Manifiesto: Clara Szczaranski, abogada
Me considero una persona valiente. A mi hijo, cuando tenía cuatro años, le preguntaron en el colegio como tarea de curso: ¿cómo es tu mamá? Y él respondió: "comprometida". Cuando asumo un compromiso lo voy a cumplir sí o sí. Me comprometo con lo que digo, lo que en algunos casos, resulta no ser adecuado. Lo asumo.
No creo que los hombres sean mejores que las mujeres en esto o aquello, porque si así fuera, eso se demostraría en los hechos, lo que no ha ocurrido ni ocurre ahora. Cuando llegué al Consejo de Defensa del Estado en 1995 me tocó muy duro. No había en esa época mujeres en Chile en ese tipo de funciones. En ese organismo no había ninguna mujer consejera, menos como presidente, cargo al que accedí dos años después. Inicialmente mis compañeros hombres -y mayores- ni me citaban a las reuniones. Parecía que yo no existía para ellos. Lo solucioné sin dejarme cohibir, opinando, insistiendo. Nadie debe dejarse arrinconar, todos tenemos derecho a hacer lo que podemos al propio modo.
Algunos piensan que el Derecho Penal, que es a lo que me he dedicado a lo largo de mi carrera, es la lista de castigos para los criminales, pero la realidad es otra: es el escudo del imputado. Escuché a profesores notables decirlo muy claro, en palabras simples, para el alcance de todos. El derecho Penal surge para evitar las venganzas, los linchamientos, el abuso del poder del estado. Me tocó pagar los costos por esta conviccion, como cuando defendí la tesis de que en los casos de violaciones a los Derechos Humanos bajo la dictadura había que investigar caso a caso, y distinguir mandos y subalternos, no considerar a todos los uniformados del mismo modo. Recibí muchas, pero muchas críticas. Tuve que sufrir la pena de una velatón realizada por los familiares de las víctimas de DD.HH que protestaban contra mí a las afueras de las oficinas del CDE. Yo lo único distinto que decía era que debíamos otorgar todas las garantías procesales y constitucionales a los imputados para no ser arbitrarios como sí lo fue la dictadura. Los derechos humanos son para todos, incluidos los criminales. Pero no podía discutir eso con los familiares en duelo. Es mucho menos intenso tener una tesis que tener un dolor. Así que nunca les contesté. Comprendo. Y como no, si yo también soy víctima.
Viví doce años de mi vida en Italia y una de las cosas que más extraño es que el decir cosas distintas sea considerado un mérito. Allá premian al que se sale de la fila. En Chile hay mucho monólogo, cada uno dispara al otro sus ideas, bien blindadas y no escucha la respuesta. ¡Qué ritual tan improductivo! Al final siempre están compitiendo con alguien al que no aceptan en su mundo. Y, ahora, crecientemente, surgen grupos separados por cualquier tema o asunto o cosa: que los ciclistas furiosos, que los cultores de tal o cual credo, no sé. En Italia me di cuenta de que toda pertenencia a algo en bloque significaba ponerse anteojeras y me distanciaba de otras personas. Conocí el valor de la transversalidad, de lo multifocal. Experimenté el atractivo y las ventajas del diálogo.
Viendo El Padrino reemplazas una cátedra de Derecho Penal entera…un magíster en crimen organizado. Es más que una obra de arte, es un profundo estudio sociológico. Cuando la ves te das cuenta de que la mafia no es una perversión delictual, es una subcultura con sus propios códigos de honor. Investigué y trabajé mucho en torno al fenómeno mafioso. Cuando volví a Chile en 1986 quedé muy sorprendida: aquí se hablaba de "el cartel" de La Legua. ¡¿Qué estaban diciendo?! Si la mafia es algo de otra dimensión, mucho más complejo. Por eso a mediados de los noventa, como presidenta del CDE, me preocupé de Mario Silva Leiva, el Cabro Carrera, y no del pseudo cartel de la Legua, hasta que fue detenido y procesado con todos los miembros de su organización que operaba de aquí a Europa.
Aunque no parezca, soy muy tímida. Si me invitan a un cóctel o a una recepción lo primero que digo es "no puedo". Porque ya me da terror ese montón de gente hablando cualquier cosa. Después, el día D -si es que acepté la invitación- cuando voy llegando a la puerta me vienen ganas de devolverme y no entrar. Las veces que voy sola, saludo y me voy. Cuando voy con mi marido, pasan 15 minutos y me dan ganas de irme pero lo espero. Por ejemplo, cuando vamos juntos al supermercado y viene alguien que nos conoce yo doblo y lo evito, y dejo a mi marido solo, enfrentando los deberes de cordialidad y buena educación.
Envidio con toda el alma la gente que es loca por algo, que tiene vocación especial por una actividad. Un tipo que nace y dice que es un loco por la matemática, qué maravilla, porque yo no soy loca por nada. No tengo hobbies ni alguna vocación especial. Soy una obediente a eso que llamo las "señales del camino". Eso hace que mis inquietudes y pasiones se vinculen al contexto y vayan cambiando. Siempre quise tener el gusto de mi hermano por los soldaditos de plomo o la vocación de mis compañeros por las leyes y los códigos, pero no engancho con ningun tema para siempre y ya en tercer año de la carrera quería ser bióloga, o estudiar física. Si me preguntan: ¿te gusta la música? Digo sí ¿Te gusta la cocina? Digo sí. Pero no podría decir yo nací para tal cosa.
Ahora estoy racional y apasionadamente atrapada en los temas energéticos. Me preocupa mucho la falta de planificación territorial y de coordinación entre los temas medioambientales, los recursos naturales y la energía en Chile ¿Cómo alguien puede creer que son asuntos que marchan por carriles separados? Nuestro país necesita una matriz energética completamente diversificada, acorde a su territorio y recursos porque no tenemos ninguna fuente prevaleciente. Creo que la geotermia debe integrarse casi prioritariamente, pues no tiene intermitencias como el sol o el viento, simplemente está día y noche en la tierra y no es contaminante, además de ser renovable, y propia. Nuestros volcanes no sólo nos castigan con erupciones, tambien pueden ser una potente fuente de energía independiente.
Prefiero ir a la cárcel antes que asumir un cargo político. Hace algunos años me ofrecieron ser candidata a distintos niveles. Pero siempre dije que no, porque eso sería la peor condicionante del mundo. Tendría que representar a un grupo, a una coalición, hacer pactos políticos. Yo nunca me vería en eso, jamás. Me gusta ser yo. Suena muy egocéntrico pero no podría ignorar lo que pienso, lo que siento.
Estoy totalmente desilusionada de todo eso, desde hace muchos años, desde 1979. De la clase política, de los gremios políticos, de las familias políticas, de los dueños políticos, de las asociaciones políticas, de todo lo que significa crear un entramado, un modo de sustento, un modo de poder. No digo que el ser político, de fondo, no sea algo bueno, porque significa preocuparse del devenir de la sociedad. Lo que repudio es que al final siempre se arman grupos. Y yo encuentro que los grupos y las ideologías son súper peligrosas. Encuentro aberrante que se pueda votar en bloque y que se pueda predecir los resultados de las votaciones. O sea, cada persona el día de la votación ¿no va a revisar los antecedentes y va a votar por pertenencia grupal ? Eso me desilusiona.








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