Manifiesto: Antonio Vodanovic, animador de TV




Soy dueño de mi tiempo. Yo elijo qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. No necesito levantarme a la siete de la mañana, ni tengo la necesidad imperiosa de producir dinero para el sustento. Soy un hombre sin tantos compromisos. No tengo por qué quejarme, soy un tipo feliz. Debería ser el tipo más feliz del mundo.

Lo que más extraño de la televisión son los programas estelares. Hoy día para hacer una carrera artística en Chile, no puedes contar con la televisión. No hay expresión. Prácticamente no existe en la televisión chilena un programa estelar con una orquesta en vivo, un cuerpo de baile, con visitas nacionales e internacionales. Los presupuestos para eso ya no existen. En la pantalla hoy dominan las teleseries, los programas de investigación, los docurrealities, y el espectáculo, en general, está vacío.

El nivel de usurpación, interpretación y de abuso de la imagen pública es muy fuerte en algunos canales y programas. Creo que hoy no hubiera elegido el mismo camino que elegí en su minuto y que me llevó a animar el Festival de Viña. Hoy es más importante la reina del festival que la canción ganadora. Hace mucho tiempo que no veo una crítica artística, con argumentos, con bases artísticas y musicales. Hay una alteración de los valores y de la información.

No soporto la farándula. Me da una pena y vergüenza ajena tremendas ver cómo corren cuadras y cuadras, jóvenes periodistas o postulantes a periodistas, para tratar de sacarte una cuña. Me parece indignante. Hay una manipulación de la noticia farandulera increíble, y eso me carga. No me meto con ellos, ni ellos se meten conmigo. Mi vida nunca ha hecho noticia por cosas ajenas a la televisión, a los programas que hacía, al mundo artístico.

Me da lo mismo que me digan fascista. No soy fascista ni soy comunista. Tengo un espectro bastante grande de opinión. Mi trabajo ha sido siempre funcional, nunca he aceptado una labor política. Me han ofrecido presentarme a diputado, postular a la alcaldía de Santiago y a la alcaldía de Viña del Mar y aquí estoy en mi casa. No me encuentro en la política. Me siento incómodo y creo que la imagen del político está muy deteriorada para entrar en ese terreno.

El que trate de hacer mucho en poco tiempo normalmente la caga. Soy partidario de una reforma educacional, pero una reforma que comience desde el nivel infantil. Pretender que todo sea gratis hoy día, dadas las condiciones del país, me parece imposible. Creo que hay que partir nivelando, pero abajo. Educación gratuita para todos los niños de este país, todos los infantes, y después, en la medida de las posibilidades, vamos subiendo con la secundaria y con los universitarios.

Creo en el aborto terapéutico, por violación y malformación con inminente pérdida de la vida. Sólo con esas condiciones. También soy partidario de que se legisle la marihuana de manera terapéutica: el alivio que les produce a los pacientes con cáncer es increíble, lo he comprobado. Soy partidario del AVP, la unión civil. Habría que ver la definición de matrimonio, porque el matrimonio que yo conozco legal es entre un hombre y una mujer.

Una de las cosas que más recuerdo de mi infancia son los caballos. Viví hasta los 21 años al lado del Hipódromo Chile. Mi padre era preparador de caballos y mi pieza daba al corral. Yo jugaba a la pelota, básquetbol, fútbol y naturalmente asistía a la hípica, aunque mi padre nunca me motivó mucho a que entrara a ese mundo. La motivación de mi padre era tener un hijo profesional. Como herencia, ellos nos dejaron a mis hermanos y a mí un título y con eso nos dieron las armas para afrontar la vida.

Mi círculo de amistades hoy está más en el mundo de la hípica que en la televisión. En la televisión tengo muchos amigos, pero no nos frecuentamos, o sea, conozco a todos los rostros, soy amigo de todos, pero no tenemos una relación de contacto social, en cambio con la hípica sí, hay un grupo que se junta permanentemente y que comparte las carreras, las experiencias, los pelambres y los cahuines.

De todas las terapias complementarias o alternativas, creo que no hay ninguna que supere al biomagnetismo. Tiene un diagnóstico súper asertivo, en 40 minutos yo te hago un escáner de tu cuerpo. La gente que quiere una consulta lo tiene que hacer por mail y allí anotar un teléfono de contacto. Yo llamo. No pregunto absolutamente nada, a mí no me interesa saber lo que tiene el paciente, yo se lo tengo que decir, porque ya partes con una sugestión. Si te informan lo que tiene el paciente, el porqué te quiere consultar, ya te condiciona.

Mi relación con el cigarro es de contradicciones. Lo odio y lo amo. Dentro de este crecimiento personal y de estar en el aquí y en el ahora, de no tener adicciones ni vicios, debo reconocer que el cigarro me la ha ganado hasta este momento. He hecho intentos y he fracasado. No soy tan exitoso en todo, soy bastante humano. He tratado unas cinco veces y lo más que he logrado es un mes o dos sin fumar, después recaigo. Con el biomagnetismo podría, pero sé que más allá de cualquier terapia, es la voluntad, y mi voluntad todavía me sigue jugando mal.

Si tuviese el poder de decisión en la televisión cuidaría mucho más a los rostros. Se ha comercializado demasiado su imagen y están muy expuestos. Se ha popularizado el tema en el sentido de que un rostro a veces está en pantalla cinco o seis horas al día, además están en los comerciales.

No estoy de acuerdo con que el animador sea opinante en todo. Es un tipo común y corriente, no domina todas las materias. El animador es el comunicador y el micrófono es un arma muy potente, por lo tanto, lo que digan tiene que tener una base sólida. La opinión tiene que estar reservada justamente al tema que dominan y no a todos. Cualquier persona con un micrófono puede ser más peligrosa que una metralleta.

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