Manifiesto: Vasco Moulian, actor y conductor de TV
Sé que soy odiable y que los únicos que me siguen queriendo son los fanáticos de los Simpson. El mundo intelectual me debe encontrar un pelotudo. Si es que yo hago una pasada de mi vida, es obvio que me odien un poco, porque tengo varios récords: el primero es que cuando era mal visto hacer teleseries, yo partí haciendo teleseries; hice una compañía de teatro y gané plata con eso; me metí a Protagonistas de la Fama a ser profesor de teatro de Ballero; soy de centroderecha y, por último, se vio muy mal que un actor de televisión como yo terminara siendo director de programación de un canal importante. Si yo no fuera yo, quizá también me odiaría un poco.
Mi historia está marcada por la izquierda: mi padre, Luis Moulian, fue del brazo armado del MIR. Por eso, entiendo que mis primos sean tremendamente castigadores conmigo por ser de centroderecha, aunque mi tío, Tomás Moulian, nunca me ha juzgado por eso. Tomás es una especie de viejo ángel. Lo amo, en parte, por haberme salvado la vida cuando chico, porque si no es por él, quizá yo sería pastabasero. Lo amo, además, porque es de los pocos que entendieron mi travestismo político: yo soy lo que viví cuando chico. Y esa infancia, indudablemente, fue muy dura.
Mi papá fue maravilloso conmigo hasta que, hace casi 12 años, se quitó la vida. El motivo, aunque nunca va a ser concreto, se cree que fue el trastorno de ánimo que persigue a la familia. A mí también me pasa: a veces ando muy arriba y otras muy abajo. A los 20 años empezaron mis primeras crisis que, además, siempre se vinculaban más que con euforia, con una pena muy profunda. Por lo mismo, tomo hartos medicamentos y voy al psiquiatra una vez a la semana. Tengo la suerte de poder ir, porque hay una cantidad enorme de personas que tienen esta enfermedad y no pueden tratarse, porque hay una falencia tremenda en el servicio público. Como esto no es evidente ni físico, al Estado no pareciera preocuparle tanto.
Mi última crisis fue después del Sin Dios ni Late, el programa de TV que conduje hasta mediados de 2014. Mi psiquiatra pensó en mandarme a una clínica, hacerme un electroshock o intentar con reiki, flores de Bach o lo que fuera que me pudiera sanar. En eso, dio con los animales e intentamos con la equinoterapia. A través de eso conocí la Fundación La Manada, donde me sané a través de los caballos, asistiendo a un fundo vecino al de Felipe Camiroaga. Los caballos te generan responsabilidad, te obligan a levantarte, quererlos y cuidarlos, y eso motiva un montón. Por lo mismo, paso gran parte de mis días, cuando no estoy haciendo clases, en eventos o haciendo coach, en Chicureo.
Cuando chico era tímido, porque crecí en una familia clase media baja y sabía que necesitaba caer bien para salir poco a poco del lugar donde crecí. Llegué del exilio, mis papás se separaron y me fui a vivir a una población en La Florida. A nadie le gusta que recuerde esto, pero es así. Mi papá tenía el trastorno emocional y mi mamá fue muy ausente, porque tenía mucha pega, entonces yo era un pollito callado. Tomás, mi tío, quería que fuera tenista, así es que me pagó las clases de tenis con esfuerzo también de mi mamá y me regaló la mitad de un pasaje a Estados Unidos, para que a los 14 años me fuera a aprender inglés y a jugar profesionalmente. Fue una gran oportunidad. Ahí se me fue quitando lo silencioso que era.
Antes de que explotara todo lo del caso Penta, yo jugaba tenis con "Choclo" Délano. El a mí nunca me ha pasado un solo peso para algo. No tenía para qué pedirle, porque sólo jugábamos y pagábamos a medias la cancha. Me atrevería a decir que los involucrados en el caso Penta son buenas personas, sólo que en ellos hay mucha torpeza. Como amigo de muchos de ellos, me cuesta creer que sean un peligro para la sociedad. Es muy fuerte ver que la sensación del país es que robaron, pero mi sensación es que se equivocaron, porque estaban mal asesorados: ¿Cómo se te ocurre pasar una boleta de tu señora?, pensaba. Es raro, se ve mal, pero yo los conozco y sé que no son malas personas.
En algún momento me trataron de vincular al caso, pero yo no tengo nada que ver. Eso es demostrable. Pasaba que con Pablo Wagner hace unos años tuvimos una empresa de venta de lápices para universidades, pero no tengo nada que ver con sus otros negocios. A raíz de esto, que fue muy engorroso, me pasaron cosas bien bonitas: Lucho Gnecco solidarizó de inmediato conmigo y aprendí mucho, porque esto me agarró justo cuando estaba en mi peor y última crisis. Todos mis amigos más cercanos se preocuparon, porque, por el historial familiar que tengo, siempre creen que puedo llegar a suicidarme. Por lo menos, ese problema me sirvió para no sentirme tan solo.
Durante mucho tiempo lo negué y escondí, pero estuve en tratamiento para dejar el alcohol. Cuando me separé tuve serios problemas con el copete. Un día, mis hijas me preguntaron por qué había tantas botellas con alcohol en la casa. Fue un proceso duro. Por suerte, no pasé a otra etapa más dura, como las drogas, como pasa en estos casos. Me di cuenta de que toqué fondo cuando empecé a tomar desde muy temprano un vaso de vodka y no podía parar de hacerlo. Primero salí con pellet y después me ayudó la terapia con caballos. Ellos, al igual que mi perro Nerón, y Coté, mi novia desde hace cuatro años, me salvaron la vida. Han sido tan importantes que hasta he podido bajar mis dosis de remedios.
Todo el mundo cree que mi gestión televisiva fue un fracaso, pero si miran los números se darán cuenta de que a Canal 13 lo tomé cuarto y lo dejé primero. Cometí muchos errores. El principal es que tuve un liderazgo muy solitario, pero también hice cosas buenas: a mí me llamaron porque sabían que iba a fabricar rating como sea y el "como sea", fue como sea. Ganamos mucha plata. Hoy no volvería a la televisión por ningún motivo y en ninguna posición que exista. Me lo han ofrecido, pero la tele es el pódium del ego, y no hay peor ejecutivo que el que no sepa equilibrarlo, y eso fue lo que me pasó a mí. Asumir ese cargo en Canal 13 me jodió por todos lados la vida. Fue un error que me costó ver, pero que hoy tengo claro que así fue.
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