Los riesgos de la intervención rusa en Siria

La acción militar de Moscú no ayuda a una salida negociada al conflicto y puede terminar prolongando el debilitado régimen de Assad, lo que alargaría la guerra.




LA INTERVENCIÓN militar rusa en Siria, que se concretó hace dos semanas, plantea una preocupante escalada del conflicto en ese país del Medio Oriente, que ya se extiende por más de cuatro años, causando sobre 220 mil muertos y generando la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. No sólo es la primera vez que las fuerzas de Moscú intervienen fuera de los límites de la ex Unión Soviética desde la caída del Muro de Berlín, hace más de 25 años, sino que, además, plantea un cambio en los equilibrios de fuerza en un conflicto complejo donde hay múltiples grupos rebeldes en actividad y una creciente presencia militar extranjera.

La lenta y tardía respuesta de Occidente y en especial de Estados Unidos a la guerra en Siria no sólo favoreció el avance del autodenominado Estado Islámico, sino que también dejó el escenario libre para que Rusia interviniera en la zona con el claro interés de parte del Presidente ruso Vladimir Putin de asumir un rol protagónico en la región y dar una señal de fuerza que consolide su imagen interna, justo cuando la caída del precio del petróleo sigue debilitando una ya frágil economía rusa. Además, la crisis siria ya dejó de ser una guerra civil para convertirse en un conflicto regional donde intervienen Irán, Arabia Saudita, Qatar, Turquía y potencias occidentales como Francia, Reino Unido y EE.UU.

Putin ha asegurado que su objetivo es combatir al Estado Islámico, pero informes del Pentágono y de la OTAN sugieren que las fuerzas rusas han atacado también a rebeldes moderados que luchan contra el régimen del Presidente sirio, Bashar al Asad. Más del 90% de los bombardeos no han sido contra posiciones del EI, aseguró el vocero del Departamento de Estado norteamericano. De confirmarse esta información sería evidencia de que la acción militar rusa busca apoyar al debilitado gobierno sirio. Por ello, la intervención rusa en lugar de ayudar a una salida negociada al conflicto puede terminar dándole un respiro al régimen y alargando la guerra.

La acción de Rusia eleva el riesgo de un eventual choque entre las fuerzas de Moscú y la OTAN, como lo demostró el reciente incidente entre aviones rusos y turcos en el espacio aéreo de este último país. La OTAN dejó claro que está dispuesta a apoyar a todos sus aliados, incluida Turquía, en clara referencia a las tensiones surgidas entre Ankara y Moscú. El riesgo aumenta al observar los evidentes intentos de Putin por dar señales de fuerza, como el lanzamiento de misiles a posiciones en Siria desde el Mar Caspio, pasando por cielo iraní.

El actual escenario en Siria exige redoblar los esfuerzos de parte de las potencias occidentales para encontrar una salida negociada a la crisis siria. De no hacerlo, el conflicto seguirá escalando con insospechadas consecuencias para toda la región -que podrían contemplar incluso el cambio del mapa regional- y Rusia terminar consolidando su influencia en Medio Oriente, lo que cambiaría  definitivamente los equilibrios geopolíticos en la región.

La aprensiones que en su momento generó la estrategia seguida por Estados Unidos en esa región han terminado por confirmarse, por cuanto la renuncia del Presidente Obama a tener un papel activo en controlar la inestabilidad generada ha dado paso a una situación de mayor tensión y de surgimiento de un proceso de expansión de la acción rusa de impredecibles consecuencias.

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