Los nerds que vencieron a Hitler
<P>En enero de 1943 pocos pensaban que los aliados ganarían la Segunda Guerra Mundial, pero aparecieron mecánicos, ingenieros y químicos, hasta ese minuto relegados a roles secundarios, que con sus inventos ayudaron a que la historia sea como la conocemos hoy. </P>
EL 19 DE AGOSTO de 1942 soldados canadienses y británicos llevaron a cabo la Operación Jubilee. El plan consistía en ingresar por cuatro de sus playas y tomar control del puerto francés de Dieppe. Pero todo salió mal. El desembarco, el primero intentado por tropas Aliadas en el Frente Occidental, partió a las cinco de la mañana y antes de las 11 ya se había ordenado la retirada con desastrosas pérdidas. De los cerca de seis mil soldados que participaron, 907 murieron y 1.946 fueron capturados.
Siete meses después, en marzo de 1943 Alan Brooke, Jefe del Estado Mayor Imperial, llamó al ingeniero militar Percy "Hobo" Hobart para que se hiciera cargo de una unidad olvidada, que había estado a punto de cerrarse por falta de presupuesto, la 79ª División acorazada del Ejército británico. Quería nuevos vehículos blindados capaces de actuar en un desembarco. La idea le gustó a Hobart, exitoso general que siempre enfrentó resistencia en el conservador ejército británico por su difícil personalidad. Era su oportunidad de poner en práctica las excéntricas ideas sobre la guerra blindada.
Así vieron la luz los Funnies de Hobart (algo así como "las rarezas de Hobart"), una serie de tanques modificados con características especiales para el desembarco. Uno tenía rampas. Otro se transformaba en un puente. Había uno que reemplazaba el cañón por un lanzallamas y también un par que "araban" las minas antipersonales para abrir paso a las tropas. Incluso uno que flotaba: el tanque Pato Donald.
Todos los Funnies fueron desplegados en las tres playas de Normandía el Día D, con los resultados que todos conocemos. Pero, lo más importante, fueron parte de un plan que comenzó a gestarse en noviembre del 42 en el Hotel Hanfa de Casablanca (Marruecos), cuando Churchill, Roosevelt, De Gaulle y Henri Giraud se reunieron marcando el punto de inflexión que hizo posible el triunfo de los Aliados sobre los Nazis. La conclusión, por los pésimos resultados, en Dieppe era evidente: había que desarrollar armas y tanques que pudieran superar los obstáculos que suponía la guerra anfibia, clave en un desembarco y la única forma de ingresar a Europa Occidental. Y no sólo eso. Había que eliminar la amenaza de los submarinos nazis en el Atlántico y anular a la Luftwaffe (la Fuerza Aérea alemana).
En el libro Engineers of Victory: The problem solvers who turned the tide in the Second World War, del historiador británico de la U. de Yale, Paul Kennedy, cuenta cómo los grandes responsables no fueron recios soldados sino tipos, en su mayoría calificados como inadecuados para el servicio armado, que después de ser relegados en roles secundarios emergieron para ayudar a ganar la guerra... pero con sus inventos.
La tienda de juguetes de Chuchill
Aparte de los Funnies de Hobart, los británicos crearon otros organismos para el desarrollo de armas: la Dirección de desarrollo de armas varias (DMWD, según sus siglas en inglés) y el Ministerio de Defensa 1 (MD1). Los que en un inicio enfrentaron traspiés, como el Panjandrum, una bomba autopropulsada que nunca logró controlar la trayectoria de tiro transformándose en el hazmerreír del Ejército inglés. Este tipo de fracasos les ocasionaron roces con otros departamentos, obligándolos a montar ensayos y demostraciones adicionales para refutar críticas a sus inventos.
Pero no todos fueron un fracaso. Un arma submarina llamada el Erizo fue su invento estrella. Surgió por la necesidad de solucionar las pérdidas generadas por los submarinos alemanes, que en 1942 hundieron más de 1.100 embarcaciones aliadas. Fue desarrollado por Millis Jefferis, un gran experto en explosivos pero con nulas capacidades de liderazgo del MD1, y Charles Goodeve, un brillante químico canadiense y capitán frustrado que dirigía la DMWD. Aunque para que el arma entrara en servicio primero debían asignarle prioridad para la producción en serie. Y eso lo decidía sólo un hombre: Churchill.
Esperando eso estaba Goodeve cuando se enteró que Jefferis le mostraría al Primer Ministro otra nueva arma y entendió que era su oportunidad. El ensayo se hizo a las 10 de la mañana de un domingo y al final Churchill miró su reloj, dijo "es hora de almorzar" y comenzó a irse. Ante esto Goodeve se adelantó contándole sobre el Erizo. El primer ministro lo escuchó atento y dijo: "lo siento, pero no tengo tiempo para ver esta arma, ya es tarde". Se dio media vuelta y entró al auto cuando su hija lo agarró del brazo y lo convenció. Churchill después se olvidaría del almuerzo y el arma sería crucial para ganar la guerra: ya en 1944 había destruido 258 submarinos y más de 100 barcos.
