Manifiesto: Nicolás Copano, comunicador




Cuando chico quería ser como Don Francisco. Un día estaba viendo Sábado Gigante con mi abuela y mi mamá, y les dije: yo quiero hacer eso. Mi mamá me dijo que eso era un hobby, que mejor estudiara Periodismo. Y lo estudié, pero no terminé, porque no tenía tiempo ni plata. Entre estudiar y trabajar, elegí lo segundo. Me sirvió que fui de los primeros del barrio de La Florida que tuvo internet. Mi papá no podía hacer que viajáramos por el mundo, pero él traía el mundo a mi casa y eso me dio muchas herramientas. Internet me nutrió totalmente. Igual, no compensa los estudios, pero sí me ha balanceado en otros aspectos.

No creo ser el chico brillante de mi generación. Soy sólo alguien que se rodea de talentos. Siempre abrí otra puerta e hice algo extraño, y esa ha sido mi clave, porque me he hecho a mí mismo. Soy un chico de clase media al que las cosas le costaron. Mis papás no me pagaron la universidad, y las oportunidades me las gané solito. Soy el que llamó a CQC para audicionar en los Top Five del programa, y el que cuando llamaron para la Zona de Contacto llegó con un mamotreto de columnas que estaban minoritariamente buenas. Me han dado oportunidades y las he aprovechado.

Cuando estoy con mi mujer no existo. Siempre le estoy preguntando si me quiere o no, al punto de llegar a ser hinchapelotas. Me gusta mucho verbalizar y asegurarme de esas cosas. No tengo rollo con transparentar que para mí los afectos son un tema importante, por lo mismo, le pregunto siempre si es que le gusto todavía o si el amor está intacto. Cuando no la escucho le grito: "Te amo. ¿Estás?". Sueno terrible, pero la echo de menos todo el día y eso es aún más terrible. Ella me conmueve, me derrite y me gusta pensar que está ahí. Además, ha aguantado muchas cosas de mí que no aguantaría nadie. ¿Cómo no quererla?

Soy tan sensible que todo me pega tres veces. Mi extremo llega a que si algo me gusta, me gusta mucho, y si no, me carga. Por eso soy así: tengo amigos contados, la gente que llamo para saber cómo está es poca. Puedo tener un millón de seguidores en redes sociales, pero igual me pasa en los almuerzos que a veces me encuentro solo, pero eso me da más risa que pena. Me duelen más las cosas que son mentira y las dicen públicamente. Fui a terapia para tratarlo, pero cuesta. Estuve yendo al psicólogo hasta dos veces por semana para poder entenderme, y creo que ha tenido resultados.

Con Fabrizio, mi hermano, tuve una relación muy complicada hasta hace muy poco tiempo. Esto partió cuando él tomó la decisión de irse al Club de la Comedia en medio de Conspiración Copano, programa de Telecanal que animábamos juntos. Esa vez me enteré por el diario y la verdad es que no lo pasé bien, me dolió y tuve que ir a terapia, porque me lo guardé durante un largo tiempo. Después se arregló, lo entendí y ahora trato de no tocar el tema para no complicar a nadie, pero sí fue tema en mi vida. Hoy la relación es la de dos hermanos que se encuentran el domingo a comer con la familia y lo pasan bien. Me preocupo de él y me molesta cuando lo tratan de dañar. Nos queremos mucho, pero tampoco hay mayor profundidad.

En Chile son todos 'de cajoncito', por eso no me entienden mucho. Nadie lo imagina, pero tengo mi lado frívolo. A mí me gusta Primer Plano, pero también la política dura. Los dos lo disfruto y me río. La vez que reemplacé en Intrusos fui muy feliz, por el nivel de absurdo que había. Muchas veces decía que no se podían perder alguna noticia que en realidad no era nada importante. Pero era genial, me gusta reírme con esas cosas. Tengo mi lado frívolo, no estoy pensando, como muchos creen, todo el día en cosas inteligentes ni en cómo conquistar el mundo.

La onda de desligarme de mi familia me dio cuando viejo. Siempre he sido muy cercano a mis padres, pero vivir tres hombres adultos en una misma casa no se hizo cómodo. Me di cuenta de eso cuando metí una tele en mi pieza que era del tamaño de mi pared. En ese tiempo ya trabajaba, había ahorrado y ya me había comprado mi cama de dos plazas, pero no tenía espacio. Me costó irme, porque tuve una pérdida de dinero importante con Conspiración Copano. Recién cuando salí de esa deuda pude independizarme.

Quiero tener hijos cuando esté completamente seguro de que me puedo dedicar a ellos. Tengo padres maravillosos, por tanto mis expectativas de ser un gran padre es muy alta. Me sentiría muy mal y sería un gran fracaso para mí no ser un buen padre, así es que lo que hago ahora es tratar de cimentar un camino para que cuando pueda serlo sea un proyecto interesante, como todos los que he tomado en mi vida. No quiero traer al mundo a nadie para que sufra. Eso me mataría, es mi debilidad: el sufrimiento de un niño.

Soy muy despojado y de pocas cosas. Tengo una productora en la que no tengo ni oficina. Con los años me he dado cuenta de que no me importa la plata; me importa en la medida en que tengo que tener cosas para vivir, pero el dinero en sí no me interesa. Le tomo más peso a trabajar con gente que sea buena y que alimente mi inteligencia. Mi único lujo es comprarme un buen café y consolas de videojuegos inmediatamente después de salir. Con esas cosas me gusta pensar que siempre es Navidad. Tampoco escatimo en libros, me da lo mismo gastar lo que sea en ellos. Mi biblioteca, por lo mismo, es muy nutrida. Debe ser de las más selectas del país.

Soy enemigo del periodismo pastoril, porque no me gusta el estilo de Tomás Mosciatti. A él lo puse en jaque en un momento, porque es un empresario de medios queriendo pontificar. Yo también soy empresario de medios, pero no pontifico. De hecho, le debo parecer extraño, porque no milito. En mi caso, es cierto que la gente me sigue, pero yo siempre les recuerdo que también pueden escuchar a otro. A mí me gusta analizar los discursos. El no piensa en el poder que hay desde los medios: uno, si quisiera podría, volver loco a la gente. Hay que ser más cuidadosos con eso.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.