Maquinaria reúne a 45 mil personas con Pixies como lo mejor de la jornada

<P> La cita se realizó ayer en el Club Hípico y, durante casi 12 horas, juntó a una veintena de bandas en tres escenarios.</P>




Si la ambición era rasguñar el estatus de los megaeventos veraniegos del hemisferio norte, como Coachella o Lollapalooza, algo de ese espíritu merodeó ayer en el Festival Maquinaria que se hizo en el Club Hípico: 45 mil personas de las más diversas edades, tendencias, looks, tatuajes y poleras circulando por tres escenarios que también encarnaban una radiografía transversal del pop y el rock de las últimas dos décadas. Desde electrónica a hip hop; de rock alternativo a heavy metal que noquea de entrada. Un total de casi 12 horas y 20 invitados.

Y todo con uno de los huéspedes más habituales de las citas rockeras que se levantan al otro lado del Ecuador: el calor, que a momentos se tornó asfixiante. Casi como si se tratara del evento encargado de inaugurar la época de sol y aire libre en la capital.

El público lo sabía y arribó desde temprano. Al mediodía ya había más de un millar de personas haciendo fila en las inmediaciones, apretándose contra las rejas de acceso y clamando un poco de agua al personal de seguridad. Eso sí, gran parte de los asistentes llegaron al lugar con el transcurso de la tarde y la tregua del calor, por lo que recién pasada las 18 horas -con el fin de la presentación de Yo la Tengo y el salto a escena de Queens of the Stone Age- se pudo mirar la postal soñada: miles de personas esparcidas por el pasto del Club Hípico.

La panorámica ofrecía de todo: militantes del indie comulgando ante la verdadera cátedra de ruido y distorsión que ofreció Yo la Tengo y Pixies; metaleros con generosos centímetros de piel tatuada que fueron por los brasileños Cavalera Conspiracy, el proyecto del ex Sepultura Max Cavalera; adolescentes hambrientos del calculado rock de nombres como Linkin Park e Incubus; y hasta hiphoperos listos para mirar la descarga de música local, beats, tornamesas y electrónica ofrecida por el escenario azul, el más pequeño de los tres.

Aunque el abanico era de largo alcance, la ovación, la reverencia y la corona de lo más memorable de la noche recayó en Pixies, la banda paradigma de la música alternativa que cerró los 80. A las 20 horas, los norteamericanos se asomaron en escena y, generosos, desplegaron casi de inmediato su larga lista de hits. Desde Wave of mutilaton y Heres como your man, hasta Isla de encanta, esa pieza repleta de bramidos en español, o Where is my mind?, casi al cierre. Más de 20 temas interpretados bajo un sonido de exquisita fidelidad y con un público rendido. Su show marcó casi el único momento donde el recinto se vio atiborrado.

Fue un ajuste de cuentas con un nombre crecido entre el culto generacional y la reverencia histórica. Tanto que, cuando cerca de las 21:30 horas terminaron su set, comenzó el paulatino éxodo de un trozo importante de los asistentes, mucho de ellos mayores de 30 años que -calvos y barrigones, como el propio Frank Black, de Pixies- comenzaron a emprender el retorno a casa y dejaron la fiesta a los más jóvenes. Tras Pixies fue el turno de Linkin Park e Incubus, los números de mayor arrastre popular y que disfrutaron de un nutrido contingente de fans. Por lejos, Incubus fueron los más vitoreados y sus devotas femeninas estallaron ante la salida del cantante Brandon Boyd, ya cuando el reloj pasaba las 23 horas.

Otro de los créditos que merecieron el aplauso cerrado fueron Queens of the Stone Age, que aparecieron justo antes de Pixies. Con un sonido sólido y desértico, el conjunto que lidera el reputado músico Josh Homme dejó K.O. con su propuesta anclada en la electricidad a volumen máximo. Intuyendo la química con el público local, Homme habló con La Tercera en su camarín una hora antes de su espectáculo y dijo: "El sol está fuerte y me encanta estar en festivales. Es una de las ventajas de mi profesión. Y llegar hasta Chile es increíble". Durante su presentación, saludó en español y agradeció la puesta de sol que a esa hora encuadraba el horizonte.

La cita se inició cerca de las 13:30 horas con el cantautor local Pedropiedra, quien inauguró la jornada con su sólida y amable mezcla de pop y funk. Al otro lado, en el escenario rojo, fue el turno para Hoppo!, el proyecto integrado por el líder de Café Tacuba, Rubén Albarrán, junto a músicos chilenos. La banda desplegó su relectura de himnos del cancionero latinoamericano, como Volver a los 17 o Te recuerdo Amanda.

El primer instante deslumbrante vino con Alain Johannes, el músico de origen chileno y sobrino de Peter Rock que se mueve en las grandes ligas y que vino a mostrar su debut solista. Sólo acompañado de su guitarra embrujó al público, aunque se topó con uno de los pocos entuertos de la velada: la excesiva cercanía de los escenarios azul y rojo. Mientras Johannes desenfundaba su cálida obra, el grupo chileno Mátenlo descargaba su propuesta llena de electrónica y percusiones tribales. No junta ni pega: el sonido de los locales a momentos se devoraba a los temas de Johanness. Para el chileno que estuvo en los orígenes de Pearl Jam y Red Hot Chili Peppers, casi una anécdota. "Estuvo todo increíble, muy bueno", comentó después, en camarines, y tras retornar a su tierra luego de que a los 3 años partiera.

Luego, sólo aperitivos para quedarse a la espera de los números protagónicos: la actitud punk de los argentinos El Otro Yo; el puñetazo metalero de Cavalera Conspiracy; el hip hop de mirada aguda y discurso combativo de Movimiento Original, quienes arrojaron dardos contra Piñera, Américo, Raquel Calderón, la Concertación y casi cualquiera que se cruzara; y la sutileza sónica de Yo la Tengo.

Para los organizadores, el saldo siempre fue a favor. Pero también quedó tarea para la casa: los dispensadores de agua se acabaron en un momento de la tarde y tampoco se repartieron folletos con los horarios de la cita. Apenas un par de detalles a corregir para un evento que ya se piensa repetir en 2011 y que califica como lo más destacado de la nutrida oferta de shows de la temporada.

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