Los restaurantes con más espera en la capital

<P>Son de esos a los que todos quieren ir. Más que porque estén de moda, según los entendidos, se debe a que en sus mesas se sirve buena comida y hay buen servicio. Todo, por un precio asequible. </P>




A LAS 21.30 el Baco, ese restaurante de Av. Nueva de Lyon 113, que abrió tímidamente en 2006, está lleno. Hace tres años, según explica su dueño Frederic Le-Baux, comenzaron a tener lista de espera y la gente se acumulaba espontáneamente en el patio trasero del lugar, detrás del Dos Caracoles, de Providencia. Entonces, decidieron crecer. No sólo instalaron más mesas, sino que una gran barra que acogiera a los comensales en su antesala.

Sin embargo, la espera no disminuyó en este comedor de especialidad tradicional francesa. A pesar de que se puede reservar con anticipación, están los que llegan sin haberlo hecho, como Pier Pezzoli (34). "Vengo harto, porque tienen una muy buena selección de vinos, los chefs van rotando y te tratan muy bien", dice.

Cuando llega la segunda pareja, el jefe de garzones les recomienda llamar con un día de anticipación si vienen entre jueves y sábado. Le-Baux cuenta que hoy pueden recibir a 200 comensales y aunque hay fila, no es tan grave: "Son sólo 15 o 30 minutos, pero poder quedarse dos o tres horas", asegura.

¿Cuáles son los restaurantes más codiciados del minuto? ¿Esos en los que cada interesado debe permanecer hasta 30 minutos de pie hasta conseguir una mesa?

Cuatro críticos gastronómicos -Pilar Hurtado, de Revista Mujer; Carlos Reyes, de La Tercera; Paula Minte, de revista Paula; y Daniel Greve, de revista Qué Pasa- coincidieron en cuatro: La Mar, Baco, Tiramisú y Tanta. Estos, entre los "top four", pero también aparecieron nombres como el Taringa, ubicado en Vitacura, el Liguria de Manuel Montt y el Ishiban, de Padre Hurtado Norte.

"La gente tiene mucha curiosidad por conocer un lugar nuevo que está de moda y salir de la duda de por qué es tan famoso", comenta Pilar Hurtado. Por su parte, Paula Minte cree que a "muchos les gusta esperar, porque tienen esa cosa entretenida de conversar y picotear algo por mientras".

Desde la calle se puede ver la terraza y el salón repletos. Pese a que la cebichería La Mar inauguró con una capacidad para 160 personas en septiembre de 2008, su administrador, Jaime Galleguillos, cuenta que desde ese mismo minuto se empezó a llenar, especialmente, entre las 20.30 y las 22.00 horas.

Aunque existe la posibilidad de reservar por teléfono, muchos llegan directo a preguntar por una mesa. "Lo bueno de La Mar es que tiene una gran barra", comenta Paula Minte, vicepresidenta del Círculo de Cronistas Gastronómicos. Y es precisamente este lugar del restaurante el que tienta a los rezagados, aunque haya espera de 30 o 40 minutos. "No nos importa aguardar un rato, porque mientras nos podemos tomar algo rico acá", dice Gabriel Contesse (47).

El administrador cuenta que desde un principio tuvo mucha popularidad, "a tal punto que tenías que reservar con una semana de anticipación". Hoy, explica él, la espera en el horario punta (a las 21 horas)va entre los 15 y los 40 minutos.

Para Carlos Reyes, casos como los de este restaurante ubicado en Nueva Costanera, se explican porque los clientes están dispuestos a esperar, les gusta que sean buenos los precios y se van a la segura, ya que han ido antes. "A la gente le gusta repetir la experiencia gastronómica", dice.

Ir al Tiramisú sin reserva puede significar un mal rato si no se tiene calma. Así y todo, los fanáticos lo hacen y es más: lo disfrutan.

Pese a tener una capacidad para 400 personas, a las 21.20 de un miércoles, este restaurante italiano está desbordado. No sólo está lleno alrededor de la barra -que actúa como una pequeña sala de espera- sino que hay cola para entrar. Aunque algunos deciden darse media vuelta, otros apuestan por esperar una hora -y una hora y veinte, también- para conseguir una mesa.

José Luis Mandraca (28) es un cliente fiel, pero está a punto de dejar de serlo. Lleva esperando un poco más de una hora y su paciencia está al límite. Francisca Labbé (23) ha completado los 10 minutos y sabe que le quedan 50. "Si tuviera que esperar dos horas, igual me quedaría, porque es exquisito", explica.

El crítico Daniel Greve, dueño de Emporio Creativo, compara la escena local con la internacional para explicar el fenómeno. "Acá no se espera mucho, en general. Al menos no como en Nueva York, donde las filas son parte de la dinámica", explica. Y agrega: "Yo no suelo esperar mucho. Prefiero pasar. Ir al de al lado. Moverme un poco".

Son las 20 horas y por el restaurante de comida peruana, Tanta, del Boulevard de Parque Arauco, desfilan varios interesados en degustar sus especialidades. Acá no existen las reservas previas y, por lo mismo, las posibilidades de que haya espera es alta.

Pese a ello, no hay grandes colas, como en los tres casos anteriores. Según su gerente, Chantal Krebs, sus clientes se quedan -en la barra o afuera- porque "son fieles a la calidad de los platos y al servicio, además del ambiente casual y relajado".

Para Minte, los factores que determinan si vale la pena esperar o no son "que haya música entretenida, gente diversa y tengan onda". Sobre esto mismo, Greve afirma: "La gente en general le da mucho valor al ambiente. Me deben llamar una o dos veces al día diferentes personas preguntándome por sitios 'con onda donde se coma bien'. Y eso de la 'onda' va siempre antes de lo otro".

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