Manifiesto: Mahmud Aleuy, subsecretario de Interior




A los cinco años me caí de un caballo y quedé en coma. Estaba en el fundo de mi abuelo, en Valdivia, y aunque a esa edad tenía mi propio caballo, insistí mucho para subirme a otro que me gustaba más. Estaba en eso cuando me caí. Uno de los trabajadores del lugar cometió el error de levantarme y bañarme. Eso me hizo colapsar y quedé en coma. Estuve muchos meses hospitalizado -por eso, hoy les tengo fobia a los hospitales- y en rehabilitación. Cuando volví a mi casa me hice amigo de un vecino que tenía síndrome de Down. Ellos son personas extremadamente cariñosas, piensan mucho en los otros y no en ellos, entonces feliz me acompañaba. Cuando me vine a Santiago perdimos el contacto. Lo último que supe es que hace poco ese amigo de infancia falleció.

Parezco inexpresivo, duro y sin sentimientos, pero no soy así cotidianamente. Pasa que no creo que alguien que tenga responsabilidades públicas tenga que enfrentar haciendo un show una tragedia donde ha muerto gente y donde el dolor de familias afectadas es evidente. En política hay que ser serio, no se puede andar farandulizando las decisiones, los problemas y mucho menos las catástrofes. Que sea serio para informar no significa que sea corazón de piedra. Ahora, decir las cosas directamente me ha generado todo tipo de problemas, porque no a todo el mundo le gusta ese estilo.

No quiero ser arrogante, pero no le tengo miedo a nada, aunque sí entiendo y empatizo con el miedo ajeno. Creo que el miedo es inútil cuando en realidad lo que hay que hacer es enfrentar la situación y ver cómo resolverla. Pero, además, no puedo dejar de asociar el miedo con la esclavitud y eso sí que es muy jodido para vivir la vida tranquilamente.

Alejandra, mi mujer, es la única que me ablanda a más no poder el corazón. Ella es todo para mí. Lo más duro que me ha tocado vivir fue que perdiéramos un hijo. Fue difícil, porque tratamos por mucho tiempo tener hijos, porque no podíamos, y cuando la oportunidad se dio, por una serie de negligencias… no alcanzó a nacer. Las parejas que no tienen hijos porque no pueden suelen enfrentarse a una disyuntiva: o se desarman o se fortalecen. En nuestro caso ocurrió lo segundo.

Soy cada año que pasa más celoso que el anterior. Todo me da celos. No tengo límites en ese tema. Pero tengo que ser honesto: tampoco ha representado un problema en mi relación. Nunca ha sido un foco de conflicto, porque aumentan mis celos año a año, pero es en el sentido moderno y lo que vivimos hoy. No me ando amurrando por cualquier cosa. Con los años lo he asumido y soy capaz de reírme de eso, al igual que mi esposa.

Hoy, para estar en primera línea en la política, hay que tener ciertas habilidades comunicacionales que yo no tengo y lo demuestran los chistes que hacen sobre mí. Sé que no soy carismático. No me enorgullece para nada, porque sé que mi manera de comunicar no está a tono con lo que la propia gente quiere ver, que es alguien más cálido. Por lo menos sé que no puedo estar en primera línea porque me falta la aptitud de poder transmitir las cosas de una manera menos parca. A estas alturas, no me queda otra que asumirme. Por lo mismo, soy alguien que tiene que estar un poquito más atrás del poder.

Desde muy chico estuve metido en política, por lo que el Golpe de Estado me tocó vivirlo con una paliza de parte de mis compañeros. Recuerdo que estaba en el colegio y, como era particular, la mayoría era de derecha. Sólo dos niños éramos de la Unidad Popular, eso se sabía y se había corrido la voz, por lo mismo nos sacaron la mugre cuando vino el Golpe. Eso, cuando uno es pequeño, defrauda bastante, porque uno nunca piensa que le pueden pasar ese tipo de cosas. Como siempre he sido duro de cabeza, no me quise cambiar de colegio y me quedé pese a que no encajaba en ese lugar. La situación me impresionaba. Ahora, de grande, lo entiendo como algo que era parte de las circunstancias.

Tengo pocos, pero grandes amigos en política, aunque prefiero no nombrarlos, porque esos temas siempre son sensibles. Fuera de este ámbito, tuve un amigo excepcional que murió el año pasado: Arturo Jirón, el ex ministro de Salud de Allende. Otro amigo incondicional es Alberto Daiber, que es totalmente ajeno al mundo de la política y a la izquierda, pero que tiene una nobleza que siempre voy a agradecer profundamente.

Nunca se me han venido los años encima, lo que se vino fue una rara enfermedad a la médula por la que tuve que hacer un largo tour médico hasta encontrar un doctor que se atreviera a operarme. Se trataba de una operación de alto riesgo, con la que podía morirme, pero si no me la hacía el diagnóstico no tenía dos alternativas: era encaminarme hacia una tetraplejia que avanzaba rápido. Ahora estoy en la parte de la rehabilitación y por eso a veces cojeo. Asumí que la rehabilitación será larga y que, aunque quisiera -cosa que no quiero-, no podría competir en ningún maratón.

Desde muy chico soy fanático de los autos y la Fórmula 1. Es el único deporte que a veces me doy tiempo de seguir. Tengo pasión por los autos más caros del planeta que, contradictoriamente, aunque pudiera comprármelos algún día, no lo voy a hacer. Mi esposa me dice siempre: "Si a esta familia llega un Mercedes o un BMW, yo me voy. Esos no son autos de gente de izquierda, son ofensivos". Y, bueno, tiene razón.

Dejé de fumar dos veces: una durante tres años y otra vez durante un año y medio, pero recaí. Bajé de tres cajetillas y media a dos, así es que igual he mejorado. Lo curioso es que la gente cree que fumo raro, porque tomo el cigarro de una manera distinta, y cuando lo aspiro lo hago tres veces largas y seguidas. No los entiendo, porque yo lo disfruto, no veo lo extraño en eso.

Con Rodrigo Peñailillo teníamos la relación que se espera que exista entre un subsecretario y un ministro de la misma cartera. Ahora, el gobernar tiene muchas complejidades, hay roces que son habituales y que no son ni más ni menos de los que tienen que ser. Problemas hay en todos los trabajos y en todas las familias. Hoy me siento muy bien trabajando con el ministro del Interior actual. El tiene más experiencia y capacidad que yo, y eso me ayuda a hacer mayores esfuerzos para que el gobierno haga lo que el país necesita. Sobre Jorge Burgos puedo decir una sola cosa: es bueno trabajar con gente competente.

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