Manifiesto: Gepe, músico




Me quedé pegado en los 24 años. Sé que la gente va cambiando, pero yo me siento la misma persona en términos espirituales o conscientes que lo que era hace diez años atrás. No me ha pasado nada. Además que físicamente no tengo ninguna parte menos o más, no hay nada distinto en mí. No he cambiado, y es como si no hubiese pasado el tiempo. En mi cabeza me imagino y me siento como una persona de 24. El tiempo no ha pasado para mí y me da la impresión de que todos los años son los mismos.

Me siento exitoso. Me siento exitoso porque puedo hacer lo que se me da la gana y puedo llevar a cabo mi sueño que era ser músico. Cuando estaba partiendo nunca pensé que iba a tocar en el Festival de Viña del Mar. Me sorprendió mucho y quizá me pareció que se me vino encima, pero creo que zafé muy bien. Desde que tengo uso de razón que quería ser músico. Partí tocando a los cinco años en la escalera de un departamento y luego me compraron una pequeña batería. Inmediatamente empecé a hacer canciones. Mi abuelo me echó mano y me ayudó un poquito a seguir el ritmo. En esa casa había una tremenda bulla, y mientras más crecía la batería, más ruido hacía. Tenía histéricos a mis vecinos. Ahora lo miro y pienso en lo bueno que ha sido hacer lo que me gusta.

Mi infancia tuvo una buena vibra en todo, no hay nada tan traumático en ella. Fue una infancia súper tranquila, feliz, sin problemas. Participaba de un mundo muy zorrón, porque jugué por 12 años hockey, hasta que me hice pebre las rodillas. Al mismo tiempo, era parte de un mundo muy sensible y alternativo. Siempre fui amigo de todos y al mismo tiempo de nadie, aunque igual entraba en relación con la gente, nunca fui tan parco. Siempre estaba al medio de todo, estaba muy enfocado en la música, pero nunca dejé de estudiar. Era estudioso, pero tampoco el más mateo. Me iba bien, pero sin ser chupamedia con los profes. Tuve siempre un equilibrio.

El lugar de donde salí era muy indie. Antes lo hipster, eso sí, era ir a ciertas tocatas y encontrar que iba la misma gente de siempre y luego ir a una exposición y encontrarte con esas mismas 200 o 300 personas. Nunca fui a las tocatas de Los Tres o Lucybell ni ninguno de esos grupos, sino que iba a ver a Tiro de Gracia y Los Chancho en Piedra. Iba a ver bandas más underground. De ahí vengo, y no puedo negar ese origen, aunque ahora sea distinto. Siempre mantengo relación con esas personas y sigo yendo a esas tocatas.

Mi música es lo que soy cuando entro en contradicción. Ahí es cuando encuentro que tiene más sentido. Cristóbal, un amigo que tuve en el colegio, era todo un evento para mí, porque en la música nos íbamos a un lugar destructivo y oscuro donde los cabros de mi edad no íbamos. Ahí entramos por la música por Sonic Youth. Por la parte experimental y abierta empezamos a meternos en cuestiones más religiosas y les hacíamos harto caso a los signos de los sueños. Eramos medio esotéricos. Con él abrí esa puerta y lo pasábamos increíble. Era un equilibrio en el que todo el rato estaba todo moviéndose. Esa misma conexión es la que tengo con la música.

Creo en Dios, pero creo más en las redes de personas. Nunca, en todo caso, uso esas redes. Recuerdo que con Cristóbal íbamos harto a la misa de los benedictinos y visitábamos harto a los Hare Krishna, de donde hoy Cristóbal es dirigente en Brasil. Cuando chico era de ir a misas, pero porque mi colegio era católico y la mayoría éramos bien conectados con eso, aunque no llegué tan lejos como para ser acólito. Creo que siempre he intentado mantener distancia de todo. Con algunas cosas me quedo, pero son pocas cosas.

Desde el minuto cero quise que mi música la escuchara la mayor cantidad de gente posible y no un nicho específico. No le tengo ningún miedo a la masividad. Si eso significa que si antes iban cien personas a mis tocatas y ahora son tres mil, está súper bien. Eso siempre lo he mantenido. Por mucho que mi música haya sido en un principio de determinada manera y ahora sea de otra, el impulso de querer que la gente lo escuche es lo que ha primado. Eso va más allá del estilo, tiene que ver con una actitud, ni siquiera con buscar la empatía. Las canciones que hago tienen que ver con lo que me motiva. En general, son las mismas canciones siempre, pero grabadas en distintos momentos.

La ansiedad me genera querer hacer todo muy rápido y a corto plazo. Soy muy ansioso, disperso y maniático. Descubrí que lo era cuando esperaba a que mis papás se quedaran dormidos -sin importar la hora- para ir a apagarles la tele. No podía dormir con las luces o la televisión prendida. Esas cosas se mezclan y la combinación me ha marcado en mis discos. Me gusta hacer muchos y muy rápido, además que siento que con cada uno arreglo los errores del anterior.

Le tengo miedo a la oscuridad. Una vez fui a una exposición de ciegos en la ex torre CTC, que en ese momento estaba toda oscura y los ciegos te iban guiando, pero no pude entrar. Rebotaba, porque la oscuridad me pesaba mucho. Me oprime, siento que pesa más que la luz. Soy una persona muy del día y la mañana. Por ese mismo miedo no me gusta que las cosas estén tapadas u oscuras. Me gusta que todo se vea.

Mi casa no tiene puertas. Las boté todas para que fuera de un solo ambiente. La única puerta que hay es la de entrada y del baño. Lo demás está todo abierto y se separa todo por estantes. Me gusta eso: que no haya nada debajo, que no haya nada tapado. No me gusta que haya espacios ciegos. En eso soy bien maniático. No existe en mi casa un lugar oscuro y cerrado que guarde algo. Todo está abierto; la cocina, todas las cosas que están debajo de la cocina y el horno tienen la misma estructura.

Cuando chico me daban curiosidad las relaciones enredadas. Por lo mismo, tuve algunos romances muy tóxicos. Es duro, pero esas son de los que más he aprendido y me ha servido. Ahora tiendo a no relacionarme con situaciones así en todo sentido, no sólo en pareja. Tiendo a evitar ese tipo de relaciones con amigos o con compañeros de trabajo. No me gustan las cosas con tantos dimes y diretes, que esta persona le dijo a otra persona que yo había hecho tal cosa y no se atrevió a decirme y eso hace que todo se enrede y que sea una bola de nieve. Uno a veces se intenta hacer el interesante al principio y eso siempre se va de las manos. Es difícil mantener ese misterio todo el tiempo, que tenga sentido lo que haces en esa posición y que no te pillen.

Mi placer culpable es comerme la cutícula. Por lo mismo, siempre tengo heridas alrededor de las uñas y me da mucha vergüenza. Otra cosa que me da monos es ser vegetariano y andar pendiente de todas las cosas que hay que tener para preparar comida vegetariana. Las semillas y el aceite de oliva se me convirtieron en un placer culpable. Me da monos, lo encuentro muy siútico, pero igual me gusta.

Trato de andar en bicicleta todos los días. La ocupo muchísimo como medio de transporte y para hacer ejercicio. Voy harto al cerro San Cristóbal, porque vivo cerca y me gustan los piques largos también. Me gusta andar por un tema de salud y porque no contamina, pero ojo, que tampoco soy ni ciclista furioso ni nada de eso.

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