Manifiesto: Catalina Saavedra, actriz




Nunca he hecho de linda, no es por lo que me han elegido en mis personajes. No soy la Mane Swett de cara. No entiendo eso de que por ser preciosa te mereces el súper contrato por dos años y exclusividad. Y bueno, no es el camino, pero a los productores les debe funcionar. Antes me conflictuaba más, pero creo que eso va en la seguridad de uno y en lo que te toca interpretar. Yo me he puesto más segura, me he convencido de que soy capaz de hacer desde una seductora hasta la mujer más fea del mundo.

A veces me dicen: "Oye, tu pelo tiene mucho frizz", y yo pienso: ¿Qué tiene? ¡Si el pelo de la gente tiene frizz! La televisión, el cine y los medios, en general, tratan de generar un canon de belleza que no es popular. Me empelota eso de que todavía, a estas alturas, exista gente que se burle del físico del otro. Y es lo que veo en TV: hay un deseo siempre de que uno se vea bien. Yo igual transo con algunas cosas, pero me molesta que siempre la linda sea la heroína.

Una de mis películas favoritas es Hairspray, de John Waters, donde la gorda es tan encantadora que el más mino de la película se enamora perdidamente de ella. Ese es un buen ejemplo para darse cuenta de que la niña lo enamora no por el físico precisamente. ¿Qué importa, entonces, que sea gorda? Eso falta en Chile: experimentar y atreverse con esas figuras.

Me acomodan mucho los personajes populares, porque me relaciono a diario con eso: ando en el Metro apretada, espero el Transantiago y soy peatona. Ni siquiera sé manejar. No me aíslo. Yo miro a la gente, la observo mucho. Claro, no estás todo el día sapeando, pero miro a señoras que andan encorvadas caminando, mirando el suelo, medio cojeando y pienso que alguna vez puedo hacerlo así o sacar algo de esa imagen. Soy capaz de rescatar, inconscientemente, cosas de la sociedad que me puedan servir.

He sido feliz con todas las nanas que he hecho. No creo que el personaje de la nana me persiga. La última vez que actué como una fue en la película La nana y fue lo más glorioso que me tocó. Fue como mi titulación de doctorado con ese personaje. Las nanas que hice las recuerdan porque fueron muy populares, pero en teatro he hecho un montón de otras cosas. Con la película nadie quiso ser un éxito, eso fue fortuito. De hecho, yo no imaginé ir a festivales ni nada de eso. Para mí no es la mejor cosa que he hecho como actriz.

Si me ofrecieran ser rostro de una tienda de retail -como lo hacen algunos actores- no aceptaría ni muerta. Creo que todo tiene un límite. Siempre he estado en contra de hacer publicidad para grandes tiendas. Cada uno tiene derecho a hacer con su vida lo que quiera, pero me parece que en un país como el nuestro es muy egoísta pensar sólo en el bolsillo y las lucas. Me da un pudor social. Eso de invitar a la gente a usar tarjetas y a endeudarse no me gusta. No me parece correcto que un actor invite a los niños, que son los más susceptibles, a comprar las zapatillas más bacanes del mercado porque la tele lo dice.

No voy a engrupir a nadie tratando de ser la más simpática. A veces digo cosas fuertes y soy políticamente incorrecta. Tengo una forma de decir las cosas que suenan a dictadura o como única opinión, y eso puede que se confunda. Tengo que aprender a ser más amable, pero no quiero ser hipócrita tampoco. Si algo no me causa gracia no me voy a reír; no me río por complacer al otro o para que se sienta bien.

Estudié en un colegio municipal hasta séptimo y luego en uno particular. En el segundo tratábamos de "tú" a los profesores, y eso me sirvió para la vida: a todos los trato igual. Me puedo relacionar de igual forma con el súper jefe, tanto como con el que hace el aseo. No tengo jerarquías donde uno es más que otro por el simple hecho de ganar más dinero.

No me hago cargo del mal momento de TVN. Creo que el problema no es sólo de ese canal, sino que de la TV abierta en general. Hace tiempo tienen que hacerse un lavado de cerebro en relación a lo que quiere ver la gente. Yo no entiendo mucho el problema y debe ser porque a mí el rating me da lo mismo, no me importa en lo absoluto. Con 500 televisores encuestados no haces una medición de qué ve la gente.

El tiempo entre mi vida de actriz y madre es intenso. Cuando decidí tener a 'Jero', mi único hijo, tuve presente que la vida de él no iba a ser normal, pero me organicé con redes; tengo gente que me ayuda y su papá es muy presente. Siempre trato de darle cierta estabilidad, que en el mundo de las artes es más complicado de dar. Disfruto mis ratos libres con él, ya sea yendo al cine, saliendo a comer, viajando o cuando él está en el computador. Hay algo que siempre he defendido y he privilegiado ante cualquier cosa: la presencia maternal. Mi hijo no es solo.

Soy muy sensible y creo que el mundo lo están transformando cada vez más en un lugar habitado por insensibles. La gran cagada del mundo es la ambición económica: el querer tener, tener y tener. Por eso me gusta tanto José "Pepe" Mujica, pero me da pena que quede solo como un excéntrico y no como un ejemplo. En Chile faltan líderes así. El chileno es muy aspiracional. Este es un país raro, de muy poco carácter. Acá nacen pobres que no defienden de dónde vienen ni se sienten orgullosos de haber nacido en la pobreza y haber surgido. Más bien les da vergüenza, y eso es aberrante.

Acepté estar en Matriarcas, de TVN, porque tenía que volver a capitalizar mi trabajo. Mi mayor preocupación en estos momentos es lo que se acerca con mi hijo: se acaba el colegio y viene la etapa universitaria que es súper cara. Sin hacer televisión un actor no tiene capacidad de ahorro. Aunque me gusta, sé que haciendo obras no se gana mucho. Algunos actores me han dicho que me cayó el escupo en la cara por volver a la TV, pero nunca dije que no volvería. Siempre dejé en claro que si la oferta era tentadora iba a volver. Y sí, fue muy tentadora.

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