Los rincones donde se habla esperanto

<P>Es un idioma hablado por millones de personas en el mundo y un puñado de santiaguinos, que lejos de perderse en la Babel de los tiempos, reúne en una conversación común a todos sus interesados. </P>




ESCUCHAR a dos esperantistas conversando es como oír una canción sonando al revés. Un idioma tan popular como desconocido abraza a un millón de personas en el mundo, a cerca de 200 en Chile y a 50 en Santiago, de todas las edades. Se trata de una fórmula inventada hace 150 años por el doctor polaco Lázaro Zamenhof y que permite unir en una lengua común a cualquier dialecto, porque mezcla raíces latinas, anglo-germanas y eslavas en un sistema extraño de entrada, pero que a poco escuchar adquiere algo de sentido al conocer sus reglas básicas.

En Santiago los esperantistas suelen reunirse en sus casas o en una sede que les facilitan para encuentros más esporádicos en calle Jofré, en Santiago Centro. Actualmente, cuando los días están bonitos, se juntan en la Plaza Brasil, donde intercambian revistas, libros y sus propias traducciones de canciones o cuentos clásicos.

Las obligaciones diarias dejan cada vez menos espacio para estos cultores, pero el entusiasmo sigue siendo el mismo. Un aliado importante es internet, que reemplaza el ágora pública por el poder aglutinador de Facebook que reúne a los hablantes en la red y facilita el intercambo de material, cree Mattig: "Antes nos daba mucho trabajo editar una revista o enviar dos mil volantitos; gracias a internet, informarse es mucho más fácil".

Algunos puristas prefieren llamarlo una "interlengua", una especie de puente para la comprensión de otros idiomas

Iván Mattig, un jubilado administrativo de una empresa de ladrillos industriales, ha educado en el idioma a varios santiaguinos a lo largo de sus 68 años de esperantista. No pocas veces se reúnen en su casa, en Quilicura, y cuando no, en la calle Montenegro, en Ñuñoa. El recuerda que el Instituto Pedagógico dictó hace un par de años el esperanto no como un ramo obligatorio, sino como un electivo con créditos, al igual que otras actividades recreativas, como deportes o artes.

Hoy existe una Sociedad Chilena de Esperanto, que funciona desde 1978 y tiene sede en Curicó. Pero acá en Santiago existe la Asociación Universal del Esperanto, cuyos delegados son Iván Mattig y Jorge Tachauer, este último, un ingeniero forestal quien, además del esperanto, habla cinco idiomas y se dedica hoy a la traducción. Aprendió el idioma gracias a un libro que traía las instrucciones en húngaro y dice que el futuro se ve prometedor.

Tachauer recuerda que hasta cartas de amor ha traducido a esta lengua, y que también mantiene correspondencia con personas de Taiwán, Rusia y que hablan otros dialectos improbables del Africa profunda. "Estoy absolutamente convencido de que esta es la única manera universal existente en que dos personas de diferentes idiomas pueden comunicarse", dice enfático.

En 1955, la Unesco reconoció que al no contener cargas políticas ni coloniales en sus bases, el esperanto favorece cualquier currículum educacional. Sobre ese alcance, el ingeniero revela que la gente se está dando cuenta de su valor. "De las 20 traduccion es más solicitadas para los contenidos de Wikipedia, gana el esperanto".

Según Mattig, esta apertura es una tendencia y que iguala el arrastre de lenguas como el inglés, el francés o el chino. "Es la única forma en que un chino, un chileno y un alemán, por ejemplo, se entiendan perfectamente", dice, y narra una curiosa parábola de cinco náufragos de diferentes países que logran ponerse de acuerdo gracias al esperanto para poder salvarse. El afirma que hay un florecimiento extraordinario en Africa, donde diferentes dialectos de países muy pobres, como Ghana, Mali o la República del Congo, logran entenderse.

"Con este idioma, uno se comunica en un pie de igualdad que favorece la paz. Es lo que Zamenhof puso como norma cuando dijo: "Cada uno con su idioma, pero el esperanto es para todos".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.