Los mandamientos del rey David
<P>Ocho años pasaron entre que David Pizarro lució por última vez la camiseta de la Selección y su retorno al equipo. En las razones de su renuncia y en las de su regreso está su familia: la trágica muerte de su hermana Claudia, el férreo código de conducta de su madre y la religión. Fuimos a Valparaíso y hurgamos en su pasado para comprender las decisiones de uno de los jugadores más esquivos del fútbol chileno.</P>
Claudia Pizarro Cortés citó a toda su familia en la casa rosada de calle Río Frío. Llevaba más de tres años viviendo en ese sector del Cerro Playa Ancha, pero seguía diciendo que no le gustaba. Sin embargo, era el único lugar con las dimensiones para reunir a 50 personas y festejar su cumpleaños 32. A diferencia de otras celebraciones, ella intuía que este 3 de diciembre sería especial y debían estar todos sus seres queridos, incluyendo tíos y primos. Esa tarde hubo comida a destajo, tal como le gustaba. A la hora de soplar las velas de la torta, dio las gracias y soltó una sentencia que dejó a todos en silencio:
-Cómanse todo, porque este será el último cumpleaños que pasaré con ustedes.
Alrededor de las siete de la tarde, sus padres la notaron muy cansada y la condujeron hasta el segundo piso para que se acostara. Entonces sonó el teléfono. Era David, su hermano mayor, el único que faltaba en el festejo, quien llamaba desde Florencia para saludarla. Consciente de que su estado era delicado, le preguntó cómo estaba. Ella respondió lo habitual: "Tirando p'arriba". Fue la última vez que conversaron.
Después de pasar el día siguiente en cama, Claudia murió a la una de la madrugada del 5 de diciembre de 2012, mientras oraba junto a su madre, María Elena Cortés (53). La causa fue una diabetes derivada del síndrome Prader-Willi, una alteración genética que afecta el desarrollo motor y genera un hambre incontrolable, que lleva a la obesidad mórbida.
Su cuerpo fue velado en la casa de su difunta abuela, María Isabel González, en el Pacífico de Playa Ancha, su rincón favorito en Valparaíso. David llegó esa noche desde Italia para el velorio y el funeral. Allí recibió las condolencias del presidente de la ANFP, Sergio Jadue. Según la familia, el dirigente tuvo el "desatino" de proponerle un regreso a la selección chilena, pero no fue el único. Con la confianza de ser su tío, Blas Cortés (58), insistió en lo mismo, como tantas veces lo habían hecho otros parientes. El futbolista sólo sonrió.
-Mi sobrina siempre lo quiso mucho y le pidió que volviera a la Selección. Muchos se lo pedimos antes. Ojalá hubiera ocurrido en vida, pero estamos orgullosos de que defienda nuestros colores otra vez -asegura el tío.
Pese a que el luto le impidió reunirse en Italia con el entrenador de la "Roja", Jorge Sampaoli, el retorno de David Pizarro a la Selección se gestó ese día. Una vez más, la injerencia de su hermana fue crucial en su carrera y en los firmes principios religiosos que la guían. "Yo creo que nunca nos vamos a recuperar como familia y que él todavía está sufriendo", dice su mamá, "pero ella era especial y lo hizo reflexionar. Volvió por Claudia".
La profecía
Mientras los hogares de sus tíos y primos están llenos de fotos y posters de David, en la casa rosada de sus padres sólo se ve un recuerdo del jugador: una camiseta enmarcada de AS Roma, con el apellido Pizarro y la dorsal "7", colgada al lado de la escalera. "Aquí el único ídolo es Dios", advierte su mamá, con esa voz imperativa que le marcó los límites al futbolista hasta que se fue a vivir a Italia, en 1999.
Desde atrás, David Pizarro Inostroza, de 54 años, sólo observa. No sólo es idéntico a su hijo futbolista, también tiene un carácter similar. Es callado y prefiere mantenerse al margen de la conversación cuando no conoce a su interlocutor, pero luego de un rato se suelta y participa tan activamente como su esposa del relato de cómo su hijo desarrolló esa personalidad que lo distingue tanto de sus pares chilenos.
Ambos se conocieron en la población Aurora de Chile. Se enamoraron y se casaron. Para Pizarro Inostroza, las prioridades eran la pesca y el fútbol, su profesión y su pasión. En Playa Ancha se le conocía como un habilidoso volante central, capaz de pegarle bien a la pelota con las dos piernas. Cada fin de semana deslumbraba con la camiseta del Caupolicán de caleta El Membrillo, el club de fútbol más antiguo del país, con 115 años. Pensó en dedicarse profesionalmente, pero sus padres le dijeron que necesitaban ingresos seguros. "Todos tenemos sueños cuando jóvenes. Yo los cumplí a través de mi descendencia: David fue futbolista y mi hija menor, Camila (19), pudo ir a la universidad", afirma.
