azul Lago Argentino para rodar por un camino asfaltado que se interna por el parque nacional. El cielo impresiona con nubes para nada amenazantes, sino de formas increíbles que, cada cierto tiempo, tiñen el limpio cielo austral. A nuestro alrededor, a medida que avanzamos, el paisaje algo pelado nos regala un contraste de colores, del amarillo de las pampas al blanco intenso de las cumbres nevadas. Sólo al ingresar al parque percibimos el cambio, con bosques y una vegetación nativa donde predominan notros, ñirres y lengas. En medio de una curva, desde la van y muy a lo lejos percibimos una parte del glaciar. No impresiona, es como ver una foto linda y chica. Pero estamos a varios minutos aún del imponente coloso.
Francisco Pascasio Moreno (1852-1919), el famoso perito Moreno, fue un destacado argentino, aventurero y explorador de vocación, impulsó la creación de parques nacionales en su país. Lo de "perito" es porque fue clave para Argentina en la demarcación de límites con nuestro país. Recorrió casi toda la Patagonia, nombró y descubrió varios glaciares y montañas, curiosamente jamás conoció el gigante que lleva su nombre.
El glaciar tiene un frente (o un ancho) de casi cinco kilómetros. Su altura varía entre los 30 y 60 metros, es decir, los bloques de hielo que vemos tienen esas dimensiones, pero la verdad es que son mucho más grandes, ya que bajo el agua pueden tener perfectamente 90 o 100 metros más. Por ello es que cuando se producen desprendimientos, éstos generan no sólo expectación entre los visitantes sino, sobre todo, grandes olas y numerosos témpanos que luego flotan en las frías aguas.
Es cierto que hay glaciares más grandes que el Perito Moreno a lo largo de todo Campos de Hielo, a ambos lados de la frontera, pero no hay ni uno que tenga una accesibilidad como la suya. Además de un camino que nos deja a un paso, una larga y renovada red de pasarelas permite acercarse a poco más de 100 metros de este gigantón. Y hacerlo nos cambia completamente el switch. La diferencia entre verlo a lo lejos, como fue la primera impresión desde la van, y estar a metros de distancia es un abismo tremendo. El glaciar es impactante por sus colores, que van desde el azul, en especial los días más nublados, al blanco intenso, por sus dimensiones, pero por sobre todo por su sobrecogedor y constante crujido, que hace creer que tuviese vida propia, más aún cuando vemos cómo trozos de hielo caen estrepitosamente al agua o pequeñas cascadas de agua producto del derretimiento constante.
Una aproximación mayor la permite el minitrekking que ofrece Hielo y Aventura, empresa concesionaria del parque. Tras una corta navegación de 20 minutos, nos da la posibilidad de caminar sobre la masa helada. Con grampones en los pies, la excursión es una divertida y distinta experiencia que nos otorga otra visión. Caminando algo torpe y lento al inicio, avanzamos entre formas que parecen de otro planeta, a veces lunares, a veces como dunas nevadas, otras como una montaña de hielo, pero todas blancas y grises, celestes y azules, con extraños sonidos y el agua corriendo por pequeños surcos y sumideros que llegarán hasta el lago.
El parque de ecoaventuras Cerro Frías (cerrofrias.com), ubicado dentro de la enorme estancia Alice, ofrece varias alternativas de excursiones y actividades. Una línea de tirolesa de 2,5 km, cabalgatas, trekking, una aventura en vehículos 4x4 para subir hasta lo más alto de sus terrenos y contemplar estupendas vistas (en días despejados se pueden observar hasta las Torres del Paine). Además, tienen un moderno y bien provisto quincho donde, tras las excursiones, los visitantes reponen energías con carne a la parrilla o corderos al palo.
Una visita que conviene hacer antes de conocer el glaciar es a Glaciarium (glaciarium.com), un museo que acaba de cumplir un año desde su apertura. Muy bien montado, interactivo y entretenido, es un repaso necesario para entender la importancia de los glaciares, su formación, conocer la región e, incluso, la vida de Perito Moreno. Imperdible, tras el recorrido es bajar a su bar de hielo, recientemente inaugurado y donde todo está bajo cero.
