Malcolm Gladwell: "El éxito no puede reducirse a una fórmula"

<P>Autor de cuatro libros donde desentraña las claves del éxito, Malcolm Gladwell -quien dicatará una conferencia en Chile el 30 de mayo- es un referente obligado en las escuelas de negocios. El, sin embargo, se define sólo como un escritor que busca explorar y entender cómo funciona el mundo.</P>




Fue la brusca caída del crimen en Nueva York en los 90 lo que terminó convirtiendo a Malcom Gladwell en una figura mundial. El entonces periodista de The Washington Post quería entender las causas del fenómeno y terminó escribiendo The Tipping Point. Un libro donde explica los cambios que se producen en el mundo a la luz de la epidemiología. "Algunas ideas siguen el mismo proceso de las enfermedades epidémicas", asegura. Dejan de ser un hecho local para convertirse en un fenómeno global. Y eso sucede cuando superan el "tipping point", el punto de inflexión. Pequeñas ideas, sostiene, pueden generar grandes cambios, sólo hay que saber cómo generar una "epidemia". The Tipping Point no es un libro académico, es un libro muy práctico", asegura.

A partir de entonces, este hijo de una fisioterapeuta jamaiquina y un profesor de matemáticas británico se convirtió en éxito de ventas, pasó a escribir en la prestigiosa revista The New Yorker y ha publicado otros tres libros: Blink, The Outliers (Fueras de Serie, Taurus 2009) y What the dog saw (Lo que el perro vio, Taurus 2011). Su primera obra es, además, parte del currículo de muchas escuelas de negocios y lección obligada en los cursos de marketing. Sin embargo, Gladwell -que viene el 30 de mayo a Chile a un evento organizado por SURA y auspiciado por el diario Pulso- rechaza ser considerado una suerte de gurú, como algunos lo han calificado. "No me considero gurú de nada, sólo soy un escritor que hace su trabajo", dice a La Tercera desde Nueva York, donde vive y trabaja en su nuevo libro, del que sólo adelanta que "trata del poder".

Cuando uno lee sus libros da la idea de que su interés es explicar cómo funciona el mundo, de darles un sentido lógico a muchas cosas. ¿Esa es su principal motivación al momento de escribir?

Sí, en realidad mis libros son una suerte de exploración sobre partes de nuestro mundo y de nuestras vidas. La vida en sí es una suerte de exploración donde muchos tratan de entender cómo las personas tienen éxito. The Tipping Point, por ejemplo, fue eso, una exploración sobre cómo las ideas se expanden. Mi motivación siempre ha sido explorar los hechos e investigar lo mejor posible para tratar de entenderlos.

En The Tipping Point usted asegura que la misma lógica de las enfermedades epidémicas sirve para entender cómo se desarrollan las ideas. ¿Cómo surgió la idea del libro y cómo llegó a esa conclusión?

Tipping Point empezó simplemente a partir de la observación. Una idea es contagiosa en una forma muy similar a como se contagia un virus. Si uno estudia epidemiología y ve cómo los científicos tratan de explicar las epidemias se puede ver que la forma en que se expanden las enfermedades es muy similar a como se explica que algunas ideas surjan y se vuelvan populares y otras no. Mi trabajo empezó con esa analogía simple y luego traté de explorar, de aprender... Me tomó mucho tiempo de investigación para poder entender los principios de las enfermedades epidémicas. Y al final pensé: qué maravillosa oportunidad tengo de tomar todo ese conocimiento y aplicarlo a las epidemias de ideas.

Cuando se habla de epidemia de ideas uno piensa en el rol que puede jugar internet en este proceso. Sin embargo, usted ha insistido en que no cree que en el caso de la Primavera Arabe las redes sociales hayan sido un factor decisivo. ¿Cuál cree que es el rol de internet en ese proceso de difusión de ideas?

Lo que hace internet es acelerar los procesos que ya están activos. Internet no hace que algo que no sea social se vuelva social, sino que hace más social lo social. Magnifica los alcances y el poder de las estructuras de relaciones sociales existentes. En ese sentido, internet es importante. Todo lo que digo en The Tipping Point sobre el rol decisivo que desempeñan algunas personas para lograr que una idea se expanda es doblemente cierto en internet, porque ayuda a potenciar esas relaciones.

En Blink -su segundo libro- usted analiza la importancia de la intuición en la toma de decisiones, y luego en Outliers plantea la regla de las 10 mil horas y la necesidad del trabajo duro para desarrollar el talento. ¿Esos trabajos le permitieron entender cuáles son, en definitiva, las claves del éxito?

Lo que traté de hacer en Outliers es complejizar nuestra comprensión del éxito. Hay explicaciones que son muy simples. Decimos, por ejemplo, esa persona es brillante o esa es una buena idea o esa persona trabajó muy duro. Todos esos factores son importantes, pero lo que yo hice en Outliers fue tratar de unirlos y ver cómo influye, además, el contexto. Por ejemplo, tengo un capítulo completo dedicado a la importancia del lugar donde uno nace. Esas son cosas a las que creo que no les dedicamos el tiempo suficiente. El éxito es mucho más complicado de lo que nos gustaría y hay muchos factores que no vemos hasta que los investigamos. No hay una fórmula. Por eso, yo respondería esa pregunta diciendo que no se puede responder a esa pregunta. No hay una respuesta fácil.

