Los nombres chilenos en la ruta hacia la santidad
<P>Son 24, según la Conferencia Episcopal, los nacidos en el país o con una historia de vida en él, que la Congregación para las Causas de los Santos, del Vaticano, ha seguido. </P>
El pasado 3 de septiembre se conmemoraron 100 años del nacimiento de Esteban Gumucio, poeta y sacerdote santiaguino, perteneciente a la Congregación de los Sagrados Corazones (SS.CC.). Su apellido, sin embargo, también integra otra lista: la de los 24 hombres y mujeres, nacidos en Chile o que han vivido un tiempo importante en él, y por quienes la Iglesia Católica ha abierto una investigación eclesial que, eventualmente, podría terminar en su canonización.
El nombre de Chile volvió a ser vinculado a este tema ayer, tras la beatificación, en Madrid, del obispo español Alvaro del Portillo, gracias a un milagro que habría ocurrido en el Hospital Clínico de la U. Católica (ver nota secundaria).
Los santos en nuestro país son dos: Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones, de la orden de las Carmelitas Descalzas, más conocida como Santa Teresa de Los Andes, y el sacerdote jesuita Alberto Hurtado. Ella fue canonizada el 21 de marzo de 1993, mientras que el fundador del Hogar de Cristo recibió el mismo decreto papal el 23 de octubre de 2005.
Actualmente, según información entregada por la Conferencia Episcopal, al 1 de julio pasado, la Iglesia en Chile reconoce como "propios" a 24 santos, beatos, venerables y siervos de Dios (ver tabla).
Se trata, canónica y administrativamente, de una ruta lineal, que parte con la categoría denominada siervo de Dios. "Cuando los fieles de alguna región determinada creen que allí vivió una persona, hombre o mujer, muy virtuosa, con una vida espiritual muy profunda y seria, se lo presentan al obispo de la diócesis donde falleció el o la aludida. Y es éste quien inicia una investigación diocesana sobre la vida, virtudes y fama de santidad de esa persona. En el caso de Alberto Hurtado, por ejemplo, el que abrió su causa fue el ex arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez", explica el sacerdote jesuita Jaime Correa, experto en estos procesos.
Una vez que esta causa se abre, la persona pasa a ser siervo de Dios. Luego, viene un largo proceso de investigación, testigos e informe final, que es examinado en el Vaticano, en la Congregación para las Causas de los Santos. Esta instancia se lo presenta después al Papa, quien lo puede analizar en una reunión de cardenales asesores. De aprobarse, el Papa dicta un decreto de "virtudes heroicas". Y la persona investigada pasa a la categoría de "venerable".
"Se trata de vidas llenas de fe y virtudes, pero no pueden tener culto en ningún altar, de ninguna parte", subraya el sacerdote Correa.
Para que el venerable pase a ser beato se requieren dos cosas: que alguien se haya encomendado a esa persona y que haya ocurrido un hecho inexplicable por la ciencia. Normalmente, se utilizan casos médicos, pero podría ser otra rama del conocimiento. "Si después de un sinnúmero de investigaciones, médicas y teológicas, se comprueba el milagro, el Papa dicta el decreto de beatificación. Para la canonización se sigue un proceso similar, pero el nuevo milagro debe haber ocurrido después del decreto de beatificación", dice Correa.
Un beato tiene culto restringido. Puede ser venerado sólo en su país de origen o en su congregación. El santo, en cambio, tiene culto universal. Puede estar en todos los alteres del mundo.
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