Panoramas para calentar el cuerpo son sin duda los numerosos restaurantes del pueblo. La cadena La Lechuza cuenta con tres locales en la avenida principal (Libertador), donde destacan sus pizzas y pastas. Si busca algo más refinado y excelentes cortes de cordero patagónico, con una buena selección de vinos, Casimiro Biguá es la inmejorable opción en la misma avenida y también con tres locales.
Y una parrilla de gran calidad y estupenda atención, considerada la mejor de la ciudad, es La Tablita. Suele llenarse cada noche, por lo que conviene reservar.
LAS ENORMES autopistas expulsan a los alineados conductores mañaneros, y Santiago de Querétaro, o simplemente Querétaro (alrededor de un millón de habitantes), se llena de bicicletas. La irrupción desde hace unos 10 años de las multinacionales ha conseguido que surja como respuesta un movimiento ecológico y bicicletero que obliga al gobierno local a proteger a los fans de las dos ruedas.
Una tendencia slow, de ritmo lento, muy en línea con el carácter de los queretanos, mexicanos orgullosísimos de sus raíces y su centro barroco patrimonio de la Unesco. La industria aeronáutica y la inversión extranjera la han convertido en una de las ciudades más dinámicas de Latinoamérica. Pero los queretanos, a sólo 250 kilómetros del DF, siguen saliendo de paseo y prefiriendo gastarse los pesos en gorditas de migajas y paletas frescas.
En las cafeterías que rodean la plaza de Armas, el epicentro de Querétaro, se escuchan diferentes acentos españoles y varios idiomas. "La ciudad, que antes era más provinciana, ya está muy acostumbrada a la gente de fuera", explica Jimena Martínez, que ha vivido seis años aquí. Ambiente cosmopolita que se va difuminando por las callejuelas del Cinco de Mayo y Libertad, repletas de puestos de artesanía donde se compran las típicas muñecas de cartón y tela. A sus alrededores surgen casonas barrocas y dieciochescas formando líneas curvas. Son imprescindibles la de la Marquesa (hoy un exclusivo hotel; atención a sus paredes de azulejos moriscos), la de Ecala (de fachada noble de piedra), la de la Zacatecana (un museo que representa la época y donde dicen que se aparecen los espíritus de sus dueños asesinados), la de los Cinco Patios (ideal para un café) y la del Corregimiento (cuna de las conspiraciones previas a la independencia de México).
Más vale regular la abrumadora historia pasada con alguna exposición actual en la galería Libertad (calle de la Libertad 56). Aquí se puede encontrar desde fotografía hasta escultura, casi siempre de artistas emergentes. La misma pátina moderna tiene el Museo de la Ciudad (calle de Guerrero 27), que más bien es un centro omnívoro donde caben desde los ciclos de cine y los espectáculos de danza hasta los talleres infantiles. La urbe lleva el arte en su ADN: las iglesias barrocas, que asaltan a cada paso, sirvieron como campo de experimentación. La de San Francisco fue la primera que se construyó, en 1540. Siga la ruta religiosa con el huerto de la iglesia de Santa Cruz, donde crecen árboles con espinas en forma de cruz, hecho que a todo el mundo le parece de lo más normal.
Son pocas las veces que no hace sol en la ciudad, así que haga cola como los queretanos en la Paletería La Colonial (calle del Doctor Lucio 31) para comprar helados elaborados de forma artesanal. Sabores desde el mango hasta las frutillas con nata. La vendedora espera pacientemente: "No se preocupe. Sé que cuesta mucho decidirse".
