Los secretos de un fabricante de maniquíes

<P>A dos cuadras del barrio Brasil, hace 103 años abrió sus puertas Maniquíes Ortega. El centenario local de calle Rosas ha tenido entre sus clientes a Pinochet y la esposa del ex Presidente Arturo Alessandri. </P>




uando Jacinto Roque Ortega empezó en el negocio de los maniquíes en la calle Rosas 1869, la sociedad chilena se espantó. Era 1907 y nadie estaba acostumbrado a ver réplicas perfectas de hombres y mujeres. Al poner por primera vez sus maniquíes en la tienda Gath & Chávez, que vendía ropa exclusiva traída de París en la esquina de Huérfanos con Estado, se armó un gran revuelo. Hubo escándalo y protestas a las afueras del local. Todo porque los santiaguinos estaban acostumbrados a ver en las vitrinas palos de madera que simulaban cuerpos de mujeres vestidos con los últimos modelos parisienses. Eso sí, aceptaban sin reclamos que fueran hombres, de carne y hueso, que modelaran quietos, horas y horas, en una vitrina bajo el sol y focos.

Esta polémica había sido superada en otros países hace años. Acá en Chile costó mucho tiempo que la gente se acostumbrara a los maniquíes. Pero eso no se lo imaginaba el fundador de Maniquíes Ortega. A principios del siglo XX, Jacinto Roque estudió en Francia el arte de los maniquíes y escultura. Se propuso fabricarlos en nuestro país siguiendo las últimas tendencias de Europa. No contó con que aquí se armaría un escándalo. Así y todo, sus primeros modelos fueron fabricados en cerolaque, una mezcla de cera, laca y ácidos que se derretían con el sol y los focos.

Tenían ojos de vidrio, implantes de dientes y pelo natural. Hasta patillas. Lucían formas realistas, suaves y estilizadas, con bustos pequeños (para no horrorizar a la gente), caderas estrechas y piernas y brazos firmes. Quien los diseñaba, era el bohemio escultor capitalino Carlos Canut de Bon. Entre cigarro y cigarro, enseñó a Jacinto y luego a su hijo, Emilio, el arte de esculpir niños, hombres y mujeres. Años más tarde, cuando este oficio se había popularizado y aceptado, todo el mundo quería tener su propio maniquí en casa. Una de las clientas frecuentes de Ortega era Ester Rodríguez, esposa del ex Presidente Arturo Alessandri, quien mandaba a hacer réplicas de sí misma ahí a la calle Rosas. Esa misma costumbre la imitaron otras figuras públicas. El último Presidente en mandar a hacerse un maniquí fue Pinochet. El se encargó uno para que sus modistos le hicieran la ropa a la perfección. También elaboran piezas a pedido de museos. Conocidas son sus réplicas del Papa Juan Pablo II en el Museo de Carabineros y el de Bernardo O´Higgins, en el Museo Histórico Militar.

Otra tendencia que marcó los primeros años de Maniquíes Ortega eran los "Oscar", modelos que se usaban para simular poses de asesinados e ilustrar escenas del crimen.

El actual dueño de Maniquíes Ortega es Alfredo, uno de los tataranietos del fundador de la empresa. Desde niño que está acostumbrado a vivir entre maniquíes y gente de carne y hueso. Sin embargo, ese mundo no lo atrajo hasta hace unos años, cuando decidió dejar de lado su profesión de cantante lírico. El busto de su tatarabuelo ubicado en su escritorio le recuerda que debe seguir con la tradición familiar. "Esto de los maniquíes es todo un arte. Más que mal, nosotros fabricamos seres humanos", confiesa Alfredo.

Dice conocer el cuerpo femenino a la perfección y la evolución que ha tenido éste con el paso del tiempo. "Antiguamente, hace unos 80 años, las mujeres eran más gorditas. Después pasaron por una etapa no tan gordita y hoy están reflacas. Ahora están de vuelta los maniquíes más rellenitos, con buenas pechugas y más glúteos, estilo Marlene Olivari", cuenta.

Noventa y ocho tipos de maniquíes femeninos y 40 masculinos vende Ortega. Algunos incluyen maquillaje y peluca. Otros vienen con pelo esculpido. También ofrece 27 modelos de adolescentes y niños, desde recién nacidos hasta 18 años.

Tan reales son sus modelos hechos actualmente de poliéster y reforzados con fibra de vidrio, que hay gente que piensa que son personas de verdad. "Incluso, a los choferes de la empresa los han parado carabineros pensando que llevan una muchacha pilucha, lo que causa mucha gracia".

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