Los quiosqueros mejor pagados de la capital
<P>En Santiago existen 2.300 puestos de diarios y revistas. Aunque con la llegada de internet sufrieron un revés, han logrado reinventarse y sobrevivir. ¿Quiere saber cómo? Pase y lea. </P>
La buena vida me ha pasado la cuenta", dice satisfecho el suplementero Carlos Herrera. A los 65 años está tranquilo en su casa. No sólo puede decir que educó a sus hijas con los tres quioscos que llegó a tener simultáneamente en Estación Central en los tiempos de auge económico en Chile, sino que, además, viajó y jaraneó por varios lugares del continente gracias a la venta de diarios y revistas. Y pese a que tuvo que cerrar sus locales, no le dejó de ir mejor cuando se le ocurrió repartir su material a los académicos de la universidad que estaba dentro del barrio que lo había visto despegar: la Usach.
Es cierto que algunos llegan a juntar sólo $ 400.000 -y menos- al mes. Pero el gremio de quiosqueros dice que cuando el local se abre todos los días puntualmente y se le tiene funcionando durante 14 y hasta 16 horas al día, no sólo se puede llegar a ganar $ 1.500.000 al mes, sino que, además, permite bajar las cortinas durante febrero (u otro mes) y mandarse a cambiar a una playa a libre elección con toda la familia. Con el sueldo, Carlos ha educado a sus dos hijas y ha viajado.
En Santiago existen cerca de 2.300 puestos de venta de diarios y revistas. Todos forman parte del activo sindicato de 9.000 suplementeros a nivel nacional. Es un gremio que se reúne en un discreto palacete de la calle Libertad y que cuenta con un gimnasio techado y oficinas que ocupan asistentes sociales y administrativos; que, por ejemplo, coordinan el correcto funcionamiento de los centros vacacionales que los quiosqueros tienen en Santa Cruz, San Sebastián, Cartagena, Patagüilla y Curacaví. Beneficio al que pueden acceder los socios que pagan $ 70.000 mensuales.
No se puede decir que a todos los que atienden estos pequeños locales les va bien. Todo depende de dónde estén ubicados y de cómo se trabaje. Un breve cálculo de las ganancias mensuales de un local ubicado en un concurrido sector de La Cisterna o Quinta Normal, y uno bien posicionado en Escuela Militar, Providencia o el centro de Santiago oscila entre los $ 400.000 y $ 1.500.000 al mes. "Eso varía si se incluyen repartos a domicilio antes de abrir el local", cuenta Germán Pérez, uno de los históricos quiosqueros que habita hace 40 años un metro cuadrado en su local de Ahumada con Huérfanos y que reconoce que el gremio es reticente a confesar cuánto gana exactamente. "Esto es como lo que pasa con los fonderos: nunca dicen cuánto ganan, pero siempre vuelven a instalarse. Lo que sí le puedo decir es que uno gana una base diaria y sobre ésta se suma lo que se obtiene por los confites, los cigarros y otros productos, como las bebidas, películas y objetos de colección". Aunque reconoce que a algunos ni siquiera les alcanza para llegar a fin de mes.
"Hay quioscos que abren tarde, mal y nunca, que no cambian las revistas hasta que están pasadas de moda, que cierran temprano y abren tarde. Así, es difícil que te vaya bien", cuenta Egidio Castillo, dueño de un local en la esquina de EE.UU. y José Joaquín Pérez, en Pudahuel.
Castillo tiene sus trucos para hacer que el negocio cunda. El reparte diarios a domicilio antes de abrir el local, mucho antes del desayuno. Es una forma de estar cerca del cliente. "Con algunos hay una relación estrecha. Nos toca ir a los funerales, hacer de siquiatras y hasta cuidarles las casas. Muchos nos dan las llaves cuando salen de vacaciones o cuando tienen que recibir algún encarguito". Edigio, incluso, ha debido ser el mensajero de parejas que no pueden mantener una relación en público.
Es cierto que los diarios electrónicos y los gratuitos que se reparten en el Metro fueron un duro revés para el gremio, y que internet, en general, les robó varios emprendimientos. La venta de tarjetas navideñas era uno de esos, una entrada extra durante un período del año que a algunos de los qiosqueros -sobre todo, los del centro- les permitía irse tranquilamente a Brasil con toda su familia. Y por la sola venta de estos cartones cargados de buenos deseos durante la semana previa a la Pascua.
Sin embargo, varios supieron reinventarse y sumar otras ofertas de productos. Un local bien nutrido tiene hoy juegos de azar, tarjetas telefónicas, bebidas gaseosas y, ahora último, todo tipo de "asuntos coleccionables": autos a escala, películas, souvenirs y reediciones de cómics clásicos. Esos le dieron el palo al gato y pudieron burlarse de internet.
Julio Malvino lleva 40 años en Morandé con la Alameda y es el encargado de tener los diarios que va a leer el Presidente de la República y sus ministros en La Moneda. Sea la administración que sea. Su día empieza a las 5 de la madrugada, cuando comienza a hacer la fila en las agencias de diarios y revistas donde le entregan su materia prima. Ahí, junto a otros colegas, corre alrededor de grandes columnas de periódicos, ordena los pliegos que forman el diario de la mañana y llega a tiempo para que un estafeta los lleve a Palacio antes del desayuno. Desde esa hora, hasta las 11 de la noche, la pequeña cabina de Julio no baja su cortina. "Por ordenanza municipal, un quiosco debe cerrar a las 23 horas. Pero algunos compañeros funcionan las 24 horas. Hay suplementeros que se levantan a las 2 de la mañana, porque a las 7 tienen que tener entregados todos los diarios para poder abrir su local", agrega Malvino.
Una realidad que, con todo, sigue siendo auspiciosa para el suplementero local, pese a la dura competencia generada por las agencias, que son las intermediarias entre quienes imprimen los periódicos y los quioscos.
A comienzos de la década las agencias abrieron sus propios puntos de venta para llegar directamente a los lectores, saltándose a los suplementeros. Jael Bejarano, de la agencia Alfa, cree que es necesaria una evolución de parte de los suplementeros para lograr ser competitivos. "Ellos siguen siendo nuestros socios estratégicos y es un gran paso renovarse como lo han venido haciendo", dice sobre el modelo adoptado por el quiosco local, ese que se asemeja a los de Buenos Aires o Europa, donde un mismo local vende desde souvenirs hasta películas.
Ha sido tal el emprendimiento de algunos, que incluso ampliaron el breve espacio en el que habitan a diario. El tradicional metro cuadrado se ha convertido a veces en pequeños contenedores, como el de Verónica Martínez, que está a la salida del metro El Llano, en San Miguel. "El quiosco me lo ha dado todo: la universidad y buenos colegios para mi hijo, la casa propia, todo. Yo abro en la mañana y ya tengo desayuno almuerzo y cena", confiesa.
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