Al final de la guerra el MDI habría desarrollado 26 dispositivos que participaron de la guerra. Por eso fue llamado "la juguetería de Churchill".
Un problema común de los aliados, por ejemplo, era que cuando sus radares detectaban a los submarinos enemigos que emergían de noche para cargar sus baterías, debían lanzar antorchas para ver dónde estaba el objetivo. Esto alertaba a los alemanes y escapaban. Para eso Humphrey de Verd Leigh, un comandante de la Real Fuerza Aérea (RAF), ideó una solución: montar un reflector gigante bajo el avión apuntando al frente para que el submarino fuera visto apenas se encendía el rayo de luz sin dar aviso de la presencia del avión ni tiempo de escape. En un inicio el desarrollo del sistema fue en secreto y sin autorización de los altos mandos que lo veían como una pérdida de tiempo. Así nació el Luz Leigh. El sistema empezó a ser utilizado en junio de 1942 y para agosto los submarinos nazis decidieron empezar a cargar baterías de día para no sufrir las emboscadas.
El motor que ganó la guerra
Para lograr el control del aire los británicos encargaron a la North American Aviation el costoso P-51 Mustang, el primer monomotor británico que fue capaz de volar sobre cielo alemán en la guerra. Su único problema era la potencia del motor Allison, que declinaba sobre los 4.500 metros de altitud. Debido a lo cual fue relegado a tareas de cooperación y trabajo fotográfico.
Ahí apareció la inteligencia de Ronnie Harker, piloto de pruebas de la Rolls-Royce enrolado en la RAF. The Times cuenta que la primera vez que Harker voló el Mustang dijo que la clave era cambiarle el motor por un Merlín 61 de la Rolls-Royce. Aunque en un principio enfrentó el escepticismo del Ministerio del Aire y los ejecutivos de la firma, persistió y finalmente los convenció. Y el cambio fue inmediato: el avión dio un salto de 627 kilómetros por hora a 708 y lo comenzaron a producir en serie con el nuevo motor. Muy pronto los bombarderos aliados lograron volar hasta Berlín escoltados por Mustangs. Dicen que cuando Hermann Göering, comandante supremo de la Luftwaffe, vio al caza sobre la capital del Reich se dio cuenta que la guerra estaba perdida.
El otro avión que ganó la guerra fue el bombardero pesado de largo alcance B-24 Liberator, diseñado por el ingeniero aeronáutico Isaac M. Laddon. Empezó a ser fundamental el 17 de marzo de 1943 cuando la Marina Real Británica pidió protección por un "un pozo negro" que tenía al occidente de Irlanda del Norte, donde los convoyes eran presa fácil de los submarinos alemanes y el resto de los aviones no tenían autonomía de vuelo para llegar. Desde entonces, el B-24 empezó a patrullar el Atlántico y Pacífico en radios de 1.600 kilómetros. Al final de la guerra había hundido 93 submarinos enemigos.
Fue diseñado para derrotar a la Luftwaffe y el primer monomotor británico en volar sobre cielo alemán durante la guerra. Sólo tenía un problema: su motor Allison perdía potencia sobre los 4.500 metros de altitud. Por eso fue relegado a funciones menores hasta que al piloto Ronnie Harker se le ocurrió reemplazar el motor por un Merlín 61 de la Rolls-Royce. Así ganó velocidad, pasando de 627 kilómetros por hora a 708, y transformándose en el avión escolta de los Aliados. Al final de la guerra, se habían construido 15.582 ejemplares del caza que estuvo en el servicio militar hasta 1984.
El avión de guerra más fabricado en la historia de Estados Unidos, con 18 mil ejemplares. Este gran bombardero de largo alcance fue fundamental en la guerra para garantizar la seguridad de los convoyes que atravesaban el Atlántico siendo atacados por submarinos nazis. Si bien era pesado y lento tenía la ventaja de cubrir largas distancias de patrullaje. El éxito del B-24 alentó la construcción del Boeing B-29, una súper fortaleza aérea que se estrenó en 1944 y pasó a la historia por ser el avión que lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Mortero submarino creado por el experto en explosivos Millis Jefferis y el químico Charles Goodeve. Fue montado por primera vez en el destructor HMS Westcott de manera experimental. Entra en servicio en 1943, superando en eficacia al arma submarina de ese entonces: las cargas de profundidad. Estas eran lanzadas por una embarcación que calculaba la profundidad en que se encontraba el objetivo. Sin embargo, cuando no daban en el blanco, los sonares quedaban inutilizables por 15 minutos, tiempo suficiente para que los submarinos arrancaran. El erizo, en cambio, disparaba tandas de proyectiles que explotaban sólo cuando daban con un objeto. Para 1944 había destruido 258 submarinos y más de 100 barcos.
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