Qué piensa, entonces, de la suerte, porque evidentemente hay un elemento de azar en todo ese proceso. Uno no puede, por ejemplo, determinar dónde nace.

Por supuesto, la suerte juega un rol muy, muy importante, pero preferimos no hablar de eso, porque tratamos de pensar que las cosas pasan porque hay razones. Pero, en efecto, cuando uno habla con personas exitosas y ellos son honestos sobre su éxito, finalmente terminan concediéndote que sí, que la suerte jugó un rol muy determinante. Nos gustaría reducir el mundo a una serie de principios, razones y causas, pero la verdad es que muchas cosas pasan por motivos azarosos.

Usted, sin embargo, insiste en el trabajo duro frente a talento y la importancia de las 10 mil horas de dedicación antes de lograr el éxito. ¿No cree, entonces, que el talento baste para triunfar?

Creo que hay que partir con algo de habilidad en cualquier área en la que uno quiera desarrollarse. Yo puedo tocar piano por 10 mil horas y nunca voy a convertirme en un concertista de piano. No tengo la cuota necesaria de talento. Se necesita una base de habilidad. Yo puedo jugar fútbol por 10 mil horas y nunca voy a ser parte de la selección nacional. Sin embargo, encima de esa habilidad necesaria hay que agregar trabajo. La importancia de la ley de las 10 mil horas es que el talento no es suficiente, sólo te deja en la puerta del éxito. Después de eso hay que sumar otras cosas, como trabajo duro, dedicación, persistencia. Muchas veces decimos esa persona tiene talento y nos olvidamos que es sólo el comienzo de la historia.

Usted analiza el caso de los estudiantes asiáticos, de cómo trabajan y se destacan por sobre los occidentales. ¿Qué cree que podemos aprender de los asiáticos y del crecimiento que esos países han tenido en los últimos años?

Esas son culturas donde prima el trabajo duro y estresante. Nos enseñan lo poderosa que esa idea es para alcanzar logros. Si uno está enfocado y dedicado, y tiene ganas de hacer el esfuerzo, se puede llegar muy lejos, pese a la ausencia de ventajas materiales. Lo primero que me dicen todas las personas que van a China es lo extraordinariamente trabajadores que son en comparación con otros países, o con Europa, por ejemplo. Eso es tremendamente importante para tener éxito.

Usted hizo referencia a Europa. Cree que la falta de una cultura del trabajo duro explica en parte la actual crisis.

Creo que hay muchos factores que influyen en la situación de Europa. Durante mucho tiempo hubo una cultura social y de negocios que no puso la proactividad en el centro de su atención, sino que se fijó más en crear un agradable estilo de vida, lo que es maravilloso, pero no se puede competir exitosamente en un mundo como el actual con ese tipo de mentalidad.

Usted ha sido muy crítico de los procesos de selección en las universidades, que privilegian a los más exitosos y capaces. ¿Cual cree que es el mejor camino para reducir las desigualdades en la educación?

Lo diría en forma distinta: mejorar la educación de los más capaces es lo último que se debe hacer. El primer paso es ir a la base, es educar a la mayor cantidad de personas posibles, y una vez que se logra eso se puede comenzar a seleccionar a los que realmente cuentan. Creo que es peligroso hacerlo al revés, porque si se empieza por los más capaces, lo que hemos visto en la historia es que el resto nunca logra salir de abajo y se pierden muchos talentos. No sabemos dónde está el talento, puede estar en cualquier parte y es difícil encontrarlo. La única forma de hacerlo es extendiendo las oportunidades de educación a la mayor cantidad de personas posibles. Creo que esa es la gran lección del siglo XX, mientras más se amplía la base de la educación, más talento se logra encontrar. Por eso diría que esa misión de hacer la educación más igualitaria es la misión más importante de cualquier economía.

Usted analiza también en sus libros cómo algunas personas supieron convertir sus desventajas en ventajas. ¿Cree que eso puede aplicarse también a los países?

Lo más importante respecto de eso es que en el mundo vemos una gran paradoja. Algunos de los países con altos niveles de recursos naturales son los que tienen más problemas. Miremos los países de Medio Oriente con todo ese petróleo, o Nigeria... En cambio, por otro lado, hay países con muy pocos recursos naturales que lo hacen extraordinariamente bien. Al lado de Nigeria está Ghana, un país sin los recursos de su vecino, pero mucho más estable y que funciona mejor. Tenemos también los casos de Suiza o Singapur. Creo que hay que empezar por dejar de fijarse en las ventajas y desventajas de los países y simplemente plantear que los países que deciden focalizarse en su gente, en desarrollar el talento de su gente florecen, mientras que los que no, se quedarán estancados. Lo extraño del mundo es que muchas veces los recursos naturales desvían la atención del tema central en el que los países deben concentrase para lograr su prosperidad: las personas.

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