Manifiesto: Claudio Palma, relator
Me carga que me hablen de fútbol. No me molesta que me saluden, pero a veces es medio invasivo, sobre todo en los bares. A veces me quiero tomar un trago tranquilo y se te acercan a hablar durante 40 minutos de fútbol. A mi hija no le gusta que sea famoso, pero el mayor está más acostumbrado, porque vivió todo el tránsito de sacarme la cresta en la radio hasta llegar a la televisión. Entonces, trato de que los fines de semana sean bien familiares, en el Cajón del Maipo.
Compartir con mis amigos es un privilegio. Cuando Chile ganó la Copa América tenía muchas invitaciones a eventos caros para celebrar, pero decidí ir donde estaban mis amigos de toda la vida. Ellos se sorprendieron mucho. Somos casi 20 personas que nos juntamos todos los viernes en la casa de mi madre: ahí llega el ingeniero, el jardinero, el auxiliar de un colegio y yo, el relator. Nos críamos todos juntos, entonces no vale el sueldo ni los títulos, sólo valen las cinco lucas de la cuota.
No tengo Twitter ni Facebook, porque no es sano. Coincido con Juan Cristóbal Guarello cuando dice que los comentarios son una guerra de escupos anónimos, no tengo por qué rendirles explicaciones a miles de usuarios anónimos que te critican de forma grotesca. A mí nadie me ha parado en la calle para decirme: "Te equivocaste con tal jugador". Tampoco busco los aplausos. Si mañana me bajo los pantalones en mi programa soy trendig topic, entonces para mí eso no significa mucho.
Soy un agradecido de la familia Claro. Nunca dejó de pagar los sueldos, pese a que el CDF estuvo quebrado y, en términos de independencia, no hubo imposiciones para hablar bien de alguien. Como en cualquier otro medio de comunicación, hay propietarios y uno sabe para quién trabaja, pero a mí nunca me impusieron temas dirigenciales y tampoco hubo vetos. Nadie me dijo que hablara bien de Sergio Jadue o Harold Mayne Nicholls.
En televisión quería hacer algo más allá del fútbol, para demostrarme que podía hacerlo, para bien o para mal. Entiendo que hay gente que nació haciendo una pega y que va a morir haciendo lo mismo, pero yo no puedo: soy demasiado ansioso. Lo más fácil era hacer un programa de fútbol a las 12 de la noche con dos comentaristas polémicos, pero me parecía que había que darle una mirada más en serio. Hoy estoy feliz haciendo mi late show, pero no me proyecto en nada más, sería una locura.
Me quedé contento en Canal 13. No me fui a Mega porque tenía una cláusula que desconocía, que implicaba que una vez terminado mi contrato, había 90 días en que si recibía una oferta que era igualada por Canal 13, debía quedarme ahí. Eso fue todo.
En el periodismo deportivo hay muchos que se creen dueños de la verdad. Eso hace que sea un gremio jodido, el que te diga lo contrario está mintiendo. Uno lo ve en las peleas que otros comentaristas han tenido entre ellos, es un medio súper acotado y chiquitito.
Eduardo Bonvallet fue uno de los mejores jefes que tuve. Nos vetaron mucho, incluso el entonces entrenador de Audax Italiano, Roberto Hernández, me quiso golpear sin ninguna provocación de mi parte. Yo sabía que era parte del juego, en ese tiempo el trabajo de Bonvallet en la Radio Nacional causaba mucho revuelo. Delante de los micrófonos era muy intenso, pero siempre estuvo preocupado de cómo estábamos.
Mi depresión bipolar es un tema que tengo resuelto. Si ese tema lo abrí, fue porque un periodista me pilló mal anímicamente, pero hace un año me hice una promesa para no volver a hablarlo públicamente, porque siento que uno tiene que ir avanzando. Es algo que trato de combatir con harta actividad física, incluso antes hacía yoga. Como soy muy ansioso, la única forma de desconexión que tengo es el deporte. Si bien es un tema resuelto, creo que no lo voy a superar nunca.
Nunca me proyecté para ser famoso y hoy eso a veces me produce conflicto. Cuando tú trabajas toda la vida para llegar a ser conocido es probable que disfrutes cuando lo seas, no digo que sea algo malo, pero estás obligado a aprender a manejarte en cuanto a comportamientos y eso es jodido. A mí me intimidó mucho cuando Primer Plano me grabó comiendo con amigos en el Liguria sin mi permiso. Te obligan a regular tu vida.
Mi viejo atendía el almacén más grande del barrio. Crecí en la casa de mis padres como cualquier hijo de vecino de clase media en Puente Alto y hoy me da mucha pena cuando a la comuna le dicen "Puente Asalto", porque fue una comuna modelo, donde no había delincuencia. Creo que por eso soy nostálgico de un pasado que para mí fue hermoso, desprovisto de muchas banalidades.
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