Los últimos bastiones de los flippers
<P>NOSTALGIA.Los conocidos aparatos de los 70 y 80 subsisten en la capital gracias a los <I>gamers</I> que prefieren el Pacman y el Rally X.</P>
BAJO LA atmósfera de luces, música, balaceras, carreras de autos y el ruido del búnker más cosmopolita del centro, los juegos Diana de Merced, un oficinista de lentes y gel pone el maletín entre las piernas, se suelta la corbata y aprieta "start" en el pinball (especie de flipper) del grupo de rock Kiss. Vuelve a ser un niño mientras dura su ficha de $ 200. "Cuando era chico, mi papá me llevaba a jugar a los juegos Delta; nos gustaba este flipper", dice Paul Briones (39). Le gustaba dejar sus iniciales en los rankings de las máquinas y ser el héroe de la tarde después del colegio. Esa nostalgia sobrevive no sólo ahí, sino que en los Juegos Diana de San Diego, frente al Parque Almagro, y salones de juego particulares que se arriendan para eventos.
Como si fueran una cápsula del tiempo, en estos lugares hay flippers temáticos en perfecto estado, como el de chicas lindas Covergirl, el Egghead o Foto Finish, que emula las carreras de caballos. Todos datan de 1961 y tienen marcadores mecánicos. Suelen verse junto a otros clásicos de los 70 u 80 como el Rally X, el Space Invaders, el Gálaga, el Wonder Boy y otros más que brillan como un deja vù.
Según el administrador de los juegos Diana de Merced, Gustavo Moraga, aunque los gamers más jóvenes los consideran pasados de moda o demasiado sencillos, igual los usan. Lo que les gusta es el ritual de entrar a un local, comprar la ficha y jugar en medio del ruido y luces. Un ambiente que ni la Wii ni la XboX pueden replicar en casa. "Viene mucho oficinista, gente que lleva 15 años jugando al mismo videojuego. Prefieren las máquinas setenteras por sobre las exitosas adquisiciones nuestras como el Guitar Hero o el Super Street Fighter", explica.
Una experiencia que Alejandro Alaluf (38), periodista y fanático de los videojuegos, reconoce como una inmersión total. "Ni el Super Nintento ni el Playstation pudieron emular el ambiente de los flippers y ahí está la gracia", aclara. Como profesor de una carrera de diseño de videojuegos, Alaluf realiza "expediciones" a estos locales con sus alumnos para mostrarles cómo eran los arcades y flippers en la época de Flipperlandia o los juegos Delta.
Cada vez son menos los centros comerciales que los conservan. "Los pocos existentes se pueden hallar en la cadena Happyland de los Mall Plaza, que guardan algunos guiños de juegos como Snow Brothers o el Pac Man, explica Alejandro Peters", gerente de marketing de la cadena.
La ruta se completa con otros locales como Japimax, ubicado en Almirante Latorre esquina Grajales, en Santiago Centro. Acá se agrupan salas de pool, bowling y una breve pero completa galería de videojuegos como el Rally X, Elvator Action, el Metal Slug y pinballs del recuerdo que funcionan con monedas. Por lo general allí se encuentran maridos y padres, escapando a las compras del supermercado de la primera planta.
Más discreto en el centro, entre puestos de Lotería y café con piernas, en 21 de Mayo con Santo Domingo subsiste el homónimo Juegos Electrónicos. Su joyita es un emulador de videojuegos Mame con una respetable variedad del pasado como Cadillacs y Dinosaurios. En pleno barrio Bellavista, pubs como el bar Loreto (Loreto 435) tienen un lounge con clásicos como el pinball Galaxy y el cotizado Alí del legendario fabricante de flippers Stern.
Pero hay uno que es una especie de "templo" para los aficionados: El Shangri-lá de los Flippers. Su ubicación es el secreto mejor guardado por los gamers, quienes pueden arrendar su salón bar donde hay 25 arcades y 25 pinballs originales y en óptimo estado. Propiedad de Pablo Aguayo. "Mi viejo me llevaba a los juegos de los Cobres de Vitacura o al Flamingo, que quedaba arriba del Bowling de Apoquindo. Imagínate: yo estaba en ese ambiente de bar-casino jugando y me enamoré para siempre de las máquinas", recuerda.
En su espacio suelen verse jugadores de entre 25 y 70 años o más y según cuenta, la emoción de ese reencuentro entre jugador y máquina clásica es única: gritan, se paralizan y alucinan.
Aguayo asegura que la desaparición de los flippers se debe a que los operadores prefirieron ganar plata con las tragamonedas y lanzaron a la calle sus máquinas clásicas. "Pero esto va a seguir, porque los padres van a seguir mostrándoles a sus hijos cómo se divertía la gente antes de que existieran las consolas".
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