Luis Ureta dirige dos obras sobre conflictos de vida y trabajo
<P>La próxima semana se estrenan <I>Anabella y Zina </I>y <I>Pompas fúnebres para caballeros</I>, en el Teatro Mori y el GAM, respectivamente. </P>
Parece un puzzle policial. En un departamento, dos mujeres, se reúnen a aclarar un asunto pendiente. Anabella (Claudia Pérez) ha perdido a su marido en un accidente de tránsito. Zina (Francisca Rojo) es la responsable de esa tragedia. "Parte como una comedia de errores, pero es una obra caleidoscópica. De la risa, va pasando al thriller psicológico. Y el espectador ya no sabrá si las mujeres terminarán amándose o declarándose odio perpetuo", explica Luis Ureta sobre Anabella y Zina, el montaje que el director de la compañía La Puerta estrena el próximo viernes en el Mori de Bellavista. Escrito en 1991 por uno de los exponentes del "nuevo teatro francés", Christian Rullier, este autor es poco conocido en Chile, pero famoso en Europa por su obra El Hijo. Esta se quedó, en 1981, con el Premio de Teatro de la Ciudad de París. Y ha sido llevada a escena unas 200 veces, en países como Bélgica, Suiza, Alemania, Ucrania, Canadá o El Líbano. "Rullier se caracteriza por develar las contradicciones de la modernidad, pero a través de escenarios cotidianos. En este caso, son dos mujeres las que representan el cara y sello de la sociedad. Una es exitosa, pero ha renunciado a la maternidad, la otra, lo ha abandonado todo por la familia", agrega Ureta.
La obra incluye referencias cinematográficas que aluden a ese contrapunto. Desde la película Misery de Rob Reiner, pasando por La mano que mece la cuna, hasta Persona, de Bergman, "todos los guiños apuntan a seres humanos que están en crisis y no tienen dónde ir", afirma el director.
Corazón mecánico
También están acorralados los personajes de la obra Pompas fúnebres para caballeros. Dirigida nuevamente por Ureta, ésta se presenta el miércoles dentro del Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea que se realiza en el Centro Cultural Gabriela Mistral. La historia fue escrita por la alemana Theresia Walser, en 2009, y transcurre dentro de una tienda de medio pelo. Ahí, un vendedor (Edgardo Bruna) está siendo jubilado. "La tienda quiere surgir y por eso trae al personaje de Andrés Velasco, un hijo del coaching y de la evaluación de desempeño que acelerará el ritmo de las escaleras mecánicas argumentando que, de esta forma, la gente comprará más rápido", dice Ureta. El montaje, al igual que Anabella y Zina, reflexiona en torno a las precaridades de las relacionales laborales y personales.
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