Todo cambió con la llegada de sus dos primeros hijos. David nació el 11 de septiembre de 1979 y al año siguiente, con muchísimos problemas, lo hizo Claudia. Su supervivencia fue vista como un milagro y afirmó las creencias de la familia. "Vimos cómo Dios obró en ella. Al principio no podía ni alimentarse, pero después se puso a caminar y hablar. Ella es la razón de nuestra fe", cuenta su papá. Durante esos primeros años en que Claudia aún no sabía comunicarse, su hermano siempre entendía lo que le pasaba. Eran inseparables y jugaban tardes completas en casa de su abuela. También fueron juntos al colegio República de Siria, hasta que los profesores les comentaron a sus padres que ella no podría aprender a la par de los demás y tuvieron que retirarla.
Fue Claudia la que motivó a la familia a volverse metodista pentecostal. Cuando ella escuchaba los cantos de sus fieles en la calle, salía a acompañarlos con un pandero. Luego siguió su madre, su hermano, y finalmente, su papá. Otros hechos, como el incendio de su hogar en calle Boyaca, cuando David tenía tres años, fortalecieron la fe. Empezaron a frecuentar la iglesia de calle Washington todos los domingos. Fue ahí donde el obispo Carlos San Martín vio por primera vez a David, de la mano de su madre. A los tres años, ya mostraba interés por la pelota.
-Este niño va a recorrer todo el mundo- le profetizó a María Elena Cortés. La frase les hizo sentido muchos años después.
El matriarcado
Al igual que los Pizarro, la familia Cortés tenía buenos antecedentes para el fútbol, por lo que el precoz talento de David no extrañó a nadie. Varios de los nueve hermanos de María Elena jugaban en el Caupolicán, pero uno de ellos descollaba: Oscar. En la familia dicen que era incluso mejor que su sobrino, pero que nunca tuvo las chances de probarse como profesional, pues su mamá no pudo costearle zapatos de fútbol.
-Yo no quería eso para mis hijos. Por eso, cuando vi que David tenía condiciones decidí jugármela. Muchas veces tuve ganas de botar todo a la basura, pero funcionó. Por eso siempre le digo que cuando se esté echando aire con un cheque, se acuerde de este pechito- cuenta la madre.
De niño jugó por Juventus, Las Brisas y Caupolicán. En este último club despierta sensaciones encontradas. "Pizarro es lo mejor que ha salido de aquí. Su mamá se sacó la cresta para llevarlo donde está", comenta Luis Rivera, tesorero del club. Otros pescadores de El Membrillo dicen que se olvidó de ellos. Como pescador y director del club, su tío Blas Cortés niega esta situación: "Si todavía jugamos con el juego de camisetas que nos regaló. Hasta llevan su nombre".
Pizarro estuvo allí hasta primera infantil (15 años). Entonces, Santiago Wanderers, donde jugaba en paralelo, pagó $ 16 mil para quedarse con su pase. Juan Olivares, de 72 años, ex arquero de los "Caturros", fue uno de sus entrenadores, entre los 10 y 11 años. En su opinión, no sólo era talentoso, sino que tenía un carácter distinto.
-La marihuana y otras drogas hacen su juego aquí en el Puerto. Muchos se pierden. Pizarro iba de los entrenamientos directo a la casa y su mamá siempre estaba al lado. Siempre me decía 'cuídeme a mi angelito'. Cuando los papás se preocupan, los niños salen derechitos. Yo creo que sus valores cristianos influyeron.
En esa época, la pasión de Pizarro por el fútbol era tal que entrenaba con Wanderers y luego jugaba pichangas con amigos. Su madre le hizo ver que el nivel profesional era incompatible con los partidos del barrio y le hizo decidir: "¿Fútbol o pichangas?". El escogió el fútbol y dejó de jugar en la calle. Con la estricta tutela de su mamá, el mediocampista no podía fumar, beber alcohol o andar con "malas juntas". Las groserías también eran castigadas. De acuerdo con Blas Cortés, hubo un partido de juveniles en el cual David lanzó la camiseta al suelo tras perder y se llevó a cambio una palmada en la cabeza de parte de su mamá. "Nunca le permití nada, ni siquiera llevar el pelo largo. Tenía que estar cortito, como hombre", acota.
Compañeros de aquella época, como el ex seleccionado Reinaldo Navia, recuerdan que Pizarro siempre era seguido por su madre, cuyos gritos al borde de la cancha muchas veces le causaban vergüenza, fueran en San Roque, en las canchas de la ANFP en Quilín o en Juan Pinto Durán, con las selecciones juveniles. La relación de su mamá con la dirigencia de Wanderers fue tirante. Ella no estaba de acuerdo, por ejemplo, con que se lo llevaran de casa a una pensión. Tampoco recibían entradas para todos los partidos. Pizarro Inostroza vio el debut de su hijo de 16 años arriba de un árbol aledaño al estadio Playa Ancha, una tarde de 1997.
