Los nuevos habitantes del cielo capitalino
<P><span style="text-transform:uppercase">[pasatiempos]</span> Son cientos los capitalinos que se dedican a observar los pájaros que habitan en Santiago. Lo común es que encuentren zorzales, tórtolas y especies migratorias. Pero últimamente el panorama les ha cambiado: halcones y búhos han empezado a pasearse en pleno centro de la ciudad. </P>
Hace unos meses, una pareja de halcones peregrinos sobrevolaba la Plaza Italia. A eso de las 11 de la mañana de un sábado, Marcelo Flores -biólogo marino, ornitólogo y director científico de AvesChile- los divisó mientras caminaba por el sector. "Viven ahí. Años atrás un ornitólogo vio que anidaron en la torre de Telefónica", dice. No es habitual encontrar esta clase de rapaces en medio de la ciudad, pero se han adaptado. Tienen su nido en el emblemático edificio y salen a cazar al río Mapocho, cerca del Puente Pío Nono. ¿Su menú? Palomas y pequeñas aves que habitan en la orilla del cauce.
Esta pareja de halcones no es la excepción. En la capital abundan no sólo las vilipendiadas palomas de la Plaza de Armas. También hay zorzales, tórtolas, gaviotas, chercanes, fío-fíos, chincoles, gorriones y loicas -entre otras-, todas especies autóctonas de la zona central. Algunos están aquí desde hace siglos y se han ido adaptando al ruido de las micros, el esmog y las luces de la noche.
En los años 40, un grupo de santiaguinos empezó a mirar al cielo con el fin de indagar qué especies sobrevolaban la capital. Formaron la entidad local del Consejo Internacional para la Preservación de Aves y el 87 se transformaron en la Unión de Ornitólogos de Chile (Unorch). Hoy, bajo el nombre de AvesChile, este grupo, que sobrepasa el millar de socios y amigos en Santiago, se dedican a promover el estudio de los pájaros entre científicos y aficionados.
Varios sábados y domingos del año, se juntan a las 9 de la mañana en la sede de AvesChile, en calle Mosqueto. Salen a terreno en grupos de 10 ó 15 personas, acompañados por guías. Según el tipo de especies que quieran observar, se dirigen al centro de Santiago, a Farellones, al Parque Yerba Loca o al Cajón del Maipo, entre otros.
Cuando se mueven por el centro, la primera parada la hacen en el cerro Santa Lucía. Ahí, en los bosques, según cuenta Marcelo Flores, hay especies como el chercán, un ave pequeña que también anida en los entretechos de las casas. Avistan también picaflores y gorriones, que son parte del listado de 15 especies que contabilizó un estudio publicado por AvesChile entre 1999 y 2000. "La idea es no acercarse demasiado, para no interferir con la actividad de los pájaros", advierte el experto. Y es por eso que ocupan binoculares o telescopios llamados spotting scopes.
El Parque Forestal es la parada siguiente. Ahí, el tipo de especies se repite (ya que las aves se trasladan de un área verde a otra): abundan los zorzales, las tórtolas, tiuques y los fío-fíos, un ave pequeña que en la primavera viaja desde el sur de Brasil a reproducirse a tierras chilenas.
El río Mapocho es otro de los puntos de observación. Allí predominan las gaviotas dominicanas, una especie que llegó a la ciudad desde el litoral central, siguiendo el curso de agua. "Lo interesante es cómo se han adaptado a su entorno (...). En lugar de alimentarse de peces y organismos marinos, se enfrentan en una lucha a muerte con las palomas. Chocan contra ellas hasta hacerlas caer al río. Ya mojadas, no pueden volar y se vuelven presa fácil de las gaviotas", cuenta el director de AvesChile.
Aunque no salen en grupo de noche, algunos ornitólogos detectan fenómenos extraños cuando todos duermen. Flores recuerda que hace un tiempo divisaron un tucúquere, uno de los búhos más grandes que habitan en Chile: "Estaba en calle Mosqueto, entre Merced y Monjitas, probablemente cazando ratones", cuenta. Esta especie, según los expertos, habita en los cerros. Puede estar en el San Cristóbal o el Santa Lucía, en el Apoquindo o el Calán. "A veces bajan a la ciudad en busca de alimentos. Y como los ratones no se pueden esconder en el cemento, son fáciles de cazar aquí".
Un 60% de los miembros de AvesChile son hombres, y un 40%, mujeres. Algunos son jóvenes estudiantes de carreras como biología, ecoturismo o veterinaria; otros, profesionales que poco o nada tienen que ver con los pájaros: abogados, médicos e ingenieros.
Alejandra Núñez se interesó por las aves cuando tenía apenas ocho años. "El jardín de mi casa es enorme y, desde chica, les tiraba miguitas de pan y llegaban las golondrinas y zorzales", cuenta esta bióloga marina de 29 años, quien intenta participar de todas las excursiones que organiza AvesChile. Se levanta temprano, prepara una merienda liviana, se viste con ropas neutras -en tonos cafés y verdes- y agarra su block de notas y una cámara fotográfica.
Ella y sus compañeros se han dado cuenta de que los pájaros están acostumbrados a los vaivenes de la capital. Es más, éstos utilizan a su favor las instalaciones que ofrece Santiago: anidan en los agujeros de los techos, sobre las cajas de las alarmas, sobre los postes del tendido eléctrico e, incluso, al interior de los focos de las luminarias.
Las copas de los árboles añosos son el otro hábitat. Especialmente de las cotorras argentinas, que llegaron en los 70 y 80, antes que los propios argentinos. Aunque durante un tiempo fueron bien acogidas por algunos alcaldes, el ruido que generaban terminó por enojar a los habitantes cercanos a las plazas donde habían instalado sus nidos. Como sucedió con los vecinos de la Plaza Ñuñoa.
Entre 1985 y 1995, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) estimó en cerca de 300 colonias de cotorras. No es menor, si se considera que cada colonia tiene en promedio entre 50 y 80 individuos. "Lo particular es que viven en comunidades, en nidos que pueden llegar a medir más de dos metros de ancho y uno de alto (...) ", explica Flores, quien dice que no han sido cuantificadas, pero que ya se extienden entre las regiones de Atacama y el Biobío.
Comida no les falta a ninguna de las aves que habitan en Santiago. Se alimentan de desechos en los vertederos o llegan a comer a la Plaza de Armas, donde la gente les tira granos o pan. Los zorzales, por ejemplo, aprovechan los pastos bien regados de las plazas que están llenos de gusanos y ni se inmutan si es que pasa junto a ellos una micro del Transantiago.
Como muchos santiaguinos, las aves manejan una agenda propia. Se levantan antes de que salga el sol, y mientras las pequeñas funcionan durante la mañana, las rapaces prefieren las horas de más calor, cuando se producen corrientes térmicas que les permiten elevarse.
Marcelo Ramírez es oftalmólogo, y vive hace 10 años en La Reina Alta. Los fines de semana se escapa al Parque Mahuida o al de Aguas de Ramón. Cuando va en busca de especies acuáticas, visita los humedales que existen en la zona de Batuco o en la laguna Carén. Allí se encuentra con taguas, garzas y patos.
El Parque Alberto Hurtado y los cerros que están entre San Carlos de Apoquindo y Farellones son perfectos también para el avistamiento de aves. El periodista Pedro Schwarze cuenta que durante el invierno se pueden ver ahí cóndores que bajan en busca de sus presas. "También hay águilas que se reconocen por la forma triangular en que extienden sus alas", dice. Basta con mirar al cielo para comprobarlo.
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