Un buen lugar para saborearlo es el jardín Zenea, entre las sombras de los árboles y algún grupo de mariachis. Puede que haya todavía más animación y música en la plaza de la Constitución o en la de la Corregidora, dedicada a doña Josefa Ortiz de Domínguez, instigadora de la Revolución. Se comprueba más que nunca que Querétaro no ha perdido su aire pueblerino en el restaurante del mercado de la Cruz, donde se deben pedir antojitos como las gorditas de migajas (rellenas con carne de cerdo), las enchiladas queretanas (con queso fresco o pollo), la barbacoa de borrego y el guajolote (pavo). Más refinado es el mesón de Chucho El Roto (calle de Pasteur Sur 16), con una terraza abarrotada de gente. Mientras canta el grupo de mariachis Nueva Era, la cocinera, Pati González, explica su filosofía: "Tenemos platillos mexicanos y típicamente queretanos, pero con un toque diferente", apunta sin querer decir los ingredientes secretos de sus famosas recetas.
Para un café no hay mejor sitio que La Mariposa (calle de Ángela Peralta 7), piensan muchos queretanos. Café, mantecado (nieve de leche con fruta), duraznos prensados o jericayas (especie de natillas). Esta dulcería es diminuta, se sentirá como en una casa de muñecas y se relamerá. La tarde huele a naturaleza. Se empieza en la Alameda de Miguel Hidalgo, un parque decimonónico, y luego se tira al Cerro del Sangremal. Bajando está el acueducto, del siglo XVIII. La gigantesca estatua del presidente mexicano Benito Juárez asusta en el Cerro de las Campanas, emblema verde en la capital de un Estado donde se encuentra la reserva de la biosfera de Sierra Gorda, el área protegida con más biodiversidad del país.
La noche se echa encima y las calles siguen llenas, aunque no hasta muy tarde. La ciudad es segura: algunos dicen que porque los narcos tienen aquí a muchas de sus familias y otros porque es segura de por sí. Revise la programación del auditorio Josefa Ortiz de Domínguez y el teatro de La República, donde por primera vez en 1854 se interpretó el himno nacional y donde en 1917 se promulgó la Constitución mexicana. También puede ir a sacar unas carcajadas al teatral Corral de Comedias. La Casona de los Cinco Patios (Andador Cinco de Mayo) dispone de una oferta para no salir durante horas: cena creativa en San Miguelito, botana (picoteo) en La Antojería y música de entre los 50 y los 80 en La Viejoteca, decorada como una farmacia antigua. Siempre hay conciertos de jazz, indie rock o sesiones de dj en La Encrucijada (avenida de la Universidad 67) y Zeppelin (Independencia 186), con una azotea para sentirse libre con una "chela" bien heladita en la mano.
EMBARCAR en Buenos Aires. Recorrer Montevideo, Punta del Este, Puerto Madryn, el Cabo de Hornos, Ushuaia, Punta Arenas, el estrecho de Magallanes, los fiordos patagónicos, Puerto Montt y finalmente recalar en Valparaíso, todo en 14 días, arriba del crucero de lujo Celebrity Infinity. Esta es una de las opciones que tendrá la temporada 2013 de cruceros en Chile, con un total de 219 barcos recalando en 10 puertos nacionales. La lista la encabezan Puerto Montt, con 55 cruceros; Punta Arenas, con 47 cruceros, y por supuesto Valparaíso, 40 cruceros.
Para esta temporada se estima un alza de un 19,8% en el número de pasajeros, con una cifra proyectada de 220.000 personas desembarcando en puertos chilenos. Un aumento que se explicaría en los cambios que el gobierno realizó el año pasado para incentivar las recaladas, entre las que se cuenta la promulgación de una ley que autoriza a los cruceros internacionales a abrir sus salas de juegos mientras navegan en aguas chilenas, y la rebaja por concepto de faros y balizas.
Como explica la subsecretaria de Turismo, Jacqueline Plass: "De esta manera se está logrando recuperar la competitividad de esta industria y así beneficiar a un gran número de pequeños y medianos empresarios en los puertos chilenos y sus alrededores". De hecho, se calcula que el ingreso de divisas podría aumentar en más de un 16%, alcanzando los 14 millones de dólares.
Una industria que hasta la temporada 2010-2011 había sufrido una importante caída, con sólo 140 cruceros recalando por puertos nacionales. Un fenómeno que Hernán Passalacqua, de la consultora de turismo Fitz Roy, explica porque hasta esa fecha, y ante la fuerte competencia de los países vecinos, Chile no había sido capaz de poner precios y condiciones que hicieran de sus puertos un real atractivo para las naves extranjeras. Además, agrega, la crisis internacional que comenzó en 2008 afectó en forma importante la industria.
Y es que el turismo de cruceros es una considerable fuente de marketing y difusión para Chile: "Son más de 200 mil personas que bajan en puertos chilenos y navegan por costas nacionales. Si ellos tienen una buena experiencia, hablarán bien de Chile y quizás vuelvan a conocer otros destinos", explica Passalacqua. Por esto recalca la importancia de mejorar los espacios en los puertos, proteger a los turistas de la delincuencia y certificar a los proveedores de servicios para que los pasajeros que se bajan por algunas horas disfruten de tours de la mejor calidad posible.
Claudio Nast, managing director de DMC (empresa que provee tours y traslados a la mayoría de las navieras ), destaca los cambios hechos por las autoridades, en la medida en que mejoran la imagen que tiene el mercado de los cruceros sobre Chile. Sin embargo, hace hincapié en que los efectos de la nueva reglamentación aún no son visibles y que el aumento de recaladas se debe a algunos barcos que estarán sólo durante esta temporada y a la inclusión en muchas rutas de los puertos de Chacabuco y Castro, en Chiloé.
Agrega que la situación de Argentina, que ha dificultado la navegación de cruceros ingleses o que recalen en Islas Malvinas, los hace estar dudosos sobre un futuro aumento de barcos. "Hay que ver lo que va a pasar esta temporada", dice. Mientras, ya se proponen algunas alternativas, como una "ruta del Pacífico" que no incluya puertos argentinos.
En general, las noticias de cruceros sólo involucran a los chilenos desde el puerto, mirándolos. Pero la verdad es que existen posibilidades concretas de tomar cruceros de gran nivel, ya sea comenzando su viaje en un puerto chileno o terminándolo en él, a muy buenos precios. Es el caso de Celebrity Infinity, que realiza un itinerario desde Buenos Aires a Valparaíso (y viceversa) durante enero, febrero y marzo, los precios comienzan en los US$ 1.849 por persona. Un viaje más largo es el que hace el barco Adonia, con un itinerario de 21 noches, de Río de Janeiro a Valparaíso, por un precio que comienza en los US$ 4.358.
Cuando la travesía incluye un desvío a la Antártica, por supuesto los precios se encarecen bastante más, aunque es una interesante opción, tomando en cuenta que los precios de un full day a la Antártica bordean los US$ 5.000. El barco Crystal Symphony, que realiza un viaje de 18 días entre Buenos Aires y Valparaíso, incluyendo Antártica, tiene un precio desde los US$ 9.540.
Otras opciones, para quienes quieran aprovechar de embarcarse a un lugar más lejano, son las que van desde puertos chilenos a lugares como Estados Unidos o Inglaterra, recorriendo en el trayecto numerosos países. Un ejemplo es el Silver Cloud, que zarpa desde Valparaíso, recorriendo Perú, Ecuador, Costa Rica y finalmente desembarcando en Miami. Una alternativa en el mismo estilo es el barco Adonia, que llega el puerto de Southampton, en Gran Bretaña, y que recorre Perú, Ecuador, Aruba, Trinidad y Tobago, Barbados y Antigua y Barbuda, entre otras islas.
Para Patricio de la Sotta, gerente de Interexpress (representante en Chile de Royal Caribbean, Celebrity y otras empresas de cruceros), los cambios introducidos por el gobierno han sido sin duda positivos, aunque insiste en que sus efectos se verán realmente en próximas temporadas, ya que el mercado de los cruceros planifica, al menos, con dos años de anticipación.
Aun así, destaca que ha habido bajas en los precios de un 10% al 15% y que hay una no despreciable cantidad de turistas chilenos que toman estos barcos: entre 1.800-2.000 personas es la cifra estimada.
"La navegación por los fiordos es bellísima, y recorrer estos lugares arriba de un crucero de lujo es una buenísima opción para los chilenos", concluye De la Sotta.
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