Dos años después, tras una gran actuación en el sudamericano sub 20 de Mar del Plata, el jugador fue vendido a Udinese de Italia por US$ 3 millones. Su madre viajó a Buenos Aires para supervisar la firma del contrato. "No se acostumbra eso en el fútbol", recuerda el entonces presidente de los verdes, Reinaldo Sánchez.
El reinado de David
"No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
(Samuel, 16:7)
Según un pastor evangélico muy cercano a Pizarro, este es uno de sus pasajes favoritos del Antiguo Testamento. Allí se describe cómo el profeta Samuel escogió al hijo más pequeño y humilde de Jesé (también llamado Isaí) como nuevo rey de Israel. Su nombre era David, que en hebreo significa "elegido por Dios".
-Conversamos habitualmente de las escrituras. Aparte del alcance de nombres, esta historia refleja su aspecto: es bajito, pero en la cancha demuestra coraje y se tiene plena confianza -cuenta el pastor.
Como el rey David, Pizarro triunfó. Siguiendo la fe de su novia, Carolina Gómez, Pizarro se casó por la Iglesia católica y se fue a Europa. Sólo regresó brevemente en 2001, en un préstamo a la "U". Desde entonces, el fútbol lo ha mantenido en clubes de primer orden como Roma, Inter de Milán, Manchester City y Fiorentina. Aunque ya no estaba con su madre para corregirlo, su código de conducta estaba internalizado. Sigue sin tomar una gota de alcohol, no fuma y se acuesta temprano. En su tiempo libre, juega tenis y va al bowling con sus hijos.
Quienes lo conocen aseguran que sus principios religiosos son los que le han permitido mantenerse bien enfocado. "Nunca le ha gustado ostentar. No tiene anillos de oro, ni tatuajes, ni autos llamativos. Es un tipo maduro, que en los últimos 14 años ha adquirido un nivel de cultura superior al de otros futbolistas sudamericanos", dice el argentino Silvio Lescovich, el representante que lo llevó a Italia, junto con Jorge Cyterspiller, ex agente de Diego Maradona.
Pero fueron estos mismos principios los que lo alejaron en su momento de la selección. El volante porteño consideró que no podía seguir desgastándose y recibiendo críticas en un equipo indisciplinado, que no estaba comprometido con los objetivos. Por eso, anunció el 12 de octubre de 2005, después del partido clasificatorio ante Ecuador, que no volvería más; hasta que cambió de opinión, hace un par de meses. "Me sorprendió que volviera a la Selección, porque muchas veces me dijo que era un capítulo cerrado. Creo que está allanando su regreso al país, porque tiene muchos proyectos", cuenta un amigo. Otro cercano señala que "David es de una sola línea, no anda con grises. Con él es blanco o negro y no le importa lo que piense la gente. Creo que con la selección tenía un amor inconcluso. Además, quiere ir a un Mundial".
Durante los procesos de Bielsa y Borghi se hicieron intentos por traer a Pizarro. Pero sólo ahora confluyeron los elementos que lo llevaron a regresar, como la muerte de su hermana, un equipo competitivo y la propuesta del nuevo cuerpo técnico, que lo tiene como pieza fundamental. "Me ha dicho que encuentra muy exigente el trabajo de Sampaoli, porque termina exhausto", asegura su madre. Asimismo, el jugador quiere que sus hijos -Davca (11), Bastián (10) y Emma (6 meses)-lo recuerden con la camiseta de su país.
Desde que volvió a Chile, Pizarro ha mantenido el bajísimo perfil que lo caracteriza y su lejanía con la prensa. En la familia recuerdan su polémica frase de marzo de este año para explicar su desconfianza con los medios. Según ellos, Pizarro no dijo que él no estaba dispuesto a ser "la niñera de jugadores de 19 años"; sino que -en italiano-, buscó decir: que no se sentía capaz de competir con jugadores de 19 años.
Dentro de sus pocas salidas estuvo una cena con el futbolista de la UC, Fernando Meneses, y Claudio Valenzuela, uno de los funcionarios de la empresa que lo representa, AIM Fútbol. También visitó a sus papás, tíos y primos en Playa Ancha, se rió con los chistes subidos de tono de su tío Blas y su tía Marcia, y confesó que le gustaría jugar por la Roma o Manchester City (de Manuel Pellegrini) en la próxima temporada. Sólo más adelante, querría terminar su carrera entre Wanderers y la "U", los dos clubes que se reparten las simpatías de sus parientes.
Sus padres aún no saben si estarán en el Estadio Nacional este martes para verlo redebutar con la "Roja" como local. No les gusta Santiago, igual que a su hijo. De puros nervios, María Elena ya no ve sus partidos, ni por TV, pero espera que destaque y le "tape la boca" a quienes han criticado su ausencia en los últimos ocho años. Lo que María Elena sí tiene decidido, es que la próxima vez que él vaya a la casa le mostrará una foto de cuando era niño y jugaba con zapatos rotos. No quiere que otro éxito le haga olvidar de donde viene.
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