Los otros expertos en tag

<P>Ocho inspectores se preocupan de que 41 pórticos funcionen en Santiago. Sobre las autopistas, miran la ciudad con otros ojos. </P>




Hace cinco años, Fernando fue testigo de uno de los atardeceres más bellos de su vida. No fue en la playa, sino desde un pórtico de telepeajes de cuatro metros de altura, ubicado en Av. Kennedy con Padre Hurtado.

El tag, esa pequeña caja que los capitalinos motorizados deben adherir al parabrisas de sus automóviles, usa tecnología free flow o de peaje en movimiento, la que se activa cuando el vehículo cruza uno de los tantos pórticos repartidos en las autopistas concesionadas de Santiago. Todos ellos necesitan mantención: cualquier cable que se corte o una ampolleta que no se recambie no implicaría que el sistema deje de cobrar, pero no lo haría funcionar al 100%.

Los de Vespucio Norte, Costanera Norte y Autopista Central están en manos de la empresa multinacional llamada Kapsch, que tiene ocho inspectores a cargo de supervisar las estructuras. Fernando Donders (45) y Mauricio Cristi (26) son los responsables de subir las escaleras que corren a un costado de estas instalaciones y chequear que las antenas -que captan las señales del tag- estén en su lugar, que las cámaras que registran las patentes estén libres de polvo y que la iluminación esté funcionando. Mientras ellos caminan en lo alto, abajo los automóviles circulan a 100 kilómetros por hora. O más.

El pórtico ubicado a la altura del 500 de Av. Américo Vespucio, frente al cementerio Parque del Recuerdo de Huechuraba, es uno de los 15 con que cuenta la empresa Vespucio Norte. Otros nueve son de Costanera Norte y 17 de Autopista Central. En total, el equipo de inspectores debe encargarse de 41 de estas torres.

Su estructura es sencilla: sobre dos pilares de 3,7 metros de altura se sostiene una pasarela de 12 metros de largo y 1,20 de ancho: suficiente para que Donders y Cristi se desplacen con comodidad. "La sensación de subirse por primera vez y descubrir Santiago desde otra óptica es increíble. La primera vez me saqué fotos, porque era algo totalmente nuevo", recuerda Fernando.

Sobre cada una de las pistas (en este caso tres), un brazo metálico aferrado a la pasarela sostiene un sensor VDC (Vehicle Detection and Classification Sensor). ¿Su misión? Clasificar el tipo de vehículo que por allí cruza; es decir, registrar el largo, ancho y alto de la máquina que pasa por abajo y, así, especificar el cobro si es auto, moto o camión.

Arriba de la pasarela, cuatro paneles con antenas, similares a los utilizados en las torres de telefonía celular, detectan si el vehículo lleva tag y a qué empresa pertenece. A la par, tres cámaras, acompañadas de sensores infrarrojo, capturan la fotografía de la patente. Si es de noche, una luminaria ultravioleta del pórtico ayuda a leer la placa.

Dicha tecnología es a prueba de mitos, explican Cristi y Donders. "El CD colgado en el retrovisor, silbar cuando se va cruzando el pórtico e, incluso, la estrategia de esconder el tag en la guantera son un mito. Todos fracasan", cuentan.

La pareja de técnicos se encarama todos los días sobre estas estructuras y permanecen arriba entre 30 y 40 minutos. Mauricio es el encargado de limpiar el vidrio que protege la cámara. Antes de abrir la escotilla del piso de la pasarela, no sólo debe estar con el casco y su chaleco reflectante puesto, sino que anclado a una cuerda de acero que corre a lo largo de la pasarela. Sin eso, no puede hacer nada. Está prohibido. "Este trabajo no es apto para enfermos cardíacos ni personas que sufren de vértigo", dice su compañero.

"¿Ves el cerro San Cristóbal allá? ¿Ves esa grúa que se asoma detrás? ¡Es la que construye el Costanera Center!", informa, en medio del insufrible ruido de motores que corre abajo.

Pocos saben, pero para Fiestas Patrias suelen tener un poco más de trabajo. No son pocas las veces en que rescatan volantines enredados en la estructura. "Si se cae sobre uno de los vehículos, podría provocar un accidente", repara Fernando Donders.

La dupla cuenta que nunca un pórtico dejó de funcionar. Ni para el terremoto. "Una vez, a un camión se le abrió la tolva, la que pasó a llevar la pasarela, pero no echó a perder el sistema", dice el operario. Sólo cuando se resetea el equipo, el sistema se mantiene detenido por un par de minutos. Pero ésa es una información en la que, por supuesto, ellos no se explayan.

Desde las alturas, son testigos del estrés y la locura de algunos capitalinos. Reconocen claramente las imprudencias: conductores que ponen reversa en plena autopista, los que ocupan las vías con problemas, pese a estar señalizadas, y más. "Una vez sentí un rugido muy fuerte. Cuando me di vuelta a mirar, el auto ya había pasado. Era un Ferrari, que seguramente pasó a más de 200 km/h. Probablemente, por la velocidad, no debe haber pagado tag", dice uno de los operarios.

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