Los incidentes desde la cabina del "Huáscar", el poderoso lanzaguas de dos pitones
<P>El blindado, fabricado en 1999 y con capacidad para seis mil litros de agua, es operado por tres efectivos.</P>
"Oiga, mi suboficial, me llamó mi señora y sacó licencia para manejar. Ahora me voy a quedar sin auto y obligado a andar en micro", cuenta el sargento segundo de Carabineros René Rodríguez (37) desde la cabina del carro lanzaguas 25 de Fuerzas Especiales, ubicado a un costado de La Moneda, en Teatinos.
La confesión provoca las carcajadas del cabo 1° Juan Carlos Cornejo (40) y del sargento primero Claudio Otárola (44), encargado de coordinar las operaciones del camión alemán Rosenbauer, tras la marcha estudiantil.
Pocos minutos antes de las 13.00, las risas retumban con fuerza en el petrolero, fabricado en 1999, cuando, desde la pantalla de televisión de uno de los celulares, los efectivos observan a varios manifestantes cargando un "guanaco" de utilería: "Mira, mira, un guanaco de papel. Ese es el clon que nos hicieron", celebra Otárola.
El momento de relajo termina abruptamente. Se reciben instrucciones por la radio e inmediatamente el motor comienza a rugir.
El estanque de agua está al tope con seis mil litros, para hacer frente a un grupo de encapuchados que ataca con piedras una farmacia y una sucursal bancaria en Alameda con Lord Cochrane. "Tranquilo. Lento, lento y chorros cortos", ordena el sargento Otárola quien, protegido con una máscara antigases y junto al cabo Cornejo, maniobra uno de los dos pitones con que cuenta el "Huáscar".
Mientras el blindado avanza por la Alameda al poniente, otro de los lanzaguas ya sufría los primeros ataques de las bombas de pintura, piedras y cuanta señalética lograban arrancar del suelo los encapuchados.
El carro realiza una primera arremetida. Una decena de menores de edad y jóvenes con sus rostros tapados avanzan por la Alameda desafiantes, con piedras y fierros que lanzan a la carrocería. La tensión entre los uniformados aumenta frente a calle Dieciocho y el ruido ensordecedor de los golpes de las piedras no deja escuchar con claridad las instrucciones que salen de la radio.
"Atrás tuyo, Cornejo, ahí viene uno, dale nomás", advierte el sargento Rodríguez, mientras un manifestante se acerca de frente al carro y lanza un cóctel molotov, que cae a tres metros de distancia del vehículo.
Han pasado 30 minutos desde el inicio de los incidentes y la tripulación a cargo del sargento Otárola vuelve a calle Teatinos para cargar agua en un grifo.
Cabina irrespirable
La jornada del sargento Claudio Otárola comenzó temprano. Deja su casa en la comuna de San Bernardo pues, a las 07.00, al igual que el resto de sus colegas, debe recibir las primeras órdenes de la jornada, que ya se aventuraba como agitada.
Una hora más tarde, los policías ya estaban ubicados estratégicamente a un costado de La Moneda. Otárola cumplió 24 años en la institución, es casado y tiene dos hijos, uno de ellos de 13 años. Cuenta que, por ahora, es muy chico para interesarse en las manifestaciones, pero le aproblema que lo haga alguna vez, por el temor a que pueda pasarle algo.
"¿Dónde estás? Pero ten cuidado, en Estación Central ya hay incidentes", responde al celular el suboficial a su hija mayor, mientras el lanzaguas 25 se dirige a contener un ataque a la embajada de Brasil, en el Metro Los Héroes. "Necesitamos apoyo, tengo dos capas (carabineros) heridos en la embajada", se escucha en una de las radios.
La lluvia de piedras sigue cayendo, algunas de ellas de más de tres kilos de peso. Un peñasco, finalmente, logra trizar uno de los vidrios laterales del "Huáscar", mientras los gases lacrimógemos se filtran al interior, haciendo irrespirable la cabina para quienes no porten alguna máscara especial. La instrucción, sin embargo, es clara: no abandonar el sector hasta disuadir al grupo.
Papel higiénico para despejarse la cara y un spray que neutraliza los químicos de las bombas son los principales elementos con que cuentan. Pero aseguran estar acostumbrados. Son las 15.30 y por segunda vez deben cargar agua. La jornada promete ser aún